jueves, 17 de febrero de 2022

Polla erguida



Dejé amayorcete y al chaval, quienes se la estaban pasando bien. Pasé por los lavabos, en donde recibí una mamada de un chico de aspecto latino. Era de buen mamar, pero no quise dedicar todo el tiempo a él. Lo dejé, no sin antes devolverle el favor. Comí su polla, era larga, pero delgada y algo curva hacia la derecha; nada mal.

Cuando salí, habían llegado algunos tíos nuevos. Identifiqué a varias parejas o en su defecto, amiguetes que habían ido a pasarla bien. Tengo la impresión de que cuando a las saunas o clubes de sexo van muchas parejas, buscan intercambio con otras parejas, cosa que mola si dejan participar o por lo menos, ver el espectáculo. Pero pasó una vez, ya no recuerdo en dónde, fue una tarde de muchas parejas y los que íbamos solos, pues quedamos fuera de los juegos. Es como todo, se trata de la química, la gente y el momento. 


De estas tantas parejas, me encontré de frente a dos tíos quienes me abordaron sin ningún tipo de pudor. Uno, el que estaba a mi derecha, comenzó a magrear mi pecho y pezones. El que quedó a mi izquierda, se arrodilló y comenzó a comer mi polla. Era de mamar delicado, pero continuo. Con mi mano derecha le devolví el pezoneo al tío de mi derecha, mientras que con mi mano izquierda, acariciaba la cabeza que se engullía mi polla, comía como si de ello dependiera su vida. A pesar de la oscuridad, vi que ambos tíos eran pollones y que entraban en la categoría “tamaño promedio, tirando a grande”, aunque como muchos de vosotros sabéis, solo hay una manera de averiguarlo. Así que me puse de rodilla frente a dos hermosas pollas que degusté con placer, dulzura y delicadeza. Ambas eran de capullo grande, de buen gusto, aunque el que estaba a mi izquierda tenía demasiado pelo y el olor del pelambre no era agradable, por lo cual, me concentré en la otra polla que tenía poco pelo, se había rasurado algunos días atrás, había crecido el pelo, pero no estorbaba. 


Estuvimos los tres intercambiando mamadas. En algún momento quedamos los tres de pie, tocando nuestras pollas e intercambiando nuestras lenguas. De pronto, los tres sentimos la necesidad de dar de mamar a los otros dos y sin pensarlo nos arrodillamos al mismo tiempo. ¡Nos hemos muerto de la risa! ¡Qué putos todos! ¡Qué hambrientos todos! Pensé que el momento de follar había llegado. Me pareció que teníamos la confianza para compartir caricias anales, así que dije: 


_ ¿Follamos? Si queréis, podéis follarme primero. 

_ Más tarde –dijo el que estaba a mi derecha-. Queremos probar otras pollas. 


Y así, como habían aparecido de la nada, así desaparecieron.  


Me dejaron plantado en la penumbra, con la polla erecta, mirando avacío. Me volteo para dar otra putivuelta, así mismo: con la polla erguida como estandarte de guerra,  cuando en menos de dos pasos, aparecen de la nada dos putituristas. 

 

(Continuará) 






jueves, 3 de febrero de 2022

Llueve sobre Madrid


Noviembre de 2021, semana del puente. 

Llueve sobre Madrid. La Montse pasa la noche en casa de sus padres, así que yo le digo que me voy de cañas con los colegas, que llegaré a casa de madrugada, excusa perfecta para volver al Naked. Cada sauna o local de sexo tiene su público y sus características. No sé definir las del Naked porque, por lo general, es un grupo muy heterogéneo, aunque con frecuencia ligo con los tíos maduros. Llego pasada las 9 pm, hay poco movimiento. Luego de desvestirme, voy a la barra en donde hay cinco tíos, conversan de todo un poco. 

Doy una vuelta por el cuarto oscuro, me encuentro con un tío mayorcete que está “amamantando” a un crío. El vejete, seguro y con buena verga, pide que me arrodille y coma también de su polla. Muy amable de su parte, por lo cual, sin pensarlo dos veces, me puse de rodillas. Pude ver mejor al crío: unos 22 años, barba cerrada, rapado y con un hambre voraz. Pensé que no compartiría la polla conmigo, pero todo lo contrario, me cedió el rabo del mayorcete mientras él se dedicaba a los cojones y a lamer el culo.  

Estuvimos largo rato compartiendo la polla. De vez en cuando, me daba besos con lengua con el crío. Luego de unos minutos, el mayorcete pidió que nos pusiéramos de pie, él se arrodilló mientras se devoraba las dos pollas. El chaval y yo nos tratamos como amantes. Estuvimos de pie, dando verga al vejete mientras nos comíamos a besos y lamíamos los pezones. Todo con morbo, lentitud y placer.  

El mayorcete se dedicó a lamer el culo del crío, mientras que éste se puso en cuatro patitas mientras me comía la polla. Estábamos jugando y la pasábamos muy bien. A veces, yo alejaba mi verga, dura y erecta de su boca y la dejaba al aire para que la contemplara. En otras ocasiones, era el chaval el que pedía oxígeno y dejaba mi verga al aire.  

El mayorcete había lubricado bien el culete del chaval, el cual fue follado no sin cierta dificultad por el vejete. El vejete era un oso hermoso, de unos 50-55 años de edad, todo lleno de pelos blancos y una polla de tamaño promedio, pero de grosor considerable. En los primeros intentos de folleteo el crio descuidó mi polla porque no paraba de gemir de placer. El oso mayorcete era muy amable, no paraba de preguntar “’¿Te duele? ¿La saco? ¿Estás bien, tío?”. A lo que el chaval solo gemía de placer y podíamos identificar en el gemido que nos decía: “Duele, pero no pares. ¡No te atrevas a sacarla! ¡Rompe el culo!”.   

A nuestro alrededor pasaban los tíos, algunos se quedaban mirando, otros nos ignoraban. En varias ocasiones el osete y yo pedimos que se nos unieran a la fiesta, pero no hubo respuesta favorable. 

“Cosas de la lluvia”, pensé. 

Y decidí dar otra vuelta. 

(Continuará)