jueves, 20 de abril de 2017

Cruising Gay Parque El Retiro Madrid – (Part II)




Nos fuimos caminando a su piso a pocos metros del Retiro. Era un edificio muy viejo y por el cual había pasado en muchas ocasiones sin percatarme de su exitencia. Íbamos conversando de cualquier cosa. Del clima, de la crisis, de los tíos que pasean por el Retiro en verano.

Subímos unas escaleras muy oscuras con bombillas que emanaban muy poca luz. Aquí es, me dijo al llegar al segundo piso. Abrió una puerta cuyo número no pude identificar y entré a una sala que estaba completamente a oscuras pero se notaba algo por el escaso resplandor que entraba por las ventanas.

De pronto sentí un empujón hacia adentro y me golpeé la cabeza con lo que parecía ser un cuadro. Me estrellé literalmente contra la pared empujado por el abuelete. Me asusté. Pensé que me mataría. Sólo me tranquilizó el hecho de que el tío comenzó a tocarme los pezones por la espalda, a pasarme lengüetazos por la nuca y a restregar su paquete (que lo sentía pequeño) por detrás. ¡Tío que me has hecho daño! Le dije, pero esto lejos de asustarlo pareció provocarle una fuerte exitación y comenzó a decir cosas como eres una puta. Te follaré hasta que sangres. Eres mi perra. Este tipo de cosas la verdad me gustan mucho cuando soy yo el que las dice: soy tu perra. Fóllame hasta dejarme desangrada. Soy tu puta. Pero en este momento no me apetecía nada el juego de Dominante y Sumiso.

Tío, deja que quiero darme una ducha. No obtuve respuesta alguna. Al parecer se excitaba más y más. Yo seguía de espalda siendo manoseada por todas partes. En eso me bajó los pantalones y la ropa interior hasta los tobillos y me ordenó que me pusiera en cuatro patas allí mismo. Cosa que hice. El tío comenzó a meter su lengua en mi ojete. Su bigote me rosaba las nalgas y me daba un cosquilleo placentero, pero debo reconocer que después de casi cinco kilómetros de footing dentro del El Retiro me sentía sudado y sucio. Se lo hice saber al tío, no había duda de que era todo un guarro. Yo seguía en cuatro patitas mientras me metía su lengua por el culo y me acariciaba las bolas y el pene con otra mano. Quise incorporarme y tocar la polla del tío que ya estaba fuera del pantalón. Era una polla pequeña pero bien erecta. Esta entra fácil, pensé. Quería darle una buena mamada al tío pero no se dejó. Me mantuvo en cuatro patas comiéndome el culo.

Al rato de esto el tío se incorporó. Sacó un condón y se puso lubricante. Al parecer pretendía follarme sin meterme un dedo para lo cual protesté y le hice saber que necesitaba un poco de lubricante para mi ojete. Algo dijo entre murmullos y me dio el lubricante. ¡Joder! Pensé, ¡me quiere follar y ni siquiera espera a que se me dilate el ojete! No había terminado de sacar mi dedo del culo cuando el tío envistió con todas sus fuerzas mi culo. Cogiéndome con las manos por la cintura y empezando un intenso movimiento de mete-saca. El tío ni siquiera se había quitado el abrigo y la bufanda ni la boina que llevaba. Era un encanto de desesperación varonil.

Sentí su miembro pequeño, evidentemente duro pero pequeño. Fue lo que yo llamo una follada agradable. Nada del otro mundo. Además el contraste entre la violencia que ejercía, su rol de macho-dominante y el tamaño de su pene casi me hace reír. Aunque era placentero esa cosita que me acariciaba el ojete. No habían pasado más de cinco minutos en el mete-saca cuando el tío me dice que se va a correr y que se quiere correr dentro de mí. No dije nada. En este caso el silencio vale más que mil folladas.

El tío efectivamente se vino y las envestidas fueron cada vez más fuertes hasta quedar absolutamente aferrado en mi culo. Yo apreté hasta no decir más mientras el tío se salía lentamente de dentro de mí. Sentí que se apartaba y que se sentaba en un sillón a pocos metros de mí. Yo me incorporé. Me senté frente a él y comencé una paja. Estaba seguro que me correría rápido así que le pregunté que dónde quería mi leche. Ven, dámela en la boca, me dijo. Me levanté con el culo un poco adolorido y lleno de lubricante. Se reincorporó un poco en la silla y comenzó a mamarmela. ¡Guao! ¡Qué bien la mama este tío! Pensé. No duro mi polla más de tres minutos en la boca del tío cuando le avisaba que me corría. Me hizo el ademán de costumbre indicando que me podía correr en su boca. Sentí entonces como mi chorro salía y además como el tío me succionaba la leche extrayéndola de lo más profundo de mis bolas. Sentí un corrientazo eléctrico que pasaba desde las bolas, la próstata y mi uretra hasta salir por mi glande. Nunca ví mi semen. El abuelete en cuestión se dedicó a tragársela toda. Le acaricié la cabeza y me tumbé en la silla de enfrente a descansar.

