lunes, 25 de febrero de 2013

Isabel (1)







1


Había estado yendo con mucha frecuencia al Cine Duque de Alba, llegué a un momento en mi estado de ánimo en el que me estaba cansado de las mamadas de los viejitos. Me estaba aburriendo de las súplicas para ir a follar en el baño. Hacía semanas que continuaban pasando las mismas películas: "Culo hasta el fondo", "Obligadas a mamar" y "Vacaciones de pasión" eran los nombres que don Rafael -quien hacía los carteles-, le ponia esos nombres. A las semanas, astiado de tantas mamadas en la oscuridad y de follar en el lavabo del Alba, decidí llamar a Isabel.

Conocí a Isabel gracias a internet. Estaba buscando en MundoAnuncio.com>Mujeres Maduras y me topé con su anuncio:

"Abuela de 65 años te hace los kariños que quieras. Soy besukona y quiero que me folles. Comunicate conmigo, querrás volver. Madrid Centro. Fotos reales. Telf. 6XX.5X.6X.0X".

Lo que me gustó, además de la edad, fueron sus fotos. Las fotos que presentaban a Isabel efectivamente eran de una mujer madura que estaba ofreciendo sus servicios sexuales. Pero a diferencia de muchas mujeres de MundoAnuncio.com cuyo anuncio se veía que era controlado o forzadas a prostituirse, el anuncio de Isabel era completamente amateur. Las fotos mostraban un chocho húmedo, arrugado, vejete. Un chocho que había tenido una vida intensa, sin embargo, sus labios vaginales se veían aún apetitosos y frescos. Isabel había colgado tres fotos: su figa en un estupendo primer plano; ella en posición perrito, dando la espalda y otra de frente, acostada en un sofá con las piernas muy abiertas y estirando su concha, ofreciendola al mejor postor. Su rostro, desde luego, aparecía borrado. Sus piernas desnudas dejaban ver grandes várices multicolores. Su cabello era rubio aunque se veía recientemente pintado. El anuncio era de una novata, por lo que anoté el número pues me temía que los otros anuncios, los que se actualizaban cada diez segundos ahogarían el anuncio de Isabel.

A las semanas, cuando la busqué de nuevo por MundoAnuncio.com, tal como lo había imaginado, su anuncio y sus fotos habían sido sepultados por una avalancha de otras "abuelas" de 35 años que ofrecían sus servicios cada cinco minutos en la web. Busqué en mi bitácora diaria madrileña donde había apuntado el número, lo encontré y marqué el teléfono de Isabel.

Me esperaría en su estudio. Un piso en la calle de Campoamor muy cerca de la SGAE. Toqué el telefonillo y su voz, su voz chillona me invitó a subir.Tenía necesidad de comerme un coño, de sentir el olor femenino de una pepa en mi cara. Quería tocar unas tetas de verdad. Mis manos estaban pasando por el hastío de acariciar pechos peludos y canosos en la oscuridad de la sala de cine.

lunes, 18 de febrero de 2013

Tiernas Caricias




Aquella tarde llegué al cine después de realizar diversos recados por las calles de Madrid. Era invierno y hacía un frío atroz. Hacía dos semanas que deseaba ir al cine y que me comieran la polla o tener la suerte de tropezarme con Chani y que me metiera su dedo medio en mi culo.

Pagué mi entrada de ocho euros, saludé a Rafael -el chico que hace de portero-, saludé al maniquí y subí tranquilamente al Gallinero. Me quedé en la antesala quitandome los abrigos, los guantes y la bufanda. El cine cuando esté proyectando una película es una de las salas más oscura del mundo. Incluso, la iluminación de la pantalla está graduada con niveles de contraste y brillos muy bajos con la finalidad de que los asistentes y participantes en las mamadas y/u orgías no se sientan vistos. Me senté en primera fila para que mis ojos fueran acostumbrandose a la oscuridad y poder luego serpentear entre las filas de butacas y buscar alguna victima que me deseara comer la polla.

