jueves, 18 de junio de 2020

Primera orgía pública [Parte 2 de 2]

    

    Como os había contado, don Miguel sacó la polla del moreno Rafa y jugaba con ella, la chupaba con o sin dientes, pajeaba, lamía cojones, pasaba lengua y dedos por glande y uretra. Rafa tan solo estaba ahí, se dejaba hacer, estaba ido, era un cuerpo con una jugosa polla.
    Por mi lado, don Rubén me había quitado los pantalones y estaba, al igual que su follamigo mama que mama, con la diferencia que don Rubén distribuyó mamadas de polla con lamidas de culo y... ¡sin pedir permiso se untó el dedo de lubricante y lo metió en mi culo! ¡Vejetes pervertidos que se les ocurre la idea de organizar juegos sexuales con tíos más jóvenes! ¡Ojalá cuando yo sea viejo haga estas cosas! Tuve curiosidad de sentir, luego, pase a la preocupación. La escena era de peliporno, estaba excitado y mis miedos radicaban ahora en que me corriese pronto; ya en aquel entonces conocía mi polla: si me corría tardaría unos treinta minutos en recuperar fuerzas y la noche prometía.
    No recuerdo cómo, el paso del tiempo es inexorable con la memoria, solo sé que de pronto éramos cuatro tíos de pie, en medio de la sala, magreándonos mutuamente. Pude catar las tres pollas: mi favorita en textura, fuerza y virilidad era la de Rafa, buen sabor, buen color, polla digna de ser modelo de dildos. La polla de don Miguel era de tamaño normal, pero firme, un tanto lechosa y a su manera apetitosa, dura para un señor de su edad. La polla de don Rubén ¡era la primera vez que la probaba y contemplaba! Era gruesa, siempre morcilla, nunca estuvo erecta, a pesar que pajeé y mamé con templanza. 
    Hubo muchas puticaricias, pero después de todo fui el centro de la follada. ¡Bendito sea el Señor por semejante placer y deleite!  Me colocaron patitas al aire, culo lubricado. El primero en follarme fue Rafa. Como os comentaba, yo estaba con el corazón en la garganta de los nervios, emocionado y excitado. Había tenido la oportunidad de estar en otras orgías en la sala X, pero esta era la primera vez que follaba con buena luz, a la vista de todos ¡Y cómo mola! La polla de Rafa costó que entrara, una vez dentro fue placer puro, el tío, quien nunca hizo contacto visual con nadie follaba con suavidad, medía cada centrímetro dentro de mí, lo exploraba con su polla para que yo tuviese confianza para cuando entrase con fuerza. Don Rubén se puso en cuatro patitas a mi lado y me comía la boca. Rafa salió de mi ojete, se cambió la goma —chico higiénico— y se puso una nueva para follar a don Rubén. Yo seguía con patitas al aire y don Miguel vino a por mi ojete. Su polla entró sin problemas. Al rato Rafa vuelve a follarme y en ese interín don Miguel se folla al Rafa, mientras tanto, don Rubén me daba su polla en mi boca que si bien estaba siempre morcillona en medio de tanto sudor y lubri era placentero poder mamar. ¡Una divertida orgía!
    En los tríos hay una serie de características: yo, como pasivo absoluto tenía que disfrutar y facilitar que el tío del medio, Rafa como activo-pasivo tuviese su espacio para follar con calma. Difícil, a mi parecer, lo tiene el activo absoluto, quien debe colocarse a una distancia en la que pueda follar al tío del medio y que a la vez le otorgue movilidad para que tenga ritmo.
     ¡Me corrí sin tocarme! ¡Era la segunda o tercera vez en mi vida que sucedía y lo disfruté! Los otros siguieron con su dale que te pego. No recuerdo mucho más. Me di una ducha y decidí regresar a casa. Cuando salí del baño Rafa y don Miguel estaban descansando, abrazados. Don Miguel lo besaba y lo acariciaba por todas partes, el moreno permanecía indiferente, dejándose hacer. Don Rubén estaba en bolas haciendo café negro, se indignó cuando le dije que me iba. Me dijo que el búho tardaría casi dos horas en pasar y que moriría de frío, era invierno, 2:33 AM, temperatura de  -10° C, vientos de 72 Kms/h., que me quedara, ¡joder! Charlamos un rato, luego me acosté en la habitación con don Rubén quien me desvistió, me pidió mamar, luego lo follé sobre la cama a cuatro patas.
     Dormí profundo.
     En la mañana me despertó otra mamada del vejete, lo volví a follar.
     Desayunamos solos los dos viejos y yo. Allí descubrí que el Rafa era un chapero que don Miguel frecuentaba y que lo llevaba al Cooper con frecuencia.
     ¿Dónde estarán don Miguel y don Rubén? Según mis cálculos deberían estar por los noventa años. ¿Habrán muerto en esta ola pandémica? ¿El Rafa seguirá de chapero?
     Cosas que uno recuerda en medio de la pandemia. 