Estábamos los dos frente a frente. Ambos con los pantalones en los tobillos. El tío me pidió disculpas por el empujón pero es que él a veces tiene ganas de ser macho de verdad. Me pidió que intercambiaramos números de teléfono y que de vez en cuando podíamos quedar. Yo tomé nota, pedí el baño. Me limpié el culo y me arreglé para salir. En eso el tío había encendido las luces. Era un piso con una decoración muy antigua, de los años sesenta o quizás principio de los setenta. Muchas fotos familiares, algunos floreros decorativos que se veían eran caros.

El tío me pidió que me fuera porque su esposa y sus nietos estaban por llegar. Me despedí con una pequeña sonrisa y una palmadita en el hombro. El tío ni siquiera me miraba a la cara. Estaba como apenado. ¡Pero cómo había disfrutado de mi culete! Al salir decidí que en par de días me metería a algún sauna. A pesar de la follada me quedé con ganas de follar y de mamar. Ya en el metro pensé: ¡Mi madre! De nuevo casi me lio en un embrollo familiar por ir a follar en casa de tíos casados. Nota mental: tomar medidas de precaución la próxima vez.

jueves, 6 de abril de 2017

Cruising Gay Parque El Retiro Madrid – (Part I)




Había comenzado una rutina dura de entrenamientos motivado a mis problemas coronarios. De martes a viernes dedicaba algunas horas de natación por las noches hasta llegar hacer una rutina de casi tres kilómetros diarios de piscina.  El resto de los días los dedicaba al footing. Comencé con un kilómetro de footing hasta que logré hacer una rutina de cinco kilómetros de footing los sábados, domingos y lunes. Aprovechando  mi soltería heterosexual después de que Laura y yo nos habíamos separado, condensé mis idas al Cine Duque de Alba una vez por semana, dedicando el espacio de los domingos 11:00 am cuando los vejetes se encierran en el cine mientras sus mujeres recorren los espacios del Rastro. Abrí un espacio los martes en la tarde-noche para ir de vez en cuando a algún sauna en Madrid y una vez al mes decidí ir de cazería a The Cage o The Ring.

Parte de mi rutina de footing era en el parque El Retiro. Mi ruta habitual es subir por la primera entrada que queda subiendo desde Atocha. Allí comienzo un footing suave hasta llegar a la estatua del Ángel Caído, a partir de allí me dirijo en dirección norte hasta la otra parte del parque y luego me regreso por el sendero de cruising gay, muy famoso en el ambiente gay madrileño.

En lo personal nunca me ha gustado practicar el crusing al aire libre, entre otras razones está la enorme vergüenza de que me vea algún transeúnte decente y también el miedo que me embarga a que me coja la policía, más allá de los posibles cargos por desacato a la ley y perturbar la sana paz urbana.

En mis primeros días de cruising gay me informé por internet de las principales zonas de cruising, y la alameda que está junto al Ángel Caído es una de las más citadas y concurridas especialmente en las tarde-noches de verano, dónde metidos en medio del follaje, los furtivos amantes se encuentran para pajearse o hacerse sendas mamadas. También es una zona donde algún que otro junkie está al acecho para compartir alguna jeringuilla infectada. He oído en ocasiones de que algún que otro macarra le da por robar carteras.

Lo cierto es que aquella tarde de abril después de haber terminado mis vueltas respectivas en El Retiro, decidí sentarme a descansar en alguna de las rotondas que están en medio de la alameda. Ya había visto previamente a  alguno de mis habituales vejetes del Cine Duque de Alba, todos ellos sentados en distintas bancas esperando a algún chicuelo con ganas de follar. Aunque no lo creáis no era mi caso. En verdad me había sentado a descansar, esperar a que se me estabilizara la respiración para ir a tomarme una caña con alguna tapa como cena, tomar el metro en Atocha e irme al piso a descansar.

El destino quiso que mis planes se truncaran. Al tener casi diez minutos allí sentado y a punto de irme pues estaba oscureciendo rápido, se aproximó a mí un vejete como de unos 60-70 años. Alto. Abrigado completamente pues la primavera suele ser muy fría en Madrid. Se sentó frente a mí con una mirada mezclada entre deseo y perversión. Tenía el rostro muy bien afeitado y un bigote casi mostacho abundante, espeso y gris. Éste tío debe ser un oso, pensé. Tenía actitud de macho-bisex-activo.

_¡Hola! – me dijo.
_¿Qué tal? – le respondí.
_¿Esperando a alguien? – me preguntó.
_La verdad – dije-, descansando un poco; pero si sale algo o alguien pues también.
_¿Quieres que te folle? – me dijo el tío. ¡Vaya! – pensé – ese tío va directo al grano.

Rápidamente revisé mi calendario mental y me caí en cuenta que realmente no tenía nada que hacer salvo llegar a casa a ducharme y dormir pues al día siguiente tenía una dura rutin de trabajo.

_Pues, me gusta la idea – dije - . Pero no aquí, no me gusta follar al aire libre.
_Tengo un piso por aquí cerca – me dijo con una sonrisa que notaba alegría - . En diez minutos caminando llegamos.
_¿Tiene condones? – pregunté.
_Tengo en casa y conmigo en los bolsillos – me dijo.
-Está bien – me dije - ¡Vamos!

Me sentía toda puta, toda una perra. Pero allí descubrí que era mi primer cruising serio en el parque de El Retiro.