miércoles, 27 de octubre de 2021

Último puteo antes de la pandemia


 


Durante los meses de confinamiento pensé en cuándo había sido la última vez que me había ido de puteo. A diferencia de todo lo que disfruté durante mi viaje por América entre 2018 y 2019, el 2020 fue un mal año para putear en Madrid. Es cierto que Montse y yo habíamos decidido vivir juntos y, a pesar de las circunstancias a nuestro alrededor, follamos a lo bestia. Pero en toda relación se pasa de la lujuria a la rutina, y pues me apetecía comer pollas, pero la situación de los locales no era la más idónea.

Pasé meses pensando cuándo había ido la última vez que me había comido una polla y fue justo con Monte, tomando un café en la terraza de un café en posconfinamiento lo recordé: Octopus, entre finales de enero y principios de febrero de 2020, os cuento lo que recuerdo de ese día.

Estoy seguro fue un día de semana pues había poco movimiento en el local, los sábados y domingos ya conozco el ambiente de puteo. En algún momento coincidimos cinco tíos en la sauna húmeda y pues nos fuimos de pajilleros. Recuerdo que eran unos chavales muy majetes y al poco tiempo uno de ellos se arrodilló e hizo que fuese el centro de atracción bucal. No recuerdo mucho de esa situación, alguien sugirió ir al sling y me dejaron solo con el chico que estaba mamando. Su mamada era grandiosa y se había compenetrado con mi polla, al cabo de un rato me corrí en su boca.

Creo que después fui a las duchas y luego al bar, es mi rutina. No recuerdo más. ¡Y pensar que esto ha sido un ejercicio de memoria de mi último puteo antes de la pandemia!

 

(Madrid, 5 de diciembre de 2020)

miércoles, 13 de octubre de 2021

Croquetas


 


Vuelvo de nuevo al Attack, el horario vespertino en tiempos de pospandemia me beneficia: la Montse piensa que sigo en la oficina y puedo estar a mis anchas en plan puteo.

Llego un día de semana, puntual a las 16 hrs y me encuentro que cambiaron el horario, ahora se entra a partir de las 17 hrs, había fila. Después de cambiarme, salgo del ropero, sigo de largo por el bar y decido entrar a la zona de chill-out. Putivuelta de reconocimiento, identifico en el ambiente que hoy será uno de esos días en que no pasará nada de nada. Ya lo he comentado en otras ocasiones, no soy el tipo de cliente de Attack, si bien paso por sugar daddy los críos se van decantando por pollas exageradamente grandes o buscan chavales similares. Este fue uno de esos días.

En resumen, cinco chavales tenían toda la atención, no estaban mal pero tampoco eran una cosa extraordinaria; lo peor, los demás tíos cayeron en el juego de ven, acércate, no me toques, tú sí, tú no… y así se nos iba la tarde. Los chavales estaban en todo su derecho de jugar cómo y con quién querían, lo malo es que la fauna concentró su atención en ellos, no había posibilidad de subgrupos o parejas. De esta manera, en toda la tarde solo degusté dos pollas, ambas rechazadas por el quinteto de chavales, entendí bien por qué: pollas pequeñas, las croquetas del bar que frecuento son más grandes. Sin embargo, cumpliendo con el compromiso de puteo adquirido les di una buena mamada, pero los tíos se pusieron en plan salvaje, tipo macho man y tal y querían follarme la boca a lo bestia, quizás lo hubiese permitido porque la verdad es que las pollas no eran grandes y no me harían daño, pero me cabreó la actitud.

Más putivueltas. Apareció un negro espectacular con el cual los críos se entretuvieron largo rato. Pude apreciar en medio de la poca luz que el tío tenía una polla descomunal, calculo unos 22,3 cms, polla tan gruesas que no cabe en la boca. Los críos estaban ahí, acariciando al negro y peleando por esa polla, la cosa era en serio: tanto era el deseo de los chavales por esa polla que en un rincón encontré a dos que casi se iban a puños por la verga del negro. El negro parecía escultura egipcia: erguido, con su enorme cipote, mirada perdida en el infinito, él se dejaba hacer en la cruz de San Andrés.

Yo seguía sin mayor acción. En un rincón otro chaval que no iba en grupo, me dio una buena mamada, me puso una goma y me pidió que lo follara. Lo intentamos pero no entraba, debo reconocer que el chaval tenía actitud, pero una cosa es uno y otra el culo. Después de largo rato logro que entre hasta la mitad (unos 10,2 cms de mi polla) pero creo que al tío le dolió y se fue sin avisar. Me quedé con la polla erecta y mi capucha presta para reventar más ojetes, pero nada se divisaba en el horizonte universal.

Y así pasé el rato. Nada de nada. Todos pasaron de mí y los pocos que querían algo andaban apurados, querían folleteo a la bestia y pues, ¡venga! No estaba de humor.

Regreso a casa sin correrme con la fortuna que la Montse quería que le diera a por culo. Caricias, morreo, lubri y pá’dentro. Le doy caña, pero a la tía le comienza a doler el culo así que me corro con una paja sobre su espalda. Nos duchamos. Hora de la cena: hoy toca croquetas.


(Madrid, 17 de octubre de 2020)