viernes, 4 de noviembre de 2016

Don Eusebio (o veras la leche correr) Parte 4 de 4



Don Eusebio permanecía parado frente a mí. Nunca me miró. Su mirada estaba recta mirando el vacio que suele producirse en los cristales de las ventanas del Metro de Madrid.
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De pronto me colmé de recuerdos y mi polla pidió boca, culo, manos, ser acariciada, mamada. Quería hacerme una buena paja y dedicarle a don Eusebio mi chorro caliente de semen que tanto le gustaba ver.
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Pronto llegué a la estación El Capricho y don Eusebio  se sentó inmediatamente en donde yo había estado. Al salir del Metro, me quedé mirándolo mientras se cerraban las puertas y el tren cogía su camino rumbo a Alameda de Osuna. Me quedó un vació emocional. Después de haber hecho mi rutina de footing, cuando  regresaba a casa caí en cuenta que bien pude haberle preguntado por su perfume, ¿qué marca era? ¿dónde lo había comprado? Y quizás, en algún momento recordarle de manera discreta que alguna vez me comió la polla y que estaba dispuesto a que me la comiera cuando quisiera.
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No le pregunté nada por la sencilla razón de que si veo en la calle a algún tío con el que me hubiese liado en la Sala X o en alguna Sauna, jamás cometo la imprudencia de saludarlo. Si acaso una ligera mirada pero nada que comprometa. La gente no tiene por qué enterarse cuales pollas te llevas a la boca.
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Así que después de ese encuentro con don Eusebio, decidí preparar mi polla y mi culete para una intensa noche en The Ring.
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Don Eusebio, mi leche la verán otros, pero te dedico cada gota a ti.
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(Fin de esta crónica)

1 comentario:

  1. Un final bonito, pero triste.
    Aunque no podía ser de otra manera.
    Yo también soy superdiscreto con lo que pasa de puertas adentro y luego fuera, es otro mundo.

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