jueves, 18 de mayo de 2017

Pareja gay busca San Sebastián de los Reyes (or No. This is serious. One more hour in this town and I’ll kill somebody) Parte II




El cuerpo del alto no me atrae. Piel muy palida. Poco bello. Sin embargo gana puntos en una polla de envergadura considerable, casi superando el promedio y da unos besos con lengua que mata. Tiene talento para acariciar las bolas e ir colocando poco a poco de manera estratégica sus dedos en mi ojete.
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El pequeñín es muy mono. Un tío guapo. Un cuerpo lleno de pelos pero sabiamente distribuido. Barba cerrada. Está comenzando a quedar calvo y se ve que será un vejete hermoso. Me provoca comerme a ese pequeñín en pedazos. Pero nada es perfecto. No se deja quitar los slips. Se siente que es una polla pequeña, pero vamos, que también se siente que es dura y cálida y en la foto lo que provoca es lamer su glande grande y rojo.
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Estuvimos como veinte minutos en un intenso magreo. El alto no dejaba de besarme y darme besos por el cuello. Cosa que agradecí bastante pues además de que me excitaba lo hacía muy bien a pesar de que el tío en cuestión no es de mi gusto. Por fin logré quitarle los slips al pequeñín con ayuda del alto pero no se dejaba tocar la polla y constantemente se la metía entre las piernas. Pensé que podía ser una fijación homo-trans-erótica, pero al rato me dio por pensar que quizás era su manera de esconderla.
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Me arrodillo y comienzo a comer la polla del alto. No estaba nada mal. Se va poniendo más dura a pesar de que mantiene la envergadura.  El pequeñín está incomodo. Lo empujo hacia mí y le saco su polla de entre las piernas. Tal cual como en la foto: un glande grande, robusto y grueso. Voy alternando mamada entre a los dos tíos.
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El pequeñín me echa lubricante en el culo y comienza a darme un masaje y cuando menos me doy cuenta ya tengo uno de sus dedos en mi culo. Les pido condones y el alto ya tenía tres a la mano. Le pongo un condón a cada uno mientras me pajeo.
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El primero en intentar follarme fue el alto. ¡Qué desastre! ¡No entra! ¡Zas! pasa de largo. No sé si lo hace adrede o es que es un torpe. Mi culo está bien lubricado y dilatado gracias a las caricias del pequeñín. Le pregunto al pequeñín si quiere follarme y me dice que no. Le preguntó si quiere que me lo folle, pues mi polla desde hace rato está dura y lista para ensartar cuanto culo Dios creó. Me responde que no. ¡Joder, macho! ¡Pero de que se trata esto! Pensé.
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El pequeñín pide que nos sentemos en el sofá. El alto sigue con el  besuqueo. Me quedo yo en el centro masturbando a ambos. Pero algo en el ambiente parece no cuajar. Les pregunto si no desean que paremos un rato. Me dicen que no mientras seguíamos con lo que llamo un “magreo-neutral”, es decir, una paja que no lleva a ninguna parte. Son pajas verdaderamente tristes y no sería la primera vez que me pasa.
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Allí en el sofá me pongo con las patas al aire e invito al alto a que me folle. Tenía el pene durísimo y no quería perder la oportunidad de tener esa verga dentro de mí. Esta vez le cojo el pene con una mano mientras que con la otra me pajeo. El pequeñín se queda solo mirando. Así con las patitas hacia arriba me puede correr en cualquier momento. El pene del alto costó que entrará, pero una vez adentro y con mi ojete más abierto que la M-30 en Semana Santa nos pusimos con el mete-saca.
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No había pasado ni cinco minutos cuando el alto me dice que se va a correr. Yo le pido que se la saque y que me eche su leche en mi barriga mientras me pajeo. El alto saca su verga. Se quita el condón y se masturba. Se corre. Gime. Grita. Pero solo salen unas gotitas. Tres o cuatro a lo sumo. El pequeñín se quiere correr sobre mí. Yo le digo que sí. Mismo caso: tres o cuatro gotitas a lo sumo. Decido pajearme a toda velocidad y me salen varios chorros de lefa. El primero me llegó a rozar la barbilla. Los tíos ríen de felicidad.
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Me pasan unas toallitas. Me prestan la ducha y cuando regreso los veo atontados y me dicen con mucha vergüenza que por favor los disculpara. Que esa tarde estaban muy calientes y se habían corrido varias veces esperando a que llegase la noche.
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Me molesto un poco. Les digo que por qué entonces tanta insistencia en follar. ¿Se folla como se come? ¿Qué sentido tenía tanta espera? ¿Tanto insistir para después llegar y encontrarse que los tíos son masturbadores-compulsivos-electrónicos? Me voy un poco molesto y comienzo a recorrer las calles de San Sebastián. ¡Joder! ¡Había olvidado preguntar dónde cogía el búho! Sería una larga noche.
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