lunes, 20 de mayo de 2013

Federico (3)





Me costó convencer a Federico de que me acompañara a la Sala X Duque de Alba (o Tirso de Molina, como la prefiráis llamar). Federico es bisexual, aunque él se considera un "gay de closet". Tiene una esposa y tres hermosas niñas. Pero de vez en cuando se muere de ganas por comer una polla. Le gusta morder tetillas de hombre. Le gusta pajear y que otro macho como él lo pajeé  Sin embargo, no es un bisexual promiscuo. No le es infiel a su mujer con otras mujeres sino con tíos. A Federico le gusta lamer ojetes de hombre mientras acaricia la polla de algún hermoso semental. Pero a Federico no le gustan las orgías ni los tríos ni las masturbaciones colectivas. Es por ello que cuando aceptó a ir conmigo a la Sala X, para mí fue una sorpresa y el momento oportuno para hacer una de mis fantasías realidad.

Me gusta la idea de follar con un tío que de cierta manera es mi "pareja gay estable". Conocía a Federico, sus manos, su olor. Sabía perfectamente el sabor de su saliva. Me gusta de Federico la manera en que me hace un hermoso fellatio mientras me prepara el culo con suficiente lubricante a medida de que introduce sus dedos.

Federico tiene 54 años. Cabello blanco de canas. Un cuerpo muy definido que mantiene gracias a una intensa rutina de ejercicios. Federico trabaja para una importante corporación internacional y de vez en cuando visita Madrid. Esta vez estaría una semana residenciado en un hotel caro que queda entre Goya y Serrano. Durante toda esa semana le inventé a Elena que estaría muy ocupado con proyectos en la oficina y que llegaría my tarde para levantarme muy temprano. Elena lo comprendió, no le agradaba mucho la idea pero "accedió" a dejarme "libre". Estos son tiempos en que España está muy jodida y el que tiene curro debe cuidarlo. Esa semana me mudé a la habitación de Federico. Pasaría por casa sola para cambiar de ropa. 

Federico y yo haciamos el amor desaforadamente. La habitación era inmensa. Follamos en el baño. En la alfombra. En las sillas. La cama era para descansar o para hacernos un divino 69. Nos acicalábamos la polla con la boca de uno y del otro. Suave..., cada vez más suave. Mordíamos un poco las pollas para frenar el orgasmo, para sentir como el conducto seminal del otro vibraba. Tocábamos nuestros culos con total libertad. Derramábamos el semen de cada uno sobre el vientre, el pecho o la boca del otro.

Durante varios días tuvimos una intensa rutina de maratón sexual esa semana, quizás fue por eso que Federico accedió a acompañarme a la Sala X.






6 comentarios:

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  2. Hola Fernando! Gracias por escribir! Todo es autobiográfico, tan solo cambio los nombres.

    ¿por qué no vas al cine? Hay dias más "calmados" que otros.


    Un saludo desde la sala X.

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  5. Muy bien. Si no tengo imprevistos nos vemos.

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