miércoles, 13 de marzo de 2024

Sexo en Medellín (Parte 5) El sillón rojo (Parte 2)



Luego de mi primera visita a El sillón rojo, en donde participé en una orgía con seis machos pollones, era lógico que volvería a por más. Además, el garito estaba cerquita del hotel donde me estaba quedando, echaba un paseo de unos diez minutos y ya estaba en pleno puteo. Como andaba pillado de tiempo, tenía que exprimir al máximo las opciones para dar una vuelta. Así que me di la vuelta. 

La dinámica que yo viví en El sillón rojo fue similar en los otros sitios de puteo que visité: poca clientela que se mantenía durante largas horas dando vueltas, tímidos y, cuando se entregaban al puteo, todo era fuego, sexo, sudor y semen. Entendí que la gente de por aquí se toma su tiempo para lanzarse de lleno. Eso sí, una vez que toman la decisión, se entregan completamente al desenfreno, tal y como experimenté en mi primera visita. 

La segunda visita la hice un sábado por la tarde. Llegué sobre las 14 h. Conmigo, eramos tres la peña. Un pequeñín simpático, pero que no hacía ni se dejaba hacer y un negro cubano, de casi dos metros, gordo y pollón. Al cubano le comí un rato la polla en algún rincón, era una verga inmensa que no me cabía en la boca y menos en el culo, pero para pasar la tarde del sábado no estaba nada mal. El cubano me quería follar, pero le dije que no, que esa polla no entraría por ninguno de mis orificios. ¡Y mira que me he metido cipotes enormes, largos y gruesos! Pero es que este no entraría de ninguna manera. Le pedí que me comiera un ratito la polla, que me diera un gustito, pero dijo que no, que él es cubano-activo. Pues, qué pena, le dije, porque si me comes la polla quizás se me dilataba el culo y follabamos. Dije esto pensando que quizás se animaría, en otras ocasiones, los machos me dan placer bucal, me toquetean un ratito el culo y termino en cuatro patitas, empotrada cual perra pasiva. Pero el cubano se negó. Yo, que también necesitaba de atenciones, lo dejé.  

El problema con locales tan pequeños como El sillón rojo es que, si no hay ambiente, no hay espacio para putivueltas. De hecho, en 37 segundos exactos podéis recorrer todo el local. Entonces queda esperar. Como os comenté, el sling no tiene posapies, por lo cual, tumbarse allí y esperar a que apareciera un macho hubiera sido imposible. En la camilla de la mazmorra dormí una siesta, esperaba que algún macho me despertara, bien sea que me diera de mamar o me la mamara, pero nadie se apareció por ahí. Me tumbé un rato en el sofá del minicine, pero no pasaba nadie y la peli era la misma de la vez pasada. El tiempo pasaba. Recordé uno de los comentarios que había leído en Google, que decía que en El sillón no pasaba nada de nada. Hice otra putivuelta de 37 segundos y éramos los mismos  tres tristes tigres: el pequeñín, que seguía tímido y el cubano, que me hizo el gesto de “Anda, déjate follar”.  

 

Sonó la puerta. ¡Ála, que llega la gente!  
 

Decidí esperar en el minicine.  

 

Al rato se aparece un tío blanco, 1.70 cms, cuerpo tonificado, jockstrap negro con bulto prominente, lleva botas militares. El tío da vueltas por todo el local, parece un tiburón dentro de una pecera de carassius auratus. Yo estoy medio dormido y no termino de hacer contacto visual con el tío. Me estoy quedando frito cuando el enano se dirige hacia la mazmorra, seguido por el tipo del suspensorio. Pasan un rato y no vuelven. Me levanto del sofá de la minisala con aires de cazador. No me importa si no me invitan a follar, estaré encantado de ver mientras le doy a la zambomba. 

Camino hacia el fondo, escucho jadeos de placer, está el pequeñín sentado en el sillón rojo mientras el tío de jockstrap le come la polla. ¡Nada tímido el pequeñín, que es una zorra! El pequeñín grita y dice en ese asento sudamericano que qué rico y tal. Me paro frente a ellos y me pajeo. Estamos cada uno en lo suyo cuando el pequeñín le dice que ya basta, que no se quiere correr. Se levanta y se va. Yo sigo allí, pajéandome. El tío de jocks me muestra una sonrisa y me hace señas para que me suba al sillón rojo. Yo accedo. 

El colega no se anda con chiquitas y va al grano. Chupetón de polla, de huevos, lengüetazos en el culo, todo a toda pastilla, con la presión justa pa' dar gustirrinín. No han pasado ni dos minutos cuando me mete dos de sus dedos de la mano izquierda en el culo. A la vez, el tío trastea con mis pezones, los lame, muerde y pellizca. Estoy en éxtasis. Le toco el paquete al tío y colabora, se saca un pollón de unos 22 cms, grueso, pero siempre en estado morcillón. Estamos en plan de caricias y el tío me busca la boca, yo estoy perdida, así que me dejo hacer. El tío no me saca los dedos del culo y sigue plan mamadas, tetillas y besos. Comienza a decir que qué gustazo le estoy dando, y mi polla ¡qué polla tienes, tío! ¡Me la comería por siempre! Todo lo decía en tono suave, lleno de morbo. Me puso a millón y le dije que me iba a correr. ¿Quieres que te folle mientras te corres? Me preguntó. Dije que sí. Se puso una goma, se paró frente a mí. Su polla morcillona se puso tiesa. Como yo tenía el culo dilatado, la polla entró con facilidad. Apenas la tenía completita en el culo, dio varias envestidas a toda caña. Allí corroboré que el sillón rojo no solo aguantaba la fuerza de un buen macho, sino que era un sillón mágico, os lleva a los cielos y al éxtasis. Me corrí con dos inmensos chorros que parecía una fuente, sobre mí cayó más lefa y el tío creo que también se corrió. Nos estuvimos dando besos un largo rato, nos chupamos las lenguas hasta quedar exhaustos. Me ayudó a bajar del sillón y quedamos en vernos en un rato.  

Fui al lavabo, me limpié y cuando salí, el tío de jocks se había vestido y bajaba las escaleras rumbo a la calle. Me había hecho ilusión una segunda follada con el tío. Pero no siempre se consigue lo que se quiere.  

(Continuará)