martes, 18 de junio de 2019

Tarde aburrida en la Sauna Octopus





Hay días de días y aquella vez que fui a la Sauna Octopus no fue la excepción. Pasé más de cuatro horas en busca de alguna escaramuza sexual, todo intento fue en vano. Estuve tanto tiempo en la sauna de vapor que tenía los ojos rojos, resecados, tuve dolor de cabeza, síntoma inequívoco de mi estado de deshidratación. Había un tío con aspecto latino, de cuerpo definido, machacado en gimnasio, con aire de cachas. El tío entraba a la sauna de vapor y salía inmediatamente. Entraba a la sauna seca y volvía a salir. Se sentaba a mi lado, me acariciaba la polla y de pronto se levantaba con actitud de quien huía de los placeres o del complejo de culpa, el tío tenía actitud de homohétero reprimido. Esta es la especie que más me aburre porque son calienta pollas, te acarician poco, te pajean poco y se dejan meter apenas el dedo a por culo, y cuando por fin me decido a tomar el rol de activo dominante huyen despavoridas, no les gusta que se les vea mamando, pajeando o follando pero tampoco terminan de dejarse hacer; y ese día éste espécimen abundaba en la Sauna Octopus.

 Logré acariciar la polla del tío, era muy pequeña para mi gusto. No volví a intentar nada con el tío, tenía la misma actitud con todos: medio tocaba los huevos, medio mamaba pero de ponerse en serio, nada de nada. Al cabo de un rato me topé con un tío algo mayorcete, como a mí gustan: entre los 50 y 55 años, cabello negro azabache -pero porque se lo pinta-, es decir, todo un mariconcete reprimido que se niega a envejecer, con gafas de aumento. Era gracioso que el tío entraba a la sauna con las gafas puestas y salía con los cristales empañados dándo golpes por todas partes. Me lo tropecé en tres oportunidades: en la primera, estaba en uno de los pasillos completamente desnudo pajeándose, no había nadie, así que me acerqué en plan de tocar y lamer pezones, me quité la toalla, al tío le gustó como le acariciaba los pezones, él sonrió y yo sonreí, miradas de putas cómplices. Comenzamos un tocamiento de cojones que no duró porque apareció de pronto un tío desnudo y el tío de lentes se asustó y me dejó allí, con la polla en proceso de ignición y la mano al aire. La segunda vez coincidimos en el jacuzzi y comencé a acariciar una de sus piernas, el tío se acercó y se acomodó ofreciéndo ojete,  justo iba a tantear esos senderos y territorios del placer cuando pasó un chico de los que trabaja en la sauna en plan de inspección y el tío de gafas se cortó, eso me aburrió y decidí salir del putijacuzzi, dí una vuelta y me tropecé con tres tíos que o no se dejaban tocar y si se dejaban, apenas pasaba alguien cerca se cortaban y desaparecían. La tercera vez con el tío de gafas fue en la sauna de vapor, estábamos él y yo y un tercer tío que estaba a la distancia, yo comencé el clásico putimagreo suave e inocente en el muslo del tío de lentes pero éste  era indiferente, en lo que el tercer tío, que estaba en la distancia salió, el tío de lentes se quitó la toalla, abrió las piernas, me comenzó a acariciar la espalda y de pronto entró otro tío haciendo que el tío de lentes huyera  de nuevo despavorido.

Me aburre esa actitud de marica reprimida, lo peor de todo es que no tuve ocasión de decirle a ninguno de los tíos para irnos a un apartado, me imagino que responderían que no, que les daba vergüenza o algo por el estilo. Así estuve mis cuatro horas de sauna perdidas porque en verdad iba en plan de folleteo, no me importa cuando pasan esas cosas si voy en plan indiferente, es decir, voy a relajarme y si pasa algo pasó, pero tenía tiempo sin follar con tíos y sentía la necesidad de algo más que unas simples pajas, yo era capaz de dedicar tiempo al morreo si la ocasión se presentaba, pero ese día no fue así. También me encontré con un pequeñín calvo y de barba con el cual conversamos en la sauna, el tío era maestro pastelero y le iba de maravilla todo lo que era la repostería, dulces, confites, chuches artesanales y pan en general, el tío vivía en Cotos de Monterrey y tenía algunas panaderías a las afueras de Madrid y de vez en cuando le gustaba darse el gusto de venir a follar a alguna sauna. El tío no me despertó morbo ni deseo alguno; sin embargo, y viendo que habían pasado casi dos horas y no tenía nada de nada, el tío panadero y yo nos encontramos en la sauna de vapor. Comenzamos el magreo, entró otro tío y ¡pum! mi panadero desapareció dejando perder mi levadura.

