jueves, 7 de julio de 2022

Lamida de culo (Federico en Madrid)


 

Si algo ha caracterizado la relación con Federico ha sido la puntualidad. La razón es simple. En los años noventa él se escapaba de sus obligaciones en Madrid, pero tenía el tiempo contado. Yo estaba en la universidad y aún vivía con mis padres, y cualquier cambio de rutina significaba preguntas, en especial de mi madre que tenía miedo de que fuera a convertirme en un drogadicto. Entonces, la puntualidad era cosa sería en aquel momento para Fede y para mí. Hoy en día es distinto: él tiene más tiempo disponible, yo por el contrario tengo una apretada agenda de trabajo y de intensa comunicación con Montse por WhatsApp; aunque con Montse, funciona muy bien lo de “reunión de trabajo”. Ella vio como durante la pandemia, yo tenía largas jornadas de trabajo con mi jefe, con clientes o socios de la compañía; por lo cual, cuando le digo a Montse que debo dedicar parte del tiempo a estas reuniones, lo entiende sin problemas. 

Le dije a Montse que me encontraría con unos potenciales clientes en el centro de Madrid, la tía solo esperaba que yo no me aburriera. Organizo mi tiempo para pasar cuatro horas con Fede encerrados en un hotel. Por su parte, Fede solo puede tres horas, así que aprovecharemos el tiempo para follar y conversar un rato. 


Llego puntual. Después de haber dicho en recepción que me iba a encontrar con don Federico, el recepcionista llama a la habitación, confirma que me esperan y me señala de forma indiferente en dónde está el ascensor. El tío nunca me miró a los ojos, estaba muy concentrado revisando algo en su compu. Yo sabía dónde estaba el ascensorno era la primera vez en que Fede y yo nos veíamos en ese hotel para follar. 


Llego a la puerta de su habitación. Está abierta unos milímetros. Fede siempre hace esto para evitar que toque la puerta y que alguien escuche. Entro. Me encuentro que el tío también acaba de llegar y sigue vestido. No se ha duchado ni lavado el culo; por lo cual, después de intercambiar besos y tocada de paquetes, me invita a que nos duchemos juntos.  


Como en los viejos tiempos, en menos de seis segundos nos desnudamos, acariciamos las pollas, pesamos los cojones. Nuestros glandes están llenos de presemen. Hay mucho morbo en el ambiente y muchas ganas de follar. Me arrodillo para comer la polla de Fede, pero el tío insiste: primero, quiere que hagamos las cosas con calma, segundo, que nos duchemos y tercero, dedicarnos a lamer nuestros culos.  


Entramos a la ducha y después del lavarnos comenzamos un intercambio de mamadas. En medio de la ducha, recordábamos los viejos tiempos en ese hotel. Ducha-mamada, ducha-metida-de-dedo a por culo. 


Un dedo se mete en mi culo con precisión alemana. 


(continuará) 





2 comentarios:

  1. Jo, Que breve !... Bueno Federico tiene razón. Con tres horas por delante se pueden hacer muchísimas cosas y pasarlo en grande ;-)

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    1. Sí, con tres horas hay espacio para todo.

      ¡Gracias por escribir!

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