miércoles, 22 de febrero de 2023

Sin quejas. Visita a The Meat Rack


 


No soy asiduo al Meat, he ido unas cuantas veces, creo que cinco y es mucho. Me apetece ir un sábado en la noche sobre las 23:00 hrs. La parienta se ido de viaje con sus padres y yo quiero buscar machos que me den a por culo. Llego y pago la entrada: 20 pavos. ¡No podrá putear en esta ciudad! Volveremos a las andadas de cruising en parques y baños públicos. Igual entro y tenía derecho a dos consumiciones. Soy el número 33 ¡Cristo en la cruz! Puede ser una buena señal: me van a reventar el culo hasta morir crucificado o quizás, sea santificado en medio de machos y nada de nada. Sin embargo, detrás de mí comenzó a llegar más gente, tíos de todas las edades, una fauna variada. Hice un análisis muy general y calculo que los tíos rondaban entre los 35 y 55 años. Interesante, la verdad. Todos con buenos cuerpos, machaca de gimnasio, muy varoniles, bigotes y barba, algunos osos muy peludos y de andar macho-man. 

Sin embargo, con el primer tío que me lie estaba desencajado con el lugar: flaco normal, nada de gimnasio, lampiño, afeminado y puto, pero con una verga gruesa y venosa, culo con mucho hueso para mi gusto. Sin embargo, nos tocamos un rato los paquetes, nos morreamos largo tiempo, el tío era de buen besar. Luego me dio una mamada memorable. ¡Hacía tanto tiempo que un macho no me comía la polla! Le incentivé a que me metiera algún dedo en el culo, pero el flaco era decente y no pasaba de abrirme las nalgas. Estábamos en esas y no recuerdo cómo, le terminé metiendo el dedo en el culo. ¡La muy puta se había lubricado el culo! Era de suave entrar y salir, aunque huesudo. Entre mamada y metida de culo, el tío me puso una goma y lo follé allí, de pie, prácticamente a la vista de todos. Aunque yo quería que se metiera más gente y se hiciera una orgía, pero los tíos nos veían un ratito y luego seguían. Le di caña un rato hasta que el tío se corrió con un chorro de lefa espectacular. Yo estaba muy macho-man, así que no me corrí. Le saqué la polla, nos morreamos un rato más y luego, cada uno siguió su camino.  


Yo me fui a por unas cañitas. No había gente en el bar, por lo cual, después de refrescarme decidí entrar al laberinto. Los laberintos, no sé, a veces me gustan, otras no, porque a veces no hay suficiente ventilación. Sin embargo, me encontré una fauna maravillosa, mucho mamón. Digamos que muchas parejas en plan uno dando de mamar, otro mama-que-mama. Supuse que, si encontraba a alguien desocupado pues podría liarme de activo o pasivo. ¡Cuál sería mi sorpresa cuando en menos de tres minutos tenía a cuatro chavales comiendo de mi polla! De los cuatro, tres se centraron en mi polla y el cuarto se puso detrás de mí, se dedicó a lamer mi culo. ¡Oh, Dioses! ¡Oh, Divina Providencia! ¿Qué había hecho yo para merecer ser esto? Todo fluía, pero me estaba asfixiando y sentía que me iba a correr y, contrario a mi manera de ser no me quería correr. Así que tuve que dejarlos para salir y tomar algo de aire, pero los chavales no se deprimieron, se entretuvieron entre ellos sus pollas.

  

Decido dar una vuelta, pero sin entrar al laberinto. Tuve algunas mamadas y algo que me extrañó: muchas lamidas de culo. Yo no lamí nada porque no tuve oportunidad, pero varios me lamieron el culo. Cerca de la 1 am decidí entrar al laberinto porque se había desahogado. Apenas entré me lie con un tío rapado, buen cuerpo, calculo unos 45-50 años. Nos dedicamos a las mamadas mutuas, mucho morreo. Me pidió que lo follara, me puse goma y lubri y entró muy fácil, pero a esa hora no me iba aguantar, así que no me quedo otra alternativa que correr. Me corrí dentro del tío, quien estaba agradecido. Nos despedimos con un beso en la boca. 


Decido irme a casa, pero había mucho movimiento, machos entrando y machos saliendo. Muchos mamones. En línea general había un buen ambiente y para ser mi primera noche de puteo sin la parienta, pues no tengo nada que quejarme. 

 




miércoles, 8 de febrero de 2023

Sabiduría anal. De vuelta al puteo


 

Se ha marchado la parienta. Me deja solo por tres semanas y quiero aprovechar todo el tiempo posible para putear. Putear como Dios manda, con tiempo, dedicación, sin apuros. Como lo he comentado antes, quizás fue por tener un chocho a la mano o por cosas de la edad, pero el año pasado (2022) no puteé lo suficiente, fue un año flojo para el puteo, aunque con una que otra salida interesante y que quedó reseñado en el blog.  

Apenas supe que la parienta estaba organizando el viaje con sus padres, me comenzó a picar el culo, las bolas se hincharon y la polla se puso morcillona, como en los viejos tiempos cuando el cuerpo me pedía alegría y cosa buena ¡Eeeeeh, Macarena! Saber que iba a estar solo, liberado a mis anchas por algunas semanas de la parienta me activó el puteo al máximo. ¡Me apetecía hacer de todo! Ir de cruising al aire libre, ir a bares de puteo, a saunas, usar Grindr, llamar al Federico y encerrar con él en algún hotel por unas 48 horas, dedicarnos a follar y acariciarnos.  


Luego de que ha partido el vuelo de la parienta and family de Barajas, regreso a casa para rasurar, con calma, bolas y culo. La parienta sabe que me rasuro bolas y culo, pero por lo general, lo hago en menos de cinco minutos cuando ella está en casa. Pero en medio de esta soledad decido tomarme mi tiempo y hacerlo con calma.  


Al llegar a casa lo primero que hago es poner música suave, cool jazz o smooth jazz. Tengo una cita conmigo mismo. “¡Pedazo de mariiiica!”, me digo a mismo. Saco la colección de plug anales que compartimos Montse y yo, aunque ella los usa más. Agarro el de tamaño mediano, le pongo lubri y pa’dentro. Entra como si siempre el culo lo hubiera estado esperando. Supongo que el culo guarda su sabiduría. “Sabiduría anal”, buen título para una entrada, me digo. Una vez con el plug en el culo comienzo a rasurar el vello púbico, luego bolas y por último todo lo que está alrededor del culo. De mi polla emana presemen y estoy excitadísimo. Sin embargo, no me quiero tocar y hacerme una paja porque luego voy a entrar en el letargo post-orgásmico. Reconozco que me provoca hacerme un pajazo y tragar mi propia lefa, es algo que no hago desde hace treinta años, pero no; prefiero aguantarme y ver que me depara la noche. 
 
Reviso la hora. Todo el proceso de rasuración duró cinco minutos. Pues, nada. A putear se ha dicho.