lunes, 7 de mayo de 2018

Tarde de otoño en la sauna Octupus (1 de 6)







Hay días en que a uno le toca hacer de activo. Cuando me voy de sauna son muy pocas las veces que me voy en una actitud de 100% Activo o de 100% Pasivo. Por lo general,  me gusta ir en plan de 50/50 o preparado psicológicamente para lo que tenga que pasar, aunque en muchas ocasiones el rumbo de los acontecimientos no es el más esperado y querido. Por eso suelo recomendar que si vais a la sauna, vayáis dispuestos a pasar un largo rato y dejaros hacer o haced de acuerdo al rumbo insoslayable de las circunstancias. Yo he aprendido a aceptar los rigores y designios de la Providencia: a veces me follan, otras yo follo. A veces me toca de mamón y otras es mi deber y sacrosanta obligación dar de mamar.
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En ocasiones he ido en plan 100% Activo y acabo siendo follado hasta por los oídos, sin que ninguna alma bondadosa se apiade de mi polla y mis huevos que buscan alivio sacando los jugos vitales. En otras ocasiones, voy en plan pasivo: voy a mamar, a pajear y a ofrecer el ojete y resulta que me toca poner a trabajar mi cipote. En otros momentos, he estado cuatro horas seguidas en la sauna y no pasa nada de nada, son momentos de meditación, reflexión o tristeza anal, según cómo lo veáis. Ni siquiera un gentil magreo de pollas o un pezoneo de intercambio. Me ha pasado también todo lo contrario: no llevo ni diez minutos de haber entrado cuando me encuentro liado en una enorme orgía que me deja tan exhausto que tomo una ducha y me voy a comer algo por la calle de Hortaleza o al restaurante griego que está por Chueca. Cuando miro el reloj fuera de la sauna ¡vaya! ¡No duré ni media hora y me la pasé de maravilla!
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En esos días había comenzado el otoño en Madrid y el clima se antojaba mucho más favorable para salir a disfrutar de las saunas de la ciudad. Me dieron ganas de liarme con un oso, así que esta vez mi elección fue la Sauna Octupús en calle Churruca 10. Era sábado por la tarde y la sauna tiene buena fama de movida precisamente los fines de semana. A veces se forman unos grupos en los cuales termino folla-que-folla y parece de nunca acabar. Asimismo, uno se encuentra unos tíos majetes que después de una buena mamada uno puede conversar de todo un poco. Incluso recuerdo que hubo una ocasión en que me lie con un oso mayorcete. Le calculo entre los 55 y 60 años, todo peludo, barba larga y espesa y un poquitín calvo.  Recuerdo que fue precisamente en la Octupus un sábado por la tarde en que me lo topé en la sauna de vapor. Nos magreamos un poco, me pidió que nos fuéramos a uno de los cuartos en donde, tirados en la colchoneta, nos hicimos un sesenta y nueve que nos había relajado a los dos. Al tío le gustaba jugar con mi ojete mientras mi polla entraba y salía de su boca. A mí me gustaba acariciarle los huevos que para la edad que aparentaba, los tenía duros y firmes. Después de las mamadas y las eyaculaciones respectivas, nos tomamos unas cervezas en el bar y lo único de lo que me habló fue de sus hijos, su nieto y de lo que amaba a su esposa. Sin embargo, le gustaba este ambiente prohibido de machos peludos y caricias. Todo lo que fuese prohibido y placentero lo incentivaba a follar. Me contó que nunca había engañado a su mujer con otra mujer, pero este ambiente de machos era su debilidad. Esa tarde fungí como de psicólogo, pero no me quejo, la mamada con el tío fue buena.
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Como os venía contando, esa tarde fui a la sauna Octupus, como es mi costumbre llegué temprano, era el número 1. Me gusta llegar temprano a las saunas con la intensión de aprovechar la mayor cantidad de tiempo; además, soy un hombre de costumbres diurnas y desde hace muchos años me trasnocho poco, aunque no voy a negar que especialmente en verano procuro aprovechar las noches de Madrid en sus distintos bares, en los cuales me he topado con unas pollas milagrosas y enormes que deberían ser parte de una antología homoerótica, y no solo una antología de relatos sino también de registro fotográfico. 
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Una vez leía que cada polla era como las huellas digitales: no habían dos iguales. Eso me hizo agua la boca –y flojo el culo- al saber que nunca tendría entre mis manos todas las pollas del mundo. Cada polla era distinta en tamaño, grosor, olor, peso, consistencia, forma, sistema circulatorio y reproductor, ninguna era igual a otra, eso abría la posibilidad de que las pollas fueran casi infinitas y por lo tanto, el placer de catar y sentir distintos cipotes era del número de estrellas que habían en el universo.
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Estaba en medio de estas cavilaciones cuando llegué a la Octupus, pagué la entrada y me dirigí al vestuario. Me di mi ritual de ducha calientita. Me gusta estar limpio de cuerpo entero para así ofrecer un cuerpo sano y lozano para placer y gusto de los colegas. Después, contrario a mi costumbre cuando visito la Octupús, me dirigí a la sauna de vapor en la cual me encerré a disfrutar del calor y sobre todo, esperar la llegada de los otros machos. Cuando me refiero a que fue contrario a mi costumbre, hago referencia a que me gusta recorrer el local. A veces uno encuentra un trío armado en alguna cabina con la puerta abierta ofreciendo un espectáculo y a veces permiten la participación voluntaria de los espectadores, lo que brinda la oportunidad concretar alguna orgía. La sauna lucía inhóspita, era yo el primero.
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No sé cuánto tiempo estuve sentado. Al rato entró el primer macho que había visto en la sauna desde mi indagación en medio de las instalaciones. Yo estaba sentado al fondo de la sauna de vapor, justo en la parte más oscura, desnudo, eso sí, estaba bien empalmado y había tomado la precaución de hacerme con tres condones y tres sobres con lubricante. ¡Y tenía ganas de usarlos! Esa tarde iba en plan de activo, si me tocaba sacrificar el ojete y la dignidad pues tendría que afrontarlo y más si era una buena polla lo que se me ofrecía.

(Continuará)

6 comentarios:

  1. Excelente, espero la continuación! Siempre he querido ir a uno de esos saunas españoles, aquí los que hay en mi ciudad son una tristeza.

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  2. ¡Gracias por escribir Elvio!

    ¿En qué ciudad estás? No te creas, los saunas españoles no son una maravilla pero tampoco se la pasa mal.

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    1. De Argentina, pero lo digo a comparación de los de Latino América que son un asco en general.

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    2. Pues no he tenido la oportunidad de ir a América, pero en cuanto vaya os comentaré.

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  3. Pero cuanta, cuantísima razón tienes en los primeros párrafos, jajaja.
    Obviamente me pasa lo mismo, aunque no llego casi nunca a sucumbir a mi parte activa. Cuando lo hago, es porque me pongo en plan solidario con mis compis pasivos. Si no hay activos que nos consuelen, ya nos consolamos nosotros mismos, jajaja ;-)
    Un placer leerte, como siempre.

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