No tenía cuando se sentó justo a mi lado un vejete de unos setenta o setenta y cinco años y quien rosó suavemente su rodilla con la mía. Yo no había tenido tiempo de calentarme y mucho menos de que mi vista pudiera adaptarse, pero me dije "¡qué coño!", así que me desabroché el cinturón, me bajé los pantalones y los calsonzillos hasta los tobillos y comencé a masturbarme.

No había terminado una caricia completa de mi pene cuando el vejete sentado a mi lado comenzó con un suave vaivén a masturbarme. Nos vimos en la oscuridad y nos brindamos una sonrisa. En realidad era un viejo muy feo, con la cabeza casi completamente calba. Pero su manera de hacerme la paja era dulce, encantadora se pudiera decir. Trató de buscarme la boca pero lo esquivé. No acostumbro a darme lenguetazos con hombres-desconocidos; extrañamente, sí lo hago con mujeres-desconocidas. Me he caido a besos con putas borrachas que acaban de mamar mil penes, con toxicómanas cuyos alientos hieden a heroína; pero con los hombres es diferente, necesito conocerlos, compartir con ellos, hacernos amigos y entonces sí, en algún momento determinado viene el beso fugaz que se convertirá en lengua, en carne, en verga enterrada en un culo.

El vejete me hacía la paja con mucha calma. Yo traté de masturbarlo también pero me hizo un gesto de que no lo deseaba, así que me dejé embaucar como un monigote sexual cualquiera. Se acomodó en su asiento y comenzó con una felación muy suave y tibia. Se tragaba mi pene con gracia, con dulzura, con verdadero amor. De pronto se detenía y comenzaba a darme besitos en la punta del glande el cual, ya estaba super hinchado. Detrás de nosotros se colocaron dos vejetes a mirarnos de manera implacable, fue allí cuando el vejete me dijo la frase clásica "vamos al lavabo". Yo le dije que no, que allí me sentía bien y que además estaba disfrutando de su mamada. Se rió. Trató de besarme y se hundió de nuevo en la oscuridad. Estrelló su garganta contra mi pene. ¡Era impresionante! Sabía a qué velocidad mover su cabeza. Sabía la presión justa que necesitaba para darme placer y al mismo tiempo detener la posible eyaculación. A mi lado izquierdo, en la oscuridad de la sala, a tres puestos, se sentó un chico a mirarnos y desde luego, ha hacerse una paja. Le lancé una sonrisa complice pero e chiquillo no me veía a mí, tenía sus ojos clavados en el vejete que me hacía una felación de los mil demonios. Mi machete, mi tronco, mi pene, mi polla tomó un tamaño desproporcionado. El desgraciado viejo tenía una experiencia de los mil demonios. Por un momento pensé en todas las pollas que habría acariciado en su vida, que se habría comida. En todos los ríos de semen que habría incentivado con sus caricias. Porque si había algo que el vejete sabía hacer, era acariciar y mamar muy tiernamente. "Vamos al lavabo", repitió, "aquí nos está viendo mucha gente y me da verguenza". Sin embargo, antes de terminar de decir "verguenza", hundió su cabeza de nuevo en mi entre pierna. Podía sentir el momento justo en que sus labios se convertían en dientes afilados que presionaban lo suficiente para darme placer. A veces, en el cine, me encontraba con abueletes que eran el extremo: unos usaban mucho los dientes y el sexo oral resultaba incomodos. Otros usaban exclusivamente los labios y la cavidad bucal que sentía mi pene en medio de una gran masa de gelatina tibia y bizcosa sin ninguna gracia o placer.