Por lo general, me la he pasado muy bien en la Octopus, pero esta vez no fue la ocasión. En lo particular, creo que este verano el movimiento de las saunas en Madrid ha sido bajo, por lo menos en lo que respecta a los horarios vespertinos. Salí de la sauna. La tarde había sido infructuosa. Me espera un agosto en el que espero putear más.

martes, 4 de junio de 2019

Otra del Canelita

Detalle del comic Sunshower de Gengoroh Tagame.



Ya les había hablado de El Canelita, el tío peruano, osete de musculatura definida y que me lo encontré en la Sauna Octupus con Julio, un chaval ecuatoriano de unos 20 o 22 añitos. La historia la publicó la gente de Cruising Madrid.

Aquí podéis ver la historia:

http://cruisingmad.com/relatos-gay/relato-gay-el-canelita

Pues bien, que me he vuelto a encontrar a los dos maricones en el mismo putisitio y en la misma posición y sin perder tiempo, conociendo cómo nos gusta a cada uno putear, no perdimos tiempo y nos encerramos en un apartado.

Fuimos cada quien a saco. Julio haciendo de puta se colocó en cuatro patitas ofreciendo ojete a su macho, que es El Canelita. Yo me puse de frente para darle de mamar. El Canelita se lo tomó con calma, comenzó a lubricar el ojete de Julio con saliva. Yo estaba feliz, porque además que Julio era un mamador dedicado, no había perdido tiempo en putivueltas y eso, a veces se agradece.

Una vez que El Canelita lo tenia penetrado, procedió a darle caña. Yo tenía acumulado el cansancio de la semana y me limité a dar de mamar al buen chico de rasgos indios. ¡Qué gustito me daba! ¡Y qué puta era, no me quitaba los ojos de encima mientras se comía mi polla y El Canelita le daba a por culo.

Canelita y Julio eran como una pareja no declarada, algo así como "amantes habituales" pero más por costumbre y necesidad que por amor. Eran vecinos, y como conté la vez pasada, El Canelita comenzó a follar al Julio desde que éste cumplió la mayoría de edad. Para Julio, tener a El Canelita cerca era garantía de un tío mayor que le podía pagar y acompañar a las saunas, aunque desde luego, en las primeras ocasiones Julio no compartía su culete con más nadie. Pero Julio descubrió lo inevitable: el maravilloso mundo del sexo compartido: a dos, tres, cuatro y más tíos jugando con ellos, revolcándose con ellos, chupando las vergas de todos ellos mientras todos buscaban su boca o culete, debo recordaros que Julio es pasivo, y solo le gusta que le toquen la polla cuando ha decidido correrse.

Por su parte, Canelita no podía darse el lujo de visitar saunas o clubes de sexo con frecuencia, primero porque estaba casado y sobre todo, porque vivía cerca de su trabajo y cualquier cambio de rutina la esposa podría sospechar. No es como en mi caso, que Montse sabe que tengo un horario que cambia durante la semana y a veces debo hacer reuniones a altas horas de la noche porque es la hora que pueden los empresarios de otras partes del mundo. Esas reuniones las hago una o dos veces al año, pero cuando necesito escaparme de puteo y Montse ha decidido pasar la noche en casa, pues esa excusa me ha servido.

El Canelita tiene la fortuna que dos o tres veces por año su esposa se va para Estados Unidos o Las Canarias y es justo allí cuando aprovecha para follar al Julio todas las veces que puede. Y aquí estábamos los tres, encerrados en en apartado disfrutando del sexo.

Estaba en estas cavilaciones cuando Canelita avisó que se iba a correr y sacó su pequeña polla y se corrió sobre la espalda de Julio quien al sentir la leche caliente gemía de placer unas 'Mmmmm' largas sin sacar mi polla de su boca. El Canelita me preguntó si no quería follar a Julio, pero le dije que no, que estaba por correrme y que me apetecía llenar el rostro de Julio con mi lefa, ¡claro, si Julio no se molestaba! Y comenzó Julio ha realizar unos sonidos como diciendo '¡Claro! ¡Por favor, no faltaba más! Y como en estas cosas de sexo el idioma y los códigos son casi siempre muy claros, le saqué la polla y me hice una paja a media caña rociando su cándido rostro de leche caliente.

Nos acostamos entonces, como una pareja-trío, Julio en el centro se dejaba acariciar por El Canelita y por mí. Estuvimos así un largo rato, acariciando nuestros vientres, cojones y pezones y conversando de cualquier cosa. De pronto, Julio se levantó y dijo que iba a ducharse. Allí descubrí que entre El Canelita y yo no había química, toda la combustión la colocaba el Julio como buen pasivo receptor.

Nos fuimos a duchar también, yo me fui al bar y no volví a ver a los chico el resto de la tarde.

Me tocaría hacer unas rondas de putivueltas.