jueves, 29 de septiembre de 2022

Crusing El Retiro (Parte 1)

 






Sábado de octubre. Ha comenzado el frío en Madrid, pero la temperatura aún es agradable. Por primera vez en años me apetece ir de puteo a El Retiro.  

Me acerco a la zona de cruising en los jardines de la escultura de El Ángel Caído que, por cierto, es de las pocas en su tipo en el mundo mundial según la Montse. Llego cuando ya había oscurecido. Di muchas putivueltas y me topé con uno que otro tío, solo miradas fijas, cada quien se tocaba el paquete, pero nada se concretaba. Entre los jardines se escuchaba uno que otro jadeo y el reconocido canto de las mamadas mutas. 


Después de muchas putivueltas me siento en uno de los puntos más densos del jardín, solo para descansar, cuando de pronto, se sienta junto a mí un crío de unos 20-22 años, sobre el pantalón se veía una polla prominente. Yo iba en plan mamadas y pajas y no tomé la precaución de traer goma y lubri. El tío me acaricia la polla, yo también le acaricio y tenía una herramienta que prometía: fuerte, dura; si me la metía por el culo quizás no podría sentarme en varios días, pero eso solo se piensa cuando ya ha pasao. 


De las sombras sale un tío algo mayorcete, le calculo unos 44-50 años, el joven se asusta y desaparece cual pardillo. El mayorcete me echa una mirada como diciendo “son críos, no saben lo que hacen. De pronto caigo en cuenta que yo tengo la edad del mayorcete, tengo 46 años recién cumplidos y me debo ver como un señor que es marica y que se va a buscar críos en El Retiro. Aunque la verdad sea dicha, me importa un coño lo que piensen los demás. Me voy de puteo y punto. 


Me levanto a dar otra putivuelta, solo que esta vez me adentro a un bosque más oscuro y directamente a una de las zonas de folleteo. A los pocos metros me encuentro al chaval de antes y que se había sacado la polla. Era una hermosa verga de unos 18-19 cms. Venosa, capullo prominente. El tío estaba en plan paja mecánica e indiferente. Me acerco. Nos miramos. Me arrodillo a mamar. Lo primero que me gustó es que era una polla muy limpia, de buen sabor, cojones pequeños y rasurados. Mamo y pajeo con gusto y la verdad, decidí quedarme a mamar hasta que el tío se aburriera o mejor, que se corriera. 


Estoy dedicado a esos menesteres cuando se aparece el mayorcete que se había cruzado antes. Habías dos posibilidades, que el mayorcete se sacara la polla y me diera de mamar, cosa que yo haría encantado, o que el mayorcete se arrodillara y quisiera comer la misma verga que me estaba engullendo, en cuyo caso, con mucho gusto la compartiría. Yo había tenido una niñez precaria y sin embargo, mis padres decían “en donde comen uno comen tres”, por lo cual, también estaba dispuesto a compartir la polla con ese “mayorcete”  que quizás tenía mi edad. 




Pero no todos tenemos los mismos valores y educación y el tío mayorcete decide, a lo bestia, que se quiere follar allí mismo y a saco al chaval. Me doy cuenta del por qué, en medio de la penumbra se apreciaba un crio de bellas facciones, culo redondo y pequeño que quizás estaba limpio y lampiño. El mayorcete entra a saco y le quiere bajar el pantalón al crio, pero el chaval solo quiere dar de mamar y se va con la polla al aire y yo me quedo allí, arrodillado y con una pena de saber que pude haber disfrutado un rato más de tan suculento plato. El mayorcete se saca la polla, algo flácida, pero con mimos y cariños podía ser un manjar; pero ya lo he dicho en otras ocasiones: lo peor que me pueden hacer es jugar conmigo a amo-sumiso y forzarme hacer el papel del sumiso.  No voy a negar que, a veces, con algo de jugueteo previo, caricias, pajas y mamadas puedo llegar a ser una putita servil, pero en ese momento y habiendo presenciado como me quitaron tan delicioso plato, yo decidí levantarme y dar otra vuela. 


Sigo caminando por medio de otro bosquecillo y me hasta que me encuentro de frente a otro tío, mucho mayor que los que había visto antes y con ropa de invierno, una bufanda le tapaba casi todo el rostro, pero en medio de la oscuridad sus ojos brillaban llenos de lujuria. Con la mirada entiendo que me quiere comer la polla, así que accedo y lo dejo que me la coma allí mismo, pero no era de buen mamar. Mamaba con brusquedad, usaba los dientes y comenzó a hacer daño, le pido que pare a lo que el macho me pide que lo folle, que él tiene goma. Le digo que sí, saca goma y lubri, me pone el condón con la boca con un talento que impresiona, pero el tío no se ha bajado los pantalones. El tío trata de desnudarse de la cintura para abajo, pero llevaba demasiadas capas de ropa, no encontraba como desabrocharse el cinturón y pues, se me bajó la erección. Me quito el condón y le digo que será para otra ocasión, a lo que me responde: “¡Maldito gilipollas!”. Yo que, a palabras necias, oídos sordos. Mientras continúo mi camino sigue con los improperios - “¡serás cabrón!”, y yo solo pensaba que necesitaba desahogo. Sobre las 22:00 hrs di una última putivuelta y me percaté de que estaba quedando la zona de cruising sola. 

 

(parte 1 de 2 - continuará) 



3 comentarios:

  1. Muy buenos relatos. Disfruto leyéndolos.

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  2. No recuerdo la última vez que fui de cruising al aire libre, tipo parque/bosque, pues no es algo que haya hecho más que unas pocas veces, pero la dinámica, percepciones,decepciones y alegrías, desde luego son muy similares a los locales de cruising, salvo la sensación de no haber perdido dinero si no te comes ni un rosco, jaja... Que ya veo que no fue la ocasión, al menos de momento en este primer capitulo ya algo comiste... quien sabe si aparece de nuevo el muchachito ;-)

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    1. Creo que la psicología de cazería de puteo en cruising al aire libre es distinta. También depende del lugar y de las experiencias previas. En lo personal, cuando voy a un sitio al aire libre por primera vez soy torpe, precisamente por andar con cautela no me vayan a robar o drogar, en fin, que uno nunca sabe.

      Gracias por escribir.

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