La mamada de este vejete era distinta, era una especie de punto medio de las mamadas. Además, sabía como presionar el tallo del pene y lamer las bolas para frenar mi posible eyaculación. Todo esto mientras me hablaba desde mi entrepierna "¡Macho, qué polla...! ¡Qué rica polla! ¡Oh... cuanto gusto me das!". Eso me excitaba más, no había duda que la estabas pasando bien. En una de esos "mini-recesos" donde mi polla estaba hinchada, me dice: "vamos al lavabo, necesito ver tu polla y tener ese recuerdo en mi memoria". Nadie me había dicho algo tan hermoso, así que asentí. El vejete se levantó y se bajo las escaleras corriendo al lavabo. Yo me tomé mi tiempo. Metí mi polla con mucha calma y paciencia en medio de mis boxers y mi pantalón. Estaba realmente hinchada y grande. Sentía que si la movía mucho iba a correrme y yo deseaba que el vejete viera y disfrutara de su trabajo, a fin de cuenta, mi eyaculación era para él.

Baje la escalera. Al entrar al baño habían tres vejetes mirandose los penes entre ellos, estaban haciendo como que estaban orinando, pero realmente estaban en una paja compartida sin tocarse. Cuando entro el vejete estaba realmente desesperado. Entramos. Cerró la puerta. De nuevo trató de besarme en la boca. Le puse una mejilla. Era definitivamente un señor de unos setenta y seis años de edad. Calvo, con muchas berrugas en todas partes. Me desabrochó la bragueta. Comenzó una suave mamada. "¡Qué hermosa polla tienes! ¡Me gustaría tenerla en mi culo! ¿Me quieres follar?". Contrariamente a mi costumbre le dije que sí. No me gusta follar tíos de buenas a primera, como ya comenté, prefiero conocerlos y después haceer las cogidas y besos que sean necesarios, pero antes no.

El vejete sacó de una de sus medias una bolsa como con cincuenta preservativos y una docena de lubricante en bolsa, para un uso. Le iba a quitar el condón pero él me dijo: "yo te lo pongo". Se agachó. Me dió tres chupadas intensas y me colocó el preservativo. Luego rompió la bolsita del lubricante. Extendió un poco en mi pene y después, ya con los pantalones abajo, se metió una generosa cantidad de lubricante en el culo. Se dió la espalda, puso ambas manos en la pared y me dijo "¡Cógeme coño!". "Vale", le dije, "pero ayuda a que entre mi polla". Con su mano derecha cogió mi polla y la insertó rápidamente en su jodido y viejo culo. Le dí tres o cinco embestidas. El desgraciado viejo gritaba como una niña. Pero en el preambulo, entre caricias y mamadas estaba muy excitado. Me corrí.

A cada brote de mi semen podía ver como el viejo se retorcía. "¡qué gusto, macho! ¡sentía como iba saliendo tu leche, coño!". El viejo me quitó el preservativo y lo dejó allí, tirado en el piso del lavabo junto a otros preservativos. Yo no decía nada. "Macho, apunta mi teléfono. Vivo solo y en casa tengo películas muy sucias". Anoté su número, mejor dicho, hice como quuien anota un número y apunté su nombre "¡Estabas cachondo!", dijo el vejete. "¿Cuantas veces te han cogido hoy?", "Contigo cinco. Pero, macho. Tú has sido el mejor". Yo realmente nunca me lo he creído. Pues fue la cogida más rápida de mi vida.

Ese día me quedé hasta tarde en el cine. Otro vejete me hizo una mamada y participé en una "orgia de mamadas". Sin embargo, la de este vejete, fue la mejor.

lunes, 11 de febrero de 2013

Hombre busca hombre Madrid (Chani)





Había llegado al cine como de costumbre, a las 2:00 pm. Era una tarde intensa de calor madrileño como sólo el verano de Madrid sabe como es: un infierno. Entro al cine y como de costumbre a esa hora el Patio estaba casi vacio, algunos vejetes caminando, buscando alguna polla que acariciar. Decidí subir al Gallinero. Estaba prácticamente vacio. En la primera fila estaba un vejete durmiendo la siesta acostado por completa. Al fondo, a un costado, par de vejetes se habían hecho muy amigos y estaban en plan de comerse las lenguas e imagino de tocarse las pollas.

