miércoles, 29 de julio de 2020

Sauna Spa Azul - Quito, Ecuador - [Parte 2 de 2] Puteando en América




     Como es mi puticostumbre, una vez dentro de la sauna de vapor me senté en la grada superior, coloqué la toalla a modo de cojín, quedé en bolas. Cerré los ojos evitando pensar en el viaje que se aproximaba para la Argentina. Estaba mi mente en blanco cuando sentí el roce de un suave dedo en la punta de mi pie izquierdo. ¡Esto me sorprendió! Me han toqueteado muslos, piernas y a veces directo a la polla, ¿pero un pie? Me pareció extraño y divertido. Abrí un poco los ojos y en medio de la penumbra pude distinguir que a mis pies estaba sentado un oso entre unos 25 y 35 años —vapor y penumbra ocultan edades—, tenía barba cerrada y, como luego comprobé, era un tío muy tímido, dispuesto a mamar y pajear pero cada vez que alguien abría la puta puerta dejaba de otorgar placer y se sentaba como si nada hubiese pasado. En ese sentido, ¡qué dicha es conseguir al macho que con luz u oscuridad, abran o no la puerta, está ahí: chupando polla como si el mundo se fuese acabar! El tío hizo tres intentos de mamadas que eran interrumpidos por su inmensa timidez. Yo le incitaba, tenía la polla morcillona y entre el vapor lo miraba a los ojos como diciendo: “Ven, cariño. Cómete esta polla. Es tuya, de nadie más”. Me cansó rápido la situación. Yo con el tiempo me he vuelto muy exhibicionista que ni os cuento, ya en los últimos tiempos follaba en cualquier parte de Firewood o en la sauna Octopus. Uno con el tiempo pierde la timidez, por lo menos yo.

     Salí a por una ducha de agua fría y, como comenté antes, habían otros tres tíos sentados en el jacuzzi, distintos a los anteriores. De nuevo putivuelta de reconocimiento, el local vacío. Aparecía de vez en cuando un tío asiático que pasó de mi. Al rato aparece un oso de unos cincuenta años y conectó de inmediato con el asiático. Vi que se fueron a por morreo y pezones y desaparecieron en alguna parte en busca de un espacio más íntimo. Vuelvo a la sauna de vapor. Un tío que estaba a mi derecha me mira fijamente la polla. Con la timidez que me caracteriza abro las piernas y sacudo los cojones. El tío mete mi polla en su boca. Mamada suave, con firmeza, pajea lento con placer. El tío era delgado, de marcados rasgos indígenas, nariz aguileña, cuerpo que había pasado por un gimnasio hacia algo de tiempo. Cuando la polla estaba erecta el tío comienza a meter un dedo en mi ojete. Como la mamada era noble me acomodé para que disfrutara de mi culo. Su lengua comenzó a lamer mi culo. ¡Qué buena falta me hacía una lamida de culo! Tuve oportunidad de llevarme la polla del tío a la boca: era dura, curvilínea hacia la derecha. Calculé que esta polla tardaría en entrar a mi culo, ¡venga, que uno se conoce de lo que es capaz el culo de cada uno! También supuse que una vez que estuviese dentro esta polla me causaría enorme placer. Estuvimos un rato en plan de caricias anales y mamadas. Le pedí que me follara, accedió. Le puse goma, unté lubri en ojete y pene ¡pero qué desgracia la mía! ¡Mi orto no colaboraba! Era tal el estrés que tenía entre los preparativos del viaje y el trabajo que mi culo no colaboraba. Decidimos ir a un apartado, a lo mejor en la soledad mi ojete se relajaría.

     El tío salió delante y yo detrás. Lo seguí pero antes, siguiendo mis costumbres me duché de nuevo con agua fría. De nuevo: tres tíos en el jacuzzi distintos a los anteriores y también distintos a los del principio. Al salir de la ducha me dí cuenta que había perdido el rastro del macho de rasgos indígenas. Lo busqué por todos los putirincones de la sauna, cosa que me permitió descubrir un par de habitaciones que desconocía. El macho indígena había desaparecido.

     El hecho que mi precioso inca no apareciese permitió que hiciese un recorrido para llegar a algunas conclusiones: las instalaciones prometían como lugar de puteo, muchas paredes, ventanas y puertas deterioradas, al menos que esa fuese la estética que querían mostrar. La sauna seca tenía tablas de madera rotas. La sauna de vapor estaba bien: limpia y a todo gas. La fauna era variada en edades: abuelos, tíos adultos, osos, osetes, bujarros, maricas y maricones convivían a lo largo de la sauna con homosexuales reprimidos, bicuriosos, heteros en prueba y bisexuales voraces. Las edades oscilaban entre los 18 (edad permitida para entrar) y los 100 años. De hecho, en medio de la búsqueda de mi precioso inca me topé en el cuarto oscuro a un abuelo de casi 200 años que estaba en silla de ruedas y en toalla. Me pidió polla, le di un poco pero me desconcentró la silla de ruedas: ¿cómo subió? Di varias vueltas y no habían rampas para inválidos y menos ascensor.

    Volví al cine y me topé con un vejete australiano, delgado, polla de 22 cms. No perdimos tiempo y nos metimos en un apartado. Mamadas, pajas, yo lo follé, el tío trato de follarme pero mi ojete no colaboraba. Nos corrimos cada quien encima de sí. Fue agradable pero no memorable.

     Ahora tocaba ducha, regresar al hotel y esperar qué encontraría en la Argentina.


2 comentarios:

  1. Cuando te vengas para Argentina te contactas conmigo, saludos

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  2. Pues entre el mamatus interruptus del principio, el inca desaparecido, el bicentenario rodado y su culo poco colaborador no se puede decir que fuera una tarde espléndida. Entretenida, eso sí ;-)

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