jueves, 6 de febrero de 2025

Sexo en Buenos Aires, Argentina (Parte 18) - Mamada con vejete 


 


Luego de la experiencia de los glory holes y de la lamida de cara que me regaló el tío vejete de barba de tres días, tomé una ducha. Después, busqué donde dormir una siestita. Mi primera opción fueron los apartados del segundo piso. Allí podría dormir con el arrullo de los tíos a mi alrededor: follando y mamando. Pero no conseguí un sitio adecuado. El lugar estaba más deteriorado que la última vez que lo visité, que fue antes de la pandemia. Recorrí los pasillos y de vez en cuando toqueteaba paquetes de los demás tíos, pero sin ánimos de ir más allá. Aunque había un vejete de unos 60 años, cabeza rapada, con un cuerpazo machacado en gym que me provocó comérmelo. Pero pasé de él.  

Algunos apartados no tenían puertas, esto estaba bien si la intención era acostarse e invitar a otros pasar. Otros apartados no tenían camilla y servían para follar de pie. Los pocos apartados que reunían las condiciones necesarias estaban siendo ocupados, bien sea que hubiera tíos follando con la puerta cerrada o estuviera algún tío sentado o acostado esperando a que alguien entrase para otorgarle placer. Ante este panorama, opté por buscar algún rincón en el cine. Aunque me temía que también podía llegar algún tío a despertarme. No sería la primera vez que dormía la siesta en algún lugar de tránsito y me despertaba porque me chupaban la polla o porque me metían un dedo con saliva en el culo. Después de todo, de esto se trataba el morbo y el cruising. 

Entro al cine. Al fondo el clásico movimiento en los glories y también en las camillas al lado derecho de la pantalla. Más acá, una pareja estaba dándose placer en el sofá de la primera fila, con muchas caricias e intercambio de mamadas. A su derecha había un trío en uno de los sofás, uno de los tíos estaba en cuatro patitas, comiéndose una polla por delante y otra por detrás. Todos muy concentrados en lo que estaba haciendo y sin importar ser visto por los demás. De eso se trata estos locales, ver y ser visto. Otra cosa es dejarse toquetear por cualquiera, pero si hay acción, dejad que la vista de otro disfrute. En general, a parte de los putitos que he descrito, había poco movimiento de entrada y salida de gente. Decidí hacer la siesta en el último de los sofás, es decir, en el primero cuando entráis a la sala de cine. Además de que estaba fuera del perímetro de placer, había algo de luz. Imaginé que un putito tímido no se acercaría y podría dormir la siesta. Como la calefacción estaba caliente, se estaba a gusto allí. Usé la toalla de almohada y me dormí en bolas. Los ruidos de folleteo y de la misma película hicieron que durmiera plácidamente. 

Hasta que un oso apareció. 

(Continuará)   






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