Una de las características peculiares de don Eusebio
era el olor de su perfume. El abuelo se perfuma de veras. Era un olor entre
cítrico y dulzón. Un olor que le daba un aire de “señor” pero al mismo tiempo
de “abuelo”. No sé como describirlo. En diversas ocasiones que iba a El Corte
Inglés y estaba en la parte de perfumes y colonias, me hubiese gustado
preguntarle a la dependienta: “Hola. Si yo fuera un abuelo entre los 55 y 65
años de edad, que le gusta comer pollas a mediodía en la Sala X Duque de Alba y
que, además de mamarla me gusta ver como
los tíos se corren… ¿Cuál perfume me recomendaría?
XX
Lo impresionante era que yo podía saber si don
Eusebio estaba allí con apenas haber entrado a la sala de proyección porque el
olor de su perfume destacaba por sobre la mezcla de olores de semen, saliva y
desodorante ambiental. Apenas entraba, si sentía el olor podía caminar en medio
de la oscuridad siguiendo mi olfato.
XX
Otra cosa interesante de don Eusebio era que jamás
se dejaba hacer otra cosa. Lo de él era mamar y ver correr la leche. Me hubiese
gustado devolverle los favores con una buena mamada o incluso, me hubiese
gustado prepararle con cariño el culete con bastante cremita y follármelo con
suavidad. Pero el abuelo no se dejaba hacer más nada.
XX
Recuerdo que una vez don Eusebio comenzó a magrearme
el paquete y yo quise hacer lo mismo para él, pero lo que sentí sobre su
pantalón fue un pene casi desaparecido y dos canicas que supuse eran sus bolas.
No me dio oportunidad de nada. Bajó mi cierre, sacó mi cipote que pasó de
estado morcilla ha verga-espiritual-monstruosa-erecta y me dedicó una buena
mamada, que como siempre, cuando estuve por correrme le avise, me tomó de la
cintura buscando mejor luz para ver mi leche correr y comencé a pajearme. El
primer chorro de leche le salpico en la mejilla. Le pedí disculpas mientras
seguía pajeandome. Estas cosas pasan, hijo mío; me dijo con un tono paternal y
que entendía sin quitarme los ojos de encima.
XX
(Continuará)
No al punto de que llegaran a perfumar todo el cine, ya que este tenía un olor dulzón muy fuerte que te impregnaba todo con solo estar un rato, pero también me pasaba con alguno de mis habituales. Era que, sin verlos, me pasaran cerca y sabia que tal o cual ya esta por allí.
ResponderEliminarY luego ya los olía por todas partes... y es que tengo un olfato muy perruno, jejeje ;-)