miércoles, 15 de julio de 2020

Sauna Spa Azul - Quito, Ecuador - [Parte 1 de 2] Puteando en América





Sauna Spa Azul — también llamada “Bambú” — N° 89-36, Quito, Ecuador.

     La entrada es a través de una puerta de aparcadero. Cuando el negocio está abierto se entra por una pequeña puerta que permanece putidiscretamente abierta. Al pasar, hay una alfombra azul que conecta a la entrada e invita al puteo. Llegas a la entrada, pagas, te dan chancletas, dos toallas, sobres de champú, una barra de jabón y preservativo. Sigues caminando y hay un pequeño bar, pasas esto y en la planta baja hay dos ambientes: uno que semeja a una sala de estar, con muebles de fácil limpiar, baratos pero cómodos, una chimenea que en la parte donde va el fuego está un televisor gigantesco, el control remoto siempre anda por ahí;  al lado de uno de los muebles hay una mesa con un termo de agua con dos grifos: uno de agua caliente, otra fría. Al lado sobres de té y café instantáneo, te puedes servir al gusto. En el mismo espacio hay un pequeño gimnasio con multifuerza y en un lado dos cabinas con compus e internet libre. Pasas todo esto y te encuentras con el vestuario y los casilleros.
     Me cambio, hago la putivuelta de reconocimiento. Subo a la segunda planta en donde hay un lavabo, en el que por cierto, hice una de las cagadas más grandes de mi vida, pensé que me iría por las cañerías. Luego pasé al cine o por lo menos así lo bauticé: un salón con una pantalla con homoporno y dos sofás gigantescos; al lado de estos dos puertas negras que funcionaban como apartados con colchonetas en el piso y almohadas ¡Perfecto para la siesta!, pensé. Al lado del cine estaba un cuarto oscuro, era una habitación grande revestida completamente de madera. Pensé que sería como un laberinto pero nada más alejado de la verdad, era solo una sala oscura revestida de madera. No había bancos, no había donde sentarse, cosa que eché de menos porque como sitio de meditación y de espera para mamar era perfecto. Cuando mamo me gusta estar cómodo, no que sufran mis rodillas. Estuve allí largo rato pero no pasó nada. Nadie entraba.
     Decidí bajar y conocer la zona de saunas. Bajas las escaleras y hacia la derecha hay una pequeña puerta que conduce a las putisaunas, pasas el umbral e inmediatamente queda un urinario a la izquierda y a la derecha un cuarto de baño. Sigues de largo y entras a una gran sala, a la derecha queda el putijacuzzi el cual es alumbrado con luz exterior a través de un opaco tragaluz. El putijacuzzi es muy pequeño, de hecho, el más pequeño que he visto en mi putavida. No me apeteció entrar allí, además, siempre, SIEMPRE que pasaba por ahí habían tres tíos sentados al borde con los pies dentro del jacuzzi. De hecho, creo que tres tíos no cabían completo dentro del jacuzzi. Cada vez los tres tíos eran distintos pero la constante era la trinidad, siempre tres: homo, hétero y bi . Cerca quedaban tres duchas pero solo funcionaba una. Al lado de las duchas una puerta que era la sauna seca. Entré allí, espacio pequeño para mi gusto pero en el que un vejete de setenta años me comió la polla largo rato. Salí, después de esa incursión entré varias veces pero salvo un oso calvo de unos sesenta años a quien también dí de mamar, no hubo mayor acción. El oso al verme entrar me dijo “A sudar, a sudar, que el mundo se va acabar”. Le dije parco y seco: “Vale”. Me increpó: “¡Español! ¿De qué parte?”. De Madrid, le dije. “Ah, español de verdad, no como los vascos”. Y pues bueno, que los líos de territorios también se conocen en otras partes. No le contesté. Al día siguiente salía mi vuelo a la Argentina y no quise gastar energía.
     El calor de la sauna seca estaba a todo gas, salí de inmediato hacia la sauna de vapor, era pequeña, me gustó. La puerta tenía un cristal opaco que permitía la entrada de una luz azul índigo mortecina. La sauna tenía dos gradas que permitían al que deseaba ser mamado estar en la parte superior, y el que deseaba mamar podía estar sentado cómodamente. Yo subí al nivel superior. Conté que eramos unos cinco maricones en medio del vapor. Dos estaban a un lado de mí en intercambio de pajas. Junto a mí yacía acostado un tío desnudo y a mis pies se sentó un osete que en medio de la penumbra no quitaba sus ojos de mi polla. Decidí cerrar los ojos, relajarme, abrir mis piernas y entonces, empezaron las caricias.

1 comentario:

  1. Muchas puticosas pero poca acción, no? Bueno, eso me ha parecido hasta que al final ( y volviendo al titulo ) me he dado cuenta que era la primera parte, jeje...
    Seguro que era un putijacuzzi y no un putibidet ?
    A ver como acaban las caricias

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