Por mi parte decido quedarme en el centro y disfrutar del calor y de una buena película. En ese momento, en la pantalla estaban pasando la clásica película porno de los años noventa: la chica llena de silicone que está lavando un coche y llegan dos tíos y se la follan por todas partes. Las típicas secuencias y tomas de estas películas que no son objeto de culto o de arte, como algunas películas de los 60´s y 70´s que son unas joyas y que deberían entrar en la categoría del post-porno.

Sin ninguna excitación de por medio decido bajarme los pantalones cortos que llevo puestos y hacerme una paja. Paja lenta y aburrida si se quiere. En eso, se sienta a cuatros puestos de mi un chico de unos treinta años, alto, delgado, de cabello rubio. Lo miro, más que por ligar, me gusta saber qué intenciones trae el tío que se sienta a mi lado. Muchas veces son chiquillos que no me interesan; en otras ocasiones, son vejetes que quiero que me coman la polla.

El chico en cuestión, se abre la bragueta y comienza a masturbarse mientras me mira fijamente. Decido entonces levantar el posabrazos, lo cual, en el lenguaje corporal del cine es una invitación formal a sentarte. El chico se levanta y en medio de la penmumbra veo su enorme e inmensa verga. ¡No podía creer lo que veía! ¡Era una verga enorme! ¡Una polla gigantesca! ¡Digna de un film porno de John Holmes o de sacar un modelo de consolador de allí!

El chico se sienta a mi lado e inmediatamente, sin mediar palabras, comenzamos a masturbarnos. Su polla era enorme. Podía sentir cada una de sus venas como estaban perfectamente definidas en la oscuridad. Toqué su glande. Estaba hinchado y húmedo. La boca se me hacía agua, así que decidí hacerle un homenaje de sexo oral pero el se me adelantó y se acercó a mi polla. Su forma de mamar era suave, tierna y a la vez firme y consistente. Sentía como succionaba y sentía como el líquido seminal era extraído desde la raíz misma de mis bolas, las cuales acariciaba con mucha delicadeza y apretaba cada cierto tiempo como midiendo la consistencia de toda la estructura de mis genitales.

Dejó de hacerme sexo oral, entonces pude retomar de nuevo su pene. Su grande e inmenso pene. Decidido a hacerle sexo oral le digo:

_¿Quieres que te coma la polla?

_¡Claro! –me responde.

_No le hago sexo oral a extraños. ¿Cómo te llamas? –le digo.

_Chani.

_Bien Chani, yo soy Andrés. Voy a comerte la polla, ¿vale?

_Vale –me respondió.


Hundo mi cabeza en la oscuridad de la sala y comienzo a masturbar a Chani mientras le hago una suave y duce felación. Su polla no me cabe en la boca. De hecho, traté varias veces en tragármela toda pero era demasiada gruesa y demasiada larga para que pasara por mi garganta. Sus venas eran hermosas y podía escuchar los gemídos de Chani que se mezclaban con el de la película. Pero Chani no era perezoso, inmediatamente comenzó a jugar con mi culo y mientras yo buscaba la manera de aplacar ese enorme y colosal monstruo, Chani me acariciaba el orto suavemente, buscando, poco a poco, meterme su dedo medio, el cual, como su pene, era grande y calloso. No soy amigo de tener sexo anal en el cine. De hecho, sólo práctico el sexo anal en todas sus variantes con mi amante estable de turno, sea mujer u hombre. También tengo muchos escrupulos y me gusta prácticar el sexo anl con una higiene digna de cualquier monja del Vaticano.

Chani insistía en meterme el dedo. Yo estaba tan entretenido con la enorme polla que mi esfínter estaba absolutamente relajado y el Chani logró su cometido, me introdujo su dedo índice que me hizo pegar un gemido muy suave de placer. El Chani me dijo: “¡Me corro!”. Inmediatamente separé mi boca y continué masturbándolo, al incorporarme, Chani tuvo que sacarme el dedo porque era imposible mantenerlo tal cuál como estábamos.


Chani eyaculó. Era un chorro enorme, espeso, caliente y abundante. Se tiró hacia atrás de placer con tanta fuerza que pensé que destruiría el asiento. Mi mano izquierda, que era con la que lo masturbaba, quedó llena de su leche. De ser Chani mi pareja de turno y de conocer su salud me hubiera tragado toda su leche.

