Vuelvo de
nuevo al Attack, el horario vespertino en tiempos de pospandemia me beneficia: la
Montse piensa que sigo en la oficina y puedo estar a mis anchas en plan puteo.
Llego un día
de semana, puntual a las 16 hrs y me encuentro que cambiaron el horario, ahora se entra a partir de las 17 hrs, había fila. Después de cambiarme,
salgo del ropero, sigo de largo por el bar y decido entrar a la zona de
chill-out. Putivuelta de reconocimiento, identifico en el ambiente que hoy será
uno de esos días en que no pasará nada de nada. Ya lo he comentado en otras
ocasiones, no soy el tipo de cliente de Attack, si bien paso por sugar daddy los críos se van decantando
por pollas exageradamente grandes o buscan chavales similares. Este fue uno de
esos días.
En resumen,
cinco chavales tenían toda la atención, no estaban mal pero tampoco eran una
cosa extraordinaria; lo peor, los demás tíos cayeron en el juego de ven,
acércate, no me toques, tú sí, tú no… y así se nos iba la tarde. Los chavales estaban
en todo su derecho de jugar cómo y con quién querían, lo malo es que la fauna
concentró su atención en ellos, no había posibilidad de subgrupos o parejas.
De esta manera, en toda la tarde solo degusté dos pollas, ambas rechazadas por
el quinteto de chavales, entendí bien por qué: pollas pequeñas, las croquetas
del bar que frecuento son más grandes. Sin embargo, cumpliendo con el
compromiso de puteo adquirido les di una buena mamada, pero los tíos se
pusieron en plan salvaje, tipo macho man y tal y querían follarme la boca a lo
bestia, quizás lo hubiese permitido porque la verdad es que las pollas no eran grandes y no me harían daño, pero me cabreó la actitud.
Más
putivueltas. Apareció un negro espectacular con el cual los críos se
entretuvieron largo rato. Pude apreciar en medio de la poca luz que el tío
tenía una polla descomunal, calculo unos 22,3 cms, polla tan gruesas que no
cabe en la boca. Los críos estaban ahí, acariciando al negro y peleando por esa
polla, la cosa era en serio: tanto era el deseo de los chavales por esa polla que
en un rincón encontré a dos que casi se iban a puños por la verga del negro. El
negro parecía escultura egipcia: erguido, con su enorme cipote, mirada perdida
en el infinito, él se dejaba hacer en la cruz de San Andrés.
Yo seguía sin
mayor acción. En un rincón otro chaval que no iba en grupo, me dio una buena
mamada, me puso una goma y me pidió que lo follara. Lo intentamos pero no
entraba, debo reconocer que el chaval tenía actitud, pero una cosa es uno y
otra el culo. Después de largo rato logro que entre hasta la mitad (unos 10,2
cms de mi polla) pero creo que al tío le dolió y se fue sin avisar. Me quedé
con la polla erecta y mi capucha presta para reventar más ojetes, pero nada se
divisaba en el horizonte universal.
Y así pasé el
rato. Nada de nada. Todos pasaron de mí y los pocos que querían algo andaban
apurados, querían folleteo a la bestia y pues, ¡venga! No estaba de humor.
Regreso a
casa sin correrme con la fortuna que la Montse quería que le diera a por culo.
Caricias, morreo, lubri y pá’dentro. Le doy caña, pero a la tía le comienza a
doler el culo así que me corro con una paja sobre su espalda. Nos duchamos.
Hora de la cena: hoy toca croquetas.
(Madrid, 17
de octubre de 2020)