lunes, 24 de junio de 2013

Federico (8)


El sexo anal con Federico es divertido: porque mientras me prepara el culo con mucho lubricante, me masturba y acaricia la polla hasta sentir que desfallezco.

Por lo general nuestra rutina era mucho sexo oral y Federico me follaba.

Luego descansábamos y de nuevo con mucho sexo oral yo preparaba el culo de Federico para penetrarlo  Ya a la tercera, lo que hacíamos era quedarnos boca arriba los dos, masturbando uno al otro mientras nos besabamos.



lunes, 17 de junio de 2013

Federico (07)



Federico y yo intercambiamos los puestos.

El vejete acarició la polla de Federico tal como lo había hecho conmigo. Subía y bajaba suavemente. Tocaba los cojones. Daba apretones en el glande. Sin lugar a dudas el vejete tenía una larga experiencia acariciando machos. Su mirada pasaba a ratos en la pantalla, a ratos en la enorme y hermosa polla de Federico.

Yo acariciaba los pezones de Federico. Mi lengua se entretenía a ratos en su boca, otras en una de sus tetillas. ¡Tenía una inmensa polla! ¡Me moría de ganas de meterla en mi boca! Pero el vejete tenía el control absoluto. Por los próximos mil años esa polla le pertenecía hasta que la cansara. Detrás de nosotros, los vejetes estaban contemplando el espectáculo que ofrecíamos y eso parecía emocionar a Federico.

De pronto ví como Federico se retorcía. Me cogió con fuerza en un abrazo. El vejete había comenzado a hacerle una felación. Federico me besó y chupo mi lengua con tal intensidad que comenzó a dolerme. Aparté mi boca de él pero decidí trabajar los pezones. El vejete chupaba la polla de Federico con mucha tersura y pasividad, repitiendo las mismas atenciones que tuvo con mi polla. Podía ver el rostro de Federico a través del reflejo de la pantalla de la película. Su cara era de éxtasis puro. Federico acarició con suavidad la cabeza llena de canas y semicalva del vejete. Éste, permanecia ajeno a todo. En ese momento esa polla le pertenecía y tenía la misión de hacer que la polla "muriera" de felicidad. El vejete acariciaba las bolas de Federico con dulzura. De vez en cuando detenía su boca en la base del pene y comenzaba a subir, poco a poco, presionando con su boca. Eso hacía que hiciera presión sobre la uretra e iba sacando el líquido seminal de Federico ¡Viejo feliz! ¿cuantas pollas había mamado en su vida? ¿centenares, miles?

_¡Me corro, macho! ¡Me corro! - gritó Federico.

El vejete, de nuevo, tan sólo gimió como diciendo: "lo sé, tronco. Tú córrete en mi boca, macho".

Federico se estiró hacia atrás con fuerza en el asiento y gritó.En definitiva el vejete sabía como chupar pollas.
Fue impresionante ver como otro hacía que Federico se retorciera de placer. El vejete chupaba con ahínco pero al mismo tiempo con tranquilidad. Había logrado en menos de diez minutos que dos pollas sucumbieran de placer en la oscuridad de la Sala X. Este vejete merecía que se le construyera una ermita.

_¡Ya! ¡Ya! ¡Para, macho, para! -suplicaba Federico.

El vejete muy suavemente fue sacando la polla de Federico de su boca con mucha calma, sin derramar ni una gota de semen o de saliva. Cuando llegó a la base del glande se detuvo y pude  observar como presionaba la cabeza del pene para extraer la última gota de semen de Federico.

El vejete retiro su boca por completo de la polla de Federico y escupió entre el descanso donde estábamos y el asiento de atrás.

Federicó me dió un enorme beso y vi como le acariciaba la espalda al vejete. Éste, que se estaba limpiando la boca con un kleenex, le dió unas palmaditas a Federico en la rodilla y despues otras a mí en el muslo: la típica despedida después de una buena mamada. El vejete se marchó. Lo ví caminar contento hacia la salida. No había duda de que sabía que su misión en la vida era comer pollas y hacer que otros fueran felices.

Federico fue gradualmente bajando el ritmo de la respiración. Yo mientras, le acariciaba el pecho y le pasaba mi lengua por el cuello, las orejas, la boca y los pezones. 

Algunos de los vejetes que estaban alrededor nuestro se habían ido. Otros habían conseguido su "ración de pollas" y pude ver como algunos incluso estaban ya ofreciendo su culo al mejor postor.

Federico se quedó mirando la película donde una tía era follada por cuatro tíos a la vez.

_¿Aquí no pasan películas homo-eróticas? -me preguntó Federico.
_No -le contesté-. Es una paradoja que solo se proyecta en el cine películas "porno-heterosexual".

Federico se quedó un rato en silencio. El cine comenzaba a llenarse.


_¿Tienes hambre? -me preguntó. Me gustaba que después de follar Federico quería comer. Era señal de que la había pasado muy bien-. Yo tengo algo de hambre. ¿Te apetece algo?

_Vamos al hotel. ¡Quiero que me folles!

_Vale. Pero antes, comamos en El Club del Gourmet del Corte Inglés.

_Me parece bien.

Nos levantamos de los asientos y comenzamos a "vestirnos". Detrás de nosotros nadie estaba viendo la película. Ya estaba por comenzar una de las famosas orgías. Tres vejetes sentados le estaban haciendo una felación a tres vejetes que estaban de pie. Más allá, dos "buenos amigos" se estaban cayendo a pajas. Del otro lado, creí ver que un macho "preparaba" el culo a otro para penetrarlo. Esa tarde prometía.

_¿Siempre es así? -me preguntó Federico.

_No siempre. A veces vengo y no hay nada.

