miércoles, 23 de septiembre de 2020

Sauna Homosapiens Primera visita [2° parte] - Buenos Aires, Argentina. Puteando en América

 





Después de la escena del vejete comiendo polla en los casilleros justo a mi lado, sentí buenos augurios. Bruno se llamaba el vejete que había hecho la felatio al mozo de recta, gruesa y cabezona polla. Bruno se dio cuenta que yo era nuevo y me invitó a dar una vuelta con una mamada de bienvenida incluida. Era un tío majete, arquitecto y ahora estaba preparando su retiro. Casado con treinta años de feliz matrimonio, una esposa que toleraba sus aventuras homosexuales; si bien nunca lo pilló en esas andanzas, el Bruno no pudo con su cargo de conciencia y veinte años atrás le confesó a su mujer sus gustos por las pollas. Lo cierto es que hubo lágrimas, gritos, arrebatos de furia pero después de todo la buena compañía y el buen trato de Bruno hizo que su mujer lo aceptara, no sin unos cuantos años de visita al psicoanalista. La mujer de Bruno dejó de buscar culpables y la relación se mantenía estable siempre y cuando Bruno no rompiera las rutinas y costumbres del sagrado matrimonio. Todo esto me lo explicaba el vejete cuando de pronto caí en cuenta que estábamos en un rincón del cine, a oscuras. El vejete me dio un beso con lengua que disfruté mucho, luego nos sentamos en uno de los sofás donde hizo la mamada de bienvenida. 

Mientras esto acontecía observé a mi alrededor: conté en el cine unas sesenta personas, a partir de allí dejé de contar. Muchos en distintas acciones: pajas, mamadas y en los rincones oscuros folladas de pie. Como es el "cine" de la sauna casi todos estaban desnudos con la toalla en cualquier parte menos tapando las partes nobles. Al rato de mamar Bruno me dice que le duele la mandíbula, que a él le gusta comer pollas pero que lo maltrata un poco, que por qué no lo follo. Accedo. Me pone una goma, algo de lubri y pá dentro. Costó que entrara. Yo estaba sentado y el tío conduce mi polla a sus entrañas, en eso pasa alguien que le grita: "¿Qué tal Bruno?". El morboso del tío le responde: "¡Aquí ando! ¡Comiendo un buen chorizo!" Y todo así: con una tranquilidad que asusta. Ya con mi polla adentro el Bruno aprovechó para moverse a sus anchas: pá lante…, pá tras…, pál centro…, movimiento circular de cadera mientras gemía “papíto, rico. ¡Soy tu hembra…! ¡Soy tu hembra!”. Ya he comentado que este tipo de algarabía me produce dos cosas: i) risas, por lo cual puedo mantener la erección sin problemas o; ii) me corta el rollo y ¡zas! Pierdo concentración, erección y todo. Para mi pesar (y la del Bruno) pasó esto último.

Le digo al tío que necesitaba descansar, que no quería correrme tan pronto, cosa que es verdad; le dije que repitiéramos luego y me responde que él no repetía, pero que en un par de horas se encontraría con unos amiguetes a quienes les va el rollo de ser pasivos, que con gusto me los presentaría. ¡Mola! ¡Qué gusto es encontrar gente con ganas de follar, bien sea en plan activo o pasivo!

Nos separamos. Subí a por una ducha y luego dí una vuelta por los apartados con camilla del segundo piso. Observo que a esa hora (casi 15 hrs.) el público es amplio y variado. Fauna que va desde los 18 hasta los 200 años de edad: heteros conservadores, maricas de closet, travestis e incluso mujeres: algunas deportistas y otras con aspecto de amas de casa. Aunque estas anécdotas las narraré más adelante.

