lunes, 17 de octubre de 2016

Don Eusebio (o veras la leche correr) Parte 2 de 4




Una de las características peculiares de don Eusebio era el olor de su perfume. El abuelo se perfuma de veras. Era un olor entre cítrico y dulzón. Un olor que le daba un aire de “señor” pero al mismo tiempo de “abuelo”. No sé como describirlo. En diversas ocasiones que iba a El Corte Inglés y estaba en la parte de perfumes y colonias, me hubiese gustado preguntarle a la dependienta: “Hola. Si yo fuera un abuelo entre los 55 y 65 años de edad, que le gusta comer pollas a mediodía en la Sala X Duque de Alba y que, además de mamarla  me gusta ver como los tíos se corren… ¿Cuál perfume me recomendaría?
XX
Lo impresionante era que yo podía saber si don Eusebio estaba allí con apenas haber entrado a la sala de proyección porque el olor de su perfume destacaba por sobre la mezcla de olores de semen, saliva y desodorante ambiental. Apenas entraba, si sentía el olor podía caminar en medio de la oscuridad siguiendo mi olfato.
XX
Otra cosa interesante de don Eusebio era que jamás se dejaba hacer otra cosa. Lo de él era mamar y ver correr la leche. Me hubiese gustado devolverle los favores con una buena mamada o incluso, me hubiese gustado prepararle con cariño el culete con bastante cremita y follármelo con suavidad. Pero el abuelo no se dejaba hacer más nada.
XX
Recuerdo que una vez don Eusebio comenzó a magrearme el paquete y yo quise hacer lo mismo para él, pero lo que sentí sobre su pantalón fue un pene casi desaparecido y dos canicas que supuse eran sus bolas. No me dio oportunidad de nada. Bajó mi cierre, sacó mi cipote que pasó de estado morcilla ha verga-espiritual-monstruosa-erecta y me dedicó una buena mamada, que como siempre, cuando estuve por correrme le avise, me tomó de la cintura buscando mejor luz para ver mi leche correr y comencé a pajearme. El primer chorro de leche le salpico en la mejilla. Le pedí disculpas mientras seguía pajeandome. Estas cosas pasan, hijo mío; me dijo con un tono paternal y que entendía sin quitarme los ojos de encima.
XX
(Continuará)

1 comentario:

  1. No al punto de que llegaran a perfumar todo el cine, ya que este tenía un olor dulzón muy fuerte que te impregnaba todo con solo estar un rato, pero también me pasaba con alguno de mis habituales. Era que, sin verlos, me pasaran cerca y sabia que tal o cual ya esta por allí.
    Y luego ya los olía por todas partes... y es que tengo un olfato muy perruno, jejeje ;-)

    ResponderEliminar