Sonó la campanilla. En menos de 30 segundos terminaría la película. Todos comenzarón a vestirse. Encendieron las luces. Salvo un vejete que quedó con los pantalones abajo, todos se habían acomodado. Era como si no hubiera pasado nada.

_Vámonos -dijo Federico.
_Después de tí -le contesté.

Y nos fuimos a patear Madrid. 







lunes, 10 de junio de 2013

Federico (6)


Entonces se arrodilló y comenzó a chuparme la polla. ¡Ahhh! ¡Ahhh! Gemía de placer. Me estremecí. Federico me abrazó con fuerza mientras me besaba. ¡Qué mamada! ¡!Qué boca tan experta tenía el abuelete! Subía y bajaba con suavidad y firmeza. De vez en cuando se detenía en el glande y sentía como golpeaba con su lengua mi uretra. Tenía una lengua de terciopelo que trataba la uretra con especial predilección. ¡El maldito viejo se estaba tragando los néctares de mi lubricación! Mientras tanto Federico no paraba de besarme. Había introducido uno de sus enormes dedos en mi culo. Alrededor nuestro, los abueletes nos contemplaban. Yo me iba a venir de un momento a otro. 

No creía poder aguantar más. Así que le dije al abuelete: "¡Me corro macho, me corro!". El abuelo hizo un gemido, sin sacar mi polla de su boca, que daba a entender que no se detendría y que estaba dispuesto a recibir mi leche en su boca. ¡Qué gusto! ¡Qué gusto me estaba dando! Me abracé a Federico y me corrí.

Pegué un enorme grito de placer. Retumbó en toda la sala. Podía sentir como el vejete me succionaba la verga extrayendo hasta la última gota de mi líquido seminal. Las contracciones en mi esfinter eran tan intensas que podía sentir cada poro del dedo de Federico.

Tuve que pedirle al abuelo que se detuviera, mi pene estaba muy sensible ¡era maravilloso, pero no podía continuar! Él, con mucha suavidad fue retirando su boca sin dejar escapar una sola gota de semen. Por un momento pensé que se había tragado mi semen, práctica por lo demás muy común por parte de los abuelos del cine Alba; pero no, el abuelo se acercó al asiento de adelante y escupió justo entre el pasillo donde estaba arrodillado y la parte de atrás del asiento. Pude ver a través del reflejo de la película la cantidad de semen y saliva que escupía el abuelo. Esto lo hacía mientras me abrazaba Federico.

El abuelete se sentó. Yo continué masturbando a Federico quien me acariciaba las tetillas. Le dije:

_Hace una mamada estupenda. ¿Quieres intentarlo?
_¿No te molesta? -me preguntó.
_Al contrario -le respondí-, quiero ver como otro se come tu polla. ¡Tío! -dije al abuelo-, ¿quieres comer la polla de mi amigo?. Mira, es un inmenso trozo de carne.
_Está bien.



lunes, 3 de junio de 2013

Federico (5)


Justo dos asientos a mi derecha se sentó un abuelete. Federico dejó de besarme para mirarlo y le dije:

_Tranquilo. Sólo quiere ver.

Inmediatamente busqué su boca mientras comenzamos a desabotonarnos los pantalones. Sacamos nuestras pollas que no tardaron en ponerse duras. Me gusta la polla de Federico, es grande, fuerte y lubrica rápido. Era cuestión de ser tiernos, de intercambiar unos besos y su polla, apenas salía del boxer, ya estaba húmeda y lubricada. 

Yo me bajé los pantalones hasta los tobillos, Federico hasta las rodillas. Comenzamos nuestro ritual masturbatorio. Ya conocíamos el ritmo de nuestras pollas. Nuestros besos eran profundos con mucha lengua y saliva. Cuando voy a la sala X, procuro no besar a nadie en la boca. Es tan sólo una norma de higiene..., aunque luego me meta una polla y la devore con aprehensión y devoción mística.

Detrás de nosotros unos abueletes habían dejado de mirar la película y nos contemplaban. Eso pareció exitar más a Federico, quien comenzó a buscar mi ojete para introducir sus dedos. 

El abuelete que estaba a nuestra derecha se rodó un puesto más hacía mí. Federico apenas levantó la mirada mientras nos besábamos. Mi vírgula había tomado un tamaño desproporcinado. Pensaba que no tendría una erección tan intensa pues había pasado varios días follando hasta tres veces con Federico. 

Detrás y delante nuestro ya teníamos unos siete abueletes que nos contemplaban. El abuelo que estaba a un asiento de mí, respiraba fuerte. A veces miraba a la pantalla, luego hacia nosotros, luego hacia los tíos que nos veían, luego de nuevo a la pantalla. Mi pene estaba urente. Supuse que el vejete se acercaría más y buscaría pajearme o hacerme un fellatio. No estaba equivocado. Al cabo de unos cinco minutos el vejete estaba a mi lado contemplando como Federico y yo nos pajeabamos como dos trasgos en un inmenso bosque oscuro. El vejete posó su mano sobre mi desnudo muslo ¡señal inequivoca de pedir permiso para participar!

Cogí la mano de Federico y la quité de mi polla. Con la mirada le mostré al vejete que mi polla estaba libre. Federico puso una sonrisa entre divertida y resignada. Cogí luego la mano del vejete y la coloqué sobre mi polla. Pude sentir una mano castiza, entrada en años, reseca como todas las pieles de Madrid. Me gustó como comenzó a masturbarme. Antes tocó con suavidad la polla. La recorrío hacía arriba y hacia abajo. Comprobó el tamaño de mis cojones, que estaban pequeñitos y listos para correrse. La mano le temblaba un poco, parecía que no podía creer el tamaño de ese erecto e inmenso trozo de carne. 

De cierta manera, yo tampoco podía creerlo. Estaba por experimentar una de las mejores mamadas de mi vida.