Di varias vueltas y salvo un tío de unos 40 años, alto, cabeza rapada con quien hubo magreo de paquetes frente a todo el mundo, no pasó nada más. Había morbo en el ambiente, pero también una especie de largo proceso de selección: muchas miradas, que si sí, que si no, que si eres lampiño, que si eres peludo…, en fin, la tarde apenas comenzaba y se veía que a algunos les sobraba tiempo. Me doy una vuelta por los apartados del segundo piso, en algunos la puerta estaba cerrada y se escuchaba mucha acción ¡y de la buena! En otros estaba la puerta abierta en donde habían tíos boca abajo (plan pasivo) o boca arriba (plan activo). Yo entré en dos que estaban boca abajo y luego, en otros dos que estaban boca arriba. En el primero que estaba boca abajo hice una de hijo de puta: me limité a acariciar las piernas del tío, la espalda, el cuello, susurrarle al oído si se dejaba follar, acariciarle los glúteos; nunca ví el rostro del tío pero a todo me decía que sí, comenzó a erizarse y a gemir; en eso entró otro tío y le dije: “te lo dejo en bandeja de plata. Quiere que le den a por culo”, salí inmediatamente y escuché tras de mí que cerraba la puerta del apartado con llave. Repetí esto con otro pasivo, esta vez con un tío mayorcete pero a este sí le metí los dedos en el culo y salieron tan llenos de mierda que casi me voy en vómito. Así que salí a lavarme. A pesar de la situación tan incómoda y asquerosa el morbo pudo más, después de lavarme las manos me fui por los activos. 

A uno le di una buena mamada: era un tío por sobre los 50 años de edad pero con una gloriosa polla, grande, de buen sabor; la polla perfecta para pajear o llevar a la boca pero que no me cabe en el culo. El tío se portó muy bien, no decía nada y lo poco que decía era lo básico: “más suave…, más rápido…, traga un poco más…, besa la cabecita…”. Íbamos bien pero se me antojaba seguir la incursión. Le dí sus palmaditas de rigor y le agradecí, me respondió: “¡A vos! ¡Qué bien mamas!”. Creo que me sonrojé y sí, hice lo mejor que pude. La otra polla era de un tío de unos 40 años y si bien estaba muy bien en calidad, tamaño, textura y sabor el tío se puso en rol dominante de follarme la boca con fuerza y su glande me lastimó en la garganta. Lo dejé ipso facto.

La tarde en la Homosapiens estaba resultando más fructífera de lo que yo imaginaba. Luego de otra ducha decidí volver al cine. Me encontré que había mucha acción, de hecho, el único sofá vacío era el primero justo frente a la pantalla. No me incomoda sentarme en primera fila si voy en plan magreo, mamadas o follada; pero iba en plan ver la peli y pues, que no se apreciaba bien. Todos los otros sofás estaban ocupados con parejas o tríos; algunas parejas tan solo viendo la peli mientras compartían una paja; los tríos, pues en lo suyo.

No llevaba ni cinco minutos sentado cuando diviso a mi lado izquierdo un tío que en la penumbra era de buen ver: entre 40-45 años, tamaño 1,68 mts, cuerpo delgado, sin signos de ejercitarse pero tampoco era de carnes flojas, de gafas, me miraba en la penumbra mientras se hacía una paja, desnudo, sin pudor ni vergüenza ajena. Yo entendí eso como una invitación porque además, la polla lucía como me gustan a mí: normal. Es decir, una polla lo suficientemente gruesa y larga para llevarse a la boca y que entre por el culete con facilidad pero que, cuando entra en el culo también causa placer. Me acerco y sin más preámbulo que la sonrisa de putita consentida me siento a su lado y, en fracción de segundos, llevo su polla a mi boca. El tío olía bien, estaba duchado e incluso se había puesto algo de perfume. Su polla no estaba completamente rasurada pero los pelos estaban en tamaño y proporción decentes. De sabor estaba bien sin llegar a los extremos de exquisitez. Por su parte, el tío me buscó la polla y cojones los cuales magreó a su antojo.”¡Tienes una polla inmensa! ¡Quiero que me folles!”, me dijo. Yo le respondí que no tenía problema pero que me dejara mamar un poco más. Cuando uno está en esta fase oral hay que aprovecharla al máximo. Luego el tío buscó mi culete, se untó en su dedo saliva y luego jugó con mi culo. Yo estaba feliz porque además, desde donde estaba podía seguir viendo la peli pornohomoerótica que, aunque mala, entretiene.

