Era un vejete. Edad indeterminada. Cabellos largos y calva áurea. Regordete y mamón. Me despertó comiendo mi polla, sin previa autorización. Cuando me desperté por completo, me senté y dejé que hiciera conmigo lo que quisiera. Entre las tantas cosas que hizo me lamió el culo, metió para de dedos en mi ojete, que se estaba portando muy bien después de tanta acción.
Al cabo de un rato, el vejete quiso que yo le comiera la polla, cosa a la que accedí, primero por cortesía clásica de mutuas mamadas; segundo, porque entre toqueteo y toqueteo había palpado la polla del tío. Era una varita larga, quizás muy delgada para mi gusto, pero con un glande grande y redondo. Además, la polla estaba dura e imaginé a ese trozo de carne rozando mi próstata y yo en una corrida sin tocarme.
Entonces, mamé. El vejete tenía polla, huevos y culo afeitados. Noté que estaba de visita en la Sapiens para pasársela como nunca. Le hice una lamida de culo, no era que me apeteciera, pero quise devolverle los favores. Estábamos en esas cuando me dice que me quiere follar. Saco goma, lubri. Visto su polla, preparo mi ojete y me siento sobre su polla, dándole la espalda. Todo allí, en el último mueble del cine, a media luz. Pasaban unos tíos, miraban, no participaban y seguían. Cada uno en lo suyo.
Todo iba bien, pero se me cansaron las rodillas. El vejete no se había corrido. Como entre esos menesteres me había pajeado, el vejete notó que mi polla estaba dura y le apeteció que lo follara. Cambiamos roles y él se puso en cuatro patitas, mientras yo, con la toalla al cuello, me lo follaba. Estuvimos en clásicos de embestidas, diciéndonos mutuamente cosas lindas, como qué rico culo, decía yo y él decía rompéme la rajita, rompéme.
Ninguno de los dos se corrió.
Decidimos, descansar un rato, que no fue otra cosa que magreo, chuparnos la polla y pezoneo. El tío tenía un piercing en cada pezón, cuando un pezón se ponía duro, el tío gritaba de placer. Creo que sentía más placer en los pezones que en cualquier otra parte del cuerpo. Me ha pasado poco, pero me ha pasado: estar con tíos o tías que enloquecen de placer a través del tacto de los pezones.
Hubo un momento en que descansamos por completo, no nos habíamos corrido. Comenzó a decir cosas bonitas de mi polla: el tamaño, el sabor, la envergadura.