                                                       Recuerdos de cuando me reventaban el culo.




jueves, 4 de junio de 2020

Primera orgía pública [Parte 1 de 2]


   


      Esto pasó en Madrid, entre 1990 y 91.
    Quizás el encierro, la pandemia y las muertes a nuestro alrededor me hicieron recordar a don Rubén. Un tío que conocí a inicios de los años noventa y que frecuentaba el Cine Duque de Alba. Yo tenía unos veinte años y estaba en clases en la universidad, tenía una novia con la que follaba una vez cada dos meses, era una relación extraña: no había amor, ni amistad profunda, no compartíamos casi nada en común, pero tampoco nos la llevábamos mal, funcionaba y listo. El sexo era algo secundario en una edad que no lo es para nadie, sexo mecánico que no venía mal. Yo satisfacía mis ganas homo con incursiones furtivas y discontinuas a la Sala X en donde, como siempre, a veces salía satisfecho, otras veces apenas una paja. En aquel entonces me consideraba 90% hetero y 10% bi, con el tiempo uno madura y se da cuenta que si te gusta la carne de cordero y el pescado pues puedes comer de ambas si se te antoja. 
     En el Duque de Alba follé en varias ocasiones a don Rubén, quien para la época era un señor mayor. Él me descubría en las tinieblas del gallinero, se acercaba, miraba con vicio, se sentaba en silencio junto a mí, caricia en la pierna, toqueteo de polla con pantalón, abría la bragueta y ¡zas! Engullía mi polla que a veces estaba morcillosa, otras veces lista para romper ojetes. A Don Rubén lo follaba en el baño y fue así como nos hicimos habituales. Quiero decir, cuando coincidíamos en el cine nos íbamos directo al baño, el tío comía mi polla y luego me ofrecía el culo, culo de vejete pero en el cual mi polla entraba con facilidad. Esto se convirtió en rutina cada vez que coincidíamos.
     Después de varias incursiones al baño con don Rubén, el tío decidió que era hora de dar un paso más allá, momento de cambias la rutina, me invitó a su casa en una fría noche de invierno. Vivía muy lejos, cerca de la estación de Cercanias de Tres Cantos. Nos encontramos en la plaza Tirso de Molina y de allí, cogimos metro y Renfe para llegar a su piso. Vivía con su esposa, una señora de también cierta edad pero que lo había dejado solo esta semana porque fue a visitar a la hija y a la nieta en Zaragoza. Me ha pasado que los vejetes son más putas cuando la parienta está lejos de casa. Era un piso con una sala gigantesca pero tan solo con una habitación. Me dijo que vendrían unos amigos y supuse que el vejete quería caña y se armaría alguna orgía, cosa que efectivamente pasó.
    Al rato llegaron don Miguel, un vejete como de la edad de don Rubén, es decir, alrededor de los sesenta y cinco años. Vejete de mucha energía, don Miguel era más afeminado y marica que don Rubén, él lo sabía y lo disfrutaba. Me enteré que don Miguel era el follamigo de don Rubén y, cuando éste se quedaba solo, como al parecer sucedía dos o tres veces por año, don Miguel era el llamado a llenar el espacio vacío que dejaba la mujer de don Rubén. Don Miguel ejercía un rol activo y de vez en cuando acompañaba a don Rubén al Cine Duque de Alba, aunque la verdad, que yo recuerde, jamás me lo había tropezado. Don Rubén dejaba el sofá de la sala con almohadas y colchas por si llegaba de improviso su mujer, pero en verdad los dos vejetes follaban como cerdos en la cama matrimonial, siendo don Rubén hembra en cuerpo y alma. Don Miguel vino acompañado de un tío moreno, con un cuerpazo esculpido de gym. Era un dominicano o un cubano, cabeza rapada, barba cerrada, muy cachas y casi no decía nada. Nos instalamos en la sala a tomar unas cubatas y romper el hielo. Don Miguel y el dominicano, que se llamaba Rafa, estaban sentados juntos, frente a nosotros, magreándose descaradamente; como podéis suponer, yo estaba sentado junto a don Rubén, quien me daba besos maricones en los mofletes, una mano sobaba mi espalda y de vez en cuando se quedaba viendo al dúo frente a nosotros. Yo estaba muy nervioso, era la primera vez que estaba en casa de un desconocido, con dos tíos que jamás había visto antes en plan de follar, mamar o lo que saliese. Estuve a punto de decirle a don Rubén que me marchaba, cuando justo en ese momento, don Miguel sacó del pantalón de Rafa una extraordinaria polla, grande, larga, cabezona, con ramificaciones de venas por todas partes. Una polla que, si bien no puedo tildar de monstruosa, era descomunal y era sorprendente ver como don Miguel luchaba contra sí mismo para tragarse cada centímetro de esa enorme polla.
     Mi miedo paso a convertirse en curiosidad. Mi gula en lujuria. Si alguna vez mi culo comenzó a lubricar fue ese día.