Al cabo de un rato el tío ha dejado de mover su dedo en mi ano, a pesar de que el dedo está allí, adentro, solemne. Me volteo para hacer contacto visual con el tío y lo encuentro comiendo un cipote descomunal de un negro de casi dos metros. No miento queridos lectores. ¡Qué pollón! No era tanto lo largo, que si bien era bastante, no me sorprendía, era lo grueso ¡qué grosor!. Pensé que le iba a explotar la cabeza al tío. Estaba en esas cuando siento una polla que se acerca sigilosamente a mi culete y que trata de entrar, me detengo, palpo la polla con la mano, es grande, va a doler un poco pero sé que una vez que entre habrá fiesta, la madurez, el tiempo y la putería permite que uno pueda vaticinar los resultados anales. Le digo al tío que se ponga goma, no follo sin condón. Me dice que él está limpio, que me quiere follar sin goma. Me extraño porque tenía la impresión que nadie ponía reparos en follar con condón, por lo menos había sido mi experiencia en Chile, México, Ecuador y en lo poquito que había follado en Argentina. Palabras más, palabras menos, terminamos siendo unos cinco tíos, yo en el centro caté unas tres pollas y varios dedos entraron a mi culete pero después de todo, nadie se atrevió a follarme.

Me aburrí un poco la verdad y decidí dar una vuelta de nuevo por los apartados que están a los laterales de la pantalla. Allí había mucho movimiento que lo resumo en mamadas y folladas. Se me acercó un tío de unos 35 años, delgado, con cinturón de castidad y maquillado, era una imagen grotesca. Me dice: “Llevo un plug anal desde hace cuatro horas, el culo está listo. ¿Me quieres follar?”. Me gusta la actitud de no perder tiempo y, ante tal súplica le digo que sí, pero con la condición que antes me haga sexo oral y luego me lo follo. “¡Trato hecho!”. El tío, ahí mismo, frente a unos diez tíos me hace sexo oral y con la boca me pone el condón. Se quita el cinturón de castidad y el plug anal. Me ofrece el culo sosteniéndose a una pared, varios tíos se acercan y nos magrean mientras observan el espectáculo. Me  follo al tío maquillado. Mi polla entra sin complicaciones, su culo está dilatado y lubricado. El tío comienza a gritar literalmente como una mujer. Le doy caña pero he tenido tanta acción en las últimas horas que no voy a aguantar mucho, le digo que me voy a correr. Un vejete a mi lado me dice que quiere mi "lechita" en su boca, yo por código de ética le pregunto al tío que me estoy follando cómo quiere que me corra y me responde que le de la "lechita" al vejete. Saco mi polla del tío con maquillaje, me quito la goma y el vejete está de rodillas esperando mi semen. Se lo ofrezco cual faraón egipcio se lo ofrecía al Nilo. No me he terminado de correr cuando ya el tío maquillado es follado por otro.

La fiesta sigue. Yo la he pasado muy bien. Mentalmente planifico otras incursiones en los próximos días a la Sapiens. Ha valido la pena.