Chani no descansó. De inmediato me pidió que me pusiera de pie, que me iba a chupar la polla y los huevos, que me iba a meter el dedo hasta que me corriese. Me levante con energía y rapidez. Chani, sentado en su butaca, comenzó a mamarme la polla mientras con una mano me acariciaba los huevos y con la otra iba urgando con sabiduría, mi culito.

No aguanté mucho. Le dije que me corría y que quería correrme fuera. Pero no, Chani no quería perderse el placer de “mis mieles”. Continuó mamando con el mismo ritmo sólo que con la mano que me acariciaba las bolas, me empujó hacia él al mismo tiempo que metía su dedo en mi culo.

¡Me corrí! ¡Fue una corrida maravillosa! ¡Chani sabía como mamar! ¡Mientras me corría me chupaba! ¡Sentía como el semen me lo sacaba directamente de las bolas! ¡Sentía como de mi uretra Chani iba sacando cada mililitro cúbico de semen e iban cayendo en su estomago! ¡Sentía mi pene en su estomago!

Tuve que rogarle que me dejara ir. Estaba exhausto y sin fuerza.
Me dejó. Nos sentamos en silencio. Viendo la película, mientras cada uno acariciaba el pene del otro.

Chani se levantó primero. Me dijo que tenía que irse. Me dio tres palmaditas en la rodilla, que en el lenguaje corporal del cine significa: “lo disfruté mucho, termina de pasarla bien”.

Yo le dije “adiós” mientras seguía viendo en la pantalla a una tía comiéndose una polla. “Tenías que ver la que yo me comí”, le dije.

Hombre busca hombre Madrid (Chani)





Había llegado al cine como de costumbre, a las 2:00 pm. Era una tarde intensa de calor madrileño como sólo el verano de Madrid sabe como es: un infierno. Entro al cine y como de costumbre a esa hora el Patio estaba casi vacio, algunos vejetes caminando, buscando alguna polla que acariciar. Decidí subir al Gallinero. Estaba prácticamente vacio. En la primera fila estaba un vejete durmiendo la siesta acostado por completa. Al fondo, a un costado, par de vejetes se habían hecho muy amigos y estaban en plan de comerse las lenguas e imagino de tocarse las pollas.

Por mi parte decido quedarme en el centro y disfrutar del calor y de una buena película. En ese momento, en la pantalla estaban pasando la clásica película porno de los años noventa: la chica llena de silicone que está lavando un coche y llegan dos tíos y se la follan por todas partes. Las típicas secuencias y tomas de estas películas que no son objeto de culto o de arte, como algunas películas de los 60´s y 70´s que son unas joyas y que deberían entrar en la categoría del post-porno.

Sin ninguna excitación de por medio decido bajarme los pantalones cortos que llevo puestos y hacerme una paja. Paja lenta y aburrida si se quiere. En eso, se sienta a cuatros puestos de mi un chico de unos treinta años, alto, delgado, de cabello rubio. Lo miro, más que por ligar, me gusta saber qué intenciones trae el tío que se sienta a mi lado. Muchas veces son chiquillos que no me interesan; en otras ocasiones, son vejetes que quiero que me coman la polla.

El chico en cuestión, se abre la bragueta y comienza a masturbarse mientras me mira fijamente. Decido entonces levantar el posabrazos, lo cual, en el lenguaje corporal del cine es una invitación formal a sentarte. El chico se levanta y en medio de la penmumbra veo su enorme e inmensa verga. ¡No podía creer lo que veía! ¡Era una verga enorme! ¡Una polla gigantesca! ¡Digna de un film porno de John Holmes o de sacar un modelo de consolador de allí!