(Buenos Aires, agosto de 2018)

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Sauna Homosapiens – Buenos Aires, Argentina. Primera visita - Puteando en América






Después de las decepciones de las saunas Madison y Unikus, estaba decidido: no buscaría más putiaventuras en saunas, me concentraría en las damas de compañía y travestis que había contactado por Whatsapp. Era dinero tirado pero por lo menos me aseguraba un orgasmo. Sin embargo, algo me decía que había que intentar una vez más así que decidí ir a la sauna Homosapiens.
      El local queda en un barrio tranquilo de Buenos Aires, se puede llegar en colectivo (autobús) y si se toma la línea roja del subte (metro), queda relativamente cerca de la estación Medrano. La primera vez fui en Uber, y desde el Obelisco hasta allí me costó cerca de 3 Euros al cambio de 2018.
     Lo primero que te encuentras es un letrero enorme que dice HOMOSAPIENS y las puertas de cristal que dan acceso a una taquilla en la que, cuando fui la primera vez, estaba una tía, algo mayor, de mirada cómplice y sonrisa afable, como diciendo: “otro que le gusta que le den a por culo”; la entrada costaba unos 200 pesos argentinos que en ese momento eran casi tres euros ¡TRES EUROS! ¡Bendita economía! ¡Demasiado barato!
      Después de pagar te dan un ticket que tienes que conservar. Entras en una especie de zig-zag de cortinas que no deja ver mucho y una vez que sales de allí te encuentras con un enorme bar de iluminación agradable, buena música, pantalla gigante, amplia barra. Me acerco al bartman y pregunto por la sauna, me enseña cómo funciona las áreas de puteo: Pasando el bar te encuentras a mano izquierda unas escaleras que conducen hacia arriba, por ahora obviamos las escaleras y seguimos de largo en donde después de una pequeña antesala está el cine: es un galpón grande, con muchos apartados, todos abiertos. En el centro están dispuestos una fila de sofás de dos asientos con un mesa de madera. Al fondo, la pantalla que proyecta una y otra vez la misma película homopornoerótica. Se puede pasar detrás de la pantalla sin problemas y, a cada lado de la misma, dos estancias con camas muy agradables, oscuro aunque la luz de la pantalla es tenue. Estos serán sitios que frecuentaré en las siguientes visitas.
     Si volvemos sobre nuestros pasos, pasamos de nuevo la antesala, ahora las escaleras quedan a nuestra derecha, hay que subir y lo primero que uno encuentra es un pasillo largo, muy iluminado en donde están los 268 casilleros. Luego, hay que caminar a la izquierda en donde te encuentras una casilla donde hay un chico que te cambia el ticket de la entrada por dos toallas —al menos que sea domingo, que dan una—, te dan ojotas —chancletas—, la llave de tu casillero, puedes pedir cuantas veces quieras jabón, lubri y preservativos.
      Si sigues caminando te encuentras la sauna seca y la sauna de vapor, paradójicamente, a mi juicio, los sitios en donde hay menos acción. Luego otra antesala, a la izquierda las duchas y si sigues de largo un pasillo en forma de U en la cual se distribuyen los apartados con literas ortopédicas de “masajes”. Al fondo de la U hay algunos cuartos oscuros, sin nada de iluminación a los cuales nunca entré. Si volvemos a la escalera que subimos pero vamos a la derecha, sigue el pasillo de casilleros y luego hay otras escaleras que conducen a más casilleros, una sala de estar, a la izquierda queda un solárium y si sigues puticurioseando, te encuentras con un pequeño laberinto que conduce a un cuarto oscuro en donde se puede hallar algo de acción.
    Después de esta putigira de reconocimiento, ubico mi casillero que quedaba en la segunda planta, cerca del solárium. Estaba un tío mayorcete, como me gustan a mí, de unos 58 años, cuerpo definido, acababa de llegar y se estaba cambiando cuando intercambió miradas con otro tío, algo más joven y que estaba en toalla. El joven se acercó y se fueron directo a por morreo, luego el vejete se arrodilló y allí mismo, frente a mí, con mucha iluminación, le dio una mamada de polla, luego volvió a comer la boca del chico y después se despidieron como sin nada. El vejete se me quedó mirando con una sonrisa.
     ¿Se conocían? Le pregunté. No, me respondió, primera vez que lo veo.
     Erección inmediata. La tarde prometía.

(Buenos Aires, Julio de 2018)