El chico se sienta a mi lado e inmediatamente, sin mediar palabras, comenzamos a masturbarnos. Su polla era enorme. Podía sentir cada una de sus venas como estaban perfectamente definidas en la oscuridad. Toqué su glande. Estaba hinchado y húmedo. La boca se me hacía agua, así que decidí hacerle un homenaje de sexo oral pero el se me adelantó y se acercó a mi polla. Su forma de mamar era suave, tierna y a la vez firme y consistente. Sentía como succionaba y sentía como el líquido seminal era extraído desde la raíz misma de mis bolas, las cuales acariciaba con mucha delicadeza y apretaba cada cierto tiempo como midiendo la consistencia de toda la estructura de mis genitales.

Dejó de hacerme sexo oral, entonces pude retomar de nuevo su pene. Su grande e inmenso pene. Decidido a hacerle sexo oral le digo:

_¿Quieres que te coma la polla?

_¡Claro! –me responde.

_No le hago sexo oral a extraños. ¿Cómo te llamas? –le digo.

_Chani.

_Bien Chani, yo soy Andrés. Voy a comerte la polla, ¿vale?

_Vale –me respondió.


Hundo mi cabeza en la oscuridad de la sala y comienzo a masturbar a Chani mientras le hago una suave y duce felación. Su polla no me cabe en la boca. De hecho, traté varias veces en tragármela toda pero era demasiada gruesa y demasiada larga para que pasara por mi garganta. Sus venas eran hermosas y podía escuchar los gemídos de Chani que se mezclaban con el de la película. Pero Chani no era perezoso, inmediatamente comenzó a jugar con mi culo y mientras yo buscaba la manera de aplacar ese enorme y colosal monstruo, Chani me acariciaba el orto suavemente, buscando, poco a poco, meterme su dedo medio, el cual, como su pene, era grande y calloso. No soy amigo de tener sexo anal en el cine. De hecho, sólo práctico el sexo anal en todas sus variantes con mi amante estable de turno, sea mujer u hombre. También tengo muchos escrupulos y me gusta prácticar el sexo anl con una higiene digna de cualquier monja del Vaticano.

Chani insistía en meterme el dedo. Yo estaba tan entretenido con la enorme polla que mi esfínter estaba absolutamente relajado y el Chani logró su cometido, me introdujo su dedo índice que me hizo pegar un gemido muy suave de placer. El Chani me dijo: “¡Me corro!”. Inmediatamente separé mi boca y continué masturbándolo, al incorporarme, Chani tuvo que sacarme el dedo porque era imposible mantenerlo tal cuál como estábamos.


Chani eyaculó. Era un chorro enorme, espeso, caliente y abundante. Se tiró hacia atrás de placer con tanta fuerza que pensé que destruiría el asiento. Mi mano izquierda, que era con la que lo masturbaba, quedó llena de su leche. De ser Chani mi pareja de turno y de conocer su salud me hubiera tragado toda su leche.

Chani no descansó. De inmediato me pidió que me pusiera de pie, que me iba a chupar la polla y los huevos, que me iba a meter el dedo hasta que me corriese. Me levante con energía y rapidez. Chani, sentado en su butaca, comenzó a mamarme la polla mientras con una mano me acariciaba los huevos y con la otra iba urgando con sabiduría, mi culito.

No aguanté mucho. Le dije que me corría y que quería correrme fuera. Pero no, Chani no quería perderse el placer de “mis mieles”. Continuó mamando con el mismo ritmo sólo que con la mano que me acariciaba las bolas, me empujó hacia él al mismo tiempo que metía su dedo en mi culo.

¡Me corrí! ¡Fue una corrida maravillosa! ¡Chani sabía como mamar! ¡Mientras me corría me chupaba! ¡Sentía como el semen me lo sacaba directamente de las bolas! ¡Sentía como de mi uretra Chani iba sacando cada mililitro cúbico de semen e iban cayendo en su estomago! ¡Sentía mi pene en su estomago!

Tuve que rogarle que me dejara ir. Estaba exhausto y sin fuerza.
Me dejó. Nos sentamos en silencio. Viendo la película, mientras cada uno acariciaba el pene del otro.

Chani se levantó primero. Me dijo que tenía que irse. Me dio tres palmaditas en la rodilla, que en el lenguaje corporal del cine significa: “lo disfruté mucho, termina de pasarla bien”.

Yo le dije “adiós” mientras seguía viendo en la pantalla a una tía comiéndose una polla. “Tenías que ver la que yo me comí”, le dije.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Sobre mujeres en el cine





Mucho se habla de que al Cine Alba no van mujeres. De hecho, en medio de alguna de mis innumerables pajas con un abuelete, este me comentó que hubo una época en que habían señoras que por unas monedas te hacían una paja, te la mamaban o se dejaban coger en el baño. Es decir, habían abuelas que ejercían la prostitución en la sala. Eso no me consta y jamás lo he visto. Si algo me gusta del cine Alba es que todo es por placer, nada se hace por dinero.

En mis frecuentes incursiones (¡y vaya que son muchas), he llegado a ver a dos mujeres, las cuales siempre han ido acompañadas de un hombre. La primera vez que ví a una,  era una señora como de unos cuarenta y cinco años acompañada por un caballero de la misma edad. Se fueron directo al gallinero y se sentaron en la segunda fila de butacas.

Hay que recordar que al cine se va a follar o a ver la película o las dos cosas al mismo tiempo. Lo cierto es, que este cine como área de cruising lo permite todo, y parte de ello  es dejar que los demás te vean mientras haces una mamada o mientras te follas a alguien. Está como implícito. Aunque he visto a tíos que después de que están “chupa-que-chupa” les entra de pronto una vergüenza porque están siendo observados y te dejan la polla caliente e hirviendo, tan sólo se les ocurre la clásica frase: “vamos al lavabo”.

Lo cierto es, que la presencia de una  mujer de Verdad-Verdad (para diferenciar a la de las películas), causa revuelo en la sala. Yo supongo que algunos esperan que sea una guarra y que todos los del cine se la follen o que por lo menos el tío que la acompaña se la coja allí, delante de todos. Pero no, no es así.

La primera mujer, como os decía, iba con su pareja. Estuvieron todo el tiempo viendo la película. Me acerqué par de veces a ver si la tía por lo menos le comía la polla al tío o de pronto el tío le metía los dedos en el coño. Pero nada de nada. Al contrario, como ya os dije una mujer de Verdad-Verdad causa revuelo y la cantidad de tíos que se aglomeraron alrededor de la pareja lo que hizo fue que el tío se encabronara y comenzará a maldecirnos a todos, que qué coño os pasa, ¿qué?  ¿no habéis visto antes una mujer? ¡a mirar la película y que os den por el culo! ¡Y eso pensaba yo! En vez de estar pendiente de la chica, ¡que nos dieran por el culo que para eso estábamos!

La segunda vez, era una señora de unos cincuenta o sesenta años acompañada de un chaval. Bueno, un chaval para ser ella pues al tío le calculé unos treinta y cinco años. Lo que me llamó la atención de esta pareja era que iban muy bien vestidos ¡y qué casualidad! ¡se sentaron en el mismo sitio donde meses atrás había estado la otra pareja! Ésta pareja también fue el centro de atención por unos veinte minutos, pero, a diferencia de la anterior, no prestaban atención ni a la gente ni a la película. No entendí que conversaban, pero parecía algo serio. Mi imaginación voló y pensé varias cosas: quizás eran amantes y necesitaban un sitio discreto, donde nadie los viera y se metieron al Alba. Quizás la señora era una prostituta y el chico tenía el sueño de follar a una tía en el cine delante de todos. Quizás eran familia y estaban planeando como asesinar a un miembro de la familia de quien heredarían una inmensa fortuna. Todo esto en medio de la oscuridad de una sala X mientras tíos sueñan que tías en pelotas le comen la polla cuando en realidad es otro tío sediento y hambriento de pollas.

No he tenido la oportunidad, pero me han contado que a veces hay una movida interesante de travestis en el cine. Hasta ahora no he visto el primero, pero no dudo que debe ser una fantasía interesante.

Por ahora, las únicas tías que se atreven a todo las he visto en las películas.