miércoles, 29 de septiembre de 2021

Crónica de pandemia

 



La Comunidad de Madrid ha impuesto de nuevo el confinamiento, en medio de esta situación y bajo la presión de mi polla, que deseaba ser manipulada por otros machos, tuve la extraña fortuna de ser una de las pocas personas en entrar al Attack, los dueños del local idearon un sistema por turnos que permite a los que no entren en un grupo entrar en la otra con el límite de aforo. Yo tuve la oportunidad de entrar entre los primeros a las 16 hrs. y no tardé mucho dentro, en media hora ya había vaciado los cojones.

            Después de cambiarme, me encuentro en el pasillo con un tío alto, algo mayor, calculo unos 50 años, pero aparentaba más, por la estructura ósea supuse que era angloparlante o nórdico, no sé nada de estructuras óseas, hablo desde el prejuicio. Lo cierto es que nos gustamos y nos metimos en el cuarto oscuro, efectivamente era angloparlante, australiano.

            Nos dedicamos a las mamadas. El tío tenía una polla morcillona que lograba mantenerse firme durante la mamada. Era una polla pequeña para la proporción de cuerpo del australiano, pero era excelente para mí, era de agradable pajear y me la podía llevar a la boca por completo sin que me ahogase. El tío era un mamador compulsivo y en mi polla halló la atención que necesitaba. Mamaba con mucha saliva, a veces se detenía solo en el glande; además, tenía una barba de tres días que, cuando la pasaba por mi capullo me enloquecía. Hubo poco pezoneo, todo se limitó a mamadas.

            En varios momentos combinó la mamada con lamidas de culo, cosa que me volvía una zorra. En medio de esto nos fuimos a por morreos, no hay duda que el tío era un experto en el aspecto oral: mamar, chupar, lamer. Estábamos dando una buena escena. El tío y yo estábamos dispuestos a que se incorporase más gente pero la peña estaba tímida, cosa que me parece inaudita pues estábamos limitados de tiempo y espacios en este Madrid pospandémico que parece más un “nueva normalidad” que otra cosa. Cada tío que pasaba cerca le hacíamos señas, el australiano sin pudor alguno les tocaba la polla…, pero nada, es como si estuviésemos untados de algún repelente.

            Continuamos en plan mamadas hasta que le avisé al tío que me corría. Él pidió que me corriese en su boca, cosa que hice y disfruté porque el tío sabía en qué momento presionar y en cuales no, para que fluyera mi leche y disfrutase mi orgasmo. El tío cogió toda mi lefa en su boca y cuando terminé, la escupió en el piso. ¡Venga! ¡Nada mejor para evitar el puto virus chino que dejar rastros de semen y saliva en cuartos oscuros! Me iba a despedir del tío, pero en cuestión de segundos ya estaba metiendo la boca en otra polla.

            Al salir, había una fila de unos cuarenta tíos esperando para entrar. ¡Qué putos todos!

(Madrid, 12 de noviembre de 2020)

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Heteromacho


 


Lo llamo Alfredo. Era un tío entre los 46-50 años, habitual de la sauna Octopus.

Era un pajillero profesional: le gustaba pajear y ser pajeado. No le gustaba otra cosa. A veces dejaba que le comieran la polla pero no más de allí. 

Especialmente, entre 2016 y 2017 por razones de trabajo tenía libres los jueves en la tarde, por lo cual, alrededor de las 14 hrs. yo me iba a la Octopus y de vez en cuando me topaba con Alfredo.

Tenía una polla de tamaño promedio pero era gruesa por encima de la media, por lo cual era de fácil pajear y entraba a la boca no sin cierto trabajo. Por lo general, los puntos de cruising para pajear eran en la piscina y la sauna de vapor. Si iba un jueves y nos encontrábamos íbamos a saco: nos metíamos al cuarto de vapor a por unas pajas. En varias ocasiones nos metíamos en un apartado, le gustaba que le comiera el capullo pero no que le lamiera las bolas y menos que le tocara el culo. Sólo una vez me metió la primera falange del dedo corazón en el culo y yo estaba dispuesto a que me follara, pero no quiso, se hacía el heteromacho. A pesar de ello, en par de ocasiones nos hacíamos pajas y él pedía que me corriera sobre su pecho, luego se corría. 


Recuerdos gratos.


(Madrid, 4 de noviembre de 2020)

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Puta en recesión


 



Madrid es cerrado de nuevo por la pandemia, el puteo se hace difícil, bares, saunas y clubes de sexo cerrados. No me anima ir a zonas de cruising. Decido visitar a Isabel, ella es una abuela que se dedica al oficio más antiguo del planeta y fue la puta con la que perdí la virginidad. Lo explico mejor: yo en aquel entonces no era virgen, tan solo nunca había estado con una puta, a los 18 o 19 años contacté a Isabel y follamos. No fue una follada memorable pero no estuvo mal. En aquel entonces la tía tenía unos cuarenta y tantos años, era aún guapa y como mujer madura sabía cómo tratar la polla de un crío que desea descubrir heterosensaciones.

La llamo, me dice que está sola en casa de su hija en Majadahonda, su hija se fue de viaje y la casa necesita atención, así que Isabel pasará esta nueva temporada de confinamiento allí, que si quiero me acerco que ella me da “un servicio” de primera. Le invento a Montse que debo buscar archivos en la compu de la oficina, que regreso en un par de horas.

Llego a donde está Isabel, me tiene preparado chocolate y churros, le digo que para después. Vamos directo al cuarto de la hija que tiene una cama gigante. Isabel lo ha preparado todo: varias capas de toallas, iluminación tenue, música china que pretende ser de relajación. Vamos directo al grano: masaje descontructurante en la espalda, boca abajo; después me apetece que me coma la polla y ahí vemos.

El masaje me lo hace desnuda. Se mueve fuerte y con precisión a pesar que su cuerpo es el de una señora de su edad, está bien conservado a pesar de las arrugas y carnes flojas. Como sabe que soy bi Isabel no pierde tiempo y desde los primeros momentos masajea mi culo, ha introducido los dedos varias veces y al percatarse que está limpio me regala una lamida de culo. Es cierto que un macho lame mejor, pero no me quejo. Me pongo boca arriba, la tía va directo a la polla, me abre las piernas, me mete el dedo en el culo y en cuestión de segundos me corro en su boca: abundante lefa mezclada con saliva y el aceite que usó para los masajes.

Descansamos boca arriba. Le comento a Isabel que el masaje estuvo de maravilla, buena mamada, orgasmo intenso, la música no me convence. Me responde que al parecer va a tener que dedicarse a los masajes normales, ya tiene setenta años y ya nadie la llama, ni siquiera por fetiche o para burlarse, simplemente pasan de ella. Charlamos un rato de todo, de Montse, de su hija, de mis putiaventuras por América, de la jodida pandemia, de la economía.

Nos duchamos juntos y me regala otra mamada en el baño. Se me pone dura, me corro de nuevo. Dice que no me cobrará esta, que fue por cuenta de la casa. Me despido no sin antes pagarle los 40 euros de masaje-mamada-metida-de-dedo-a-por-culo. Como la veo feliz porque se ha ganado el pan con el sudor de su chocho le dejo de propina 20 euros más. Besos en los mofletes, está contenta porque en todo lo que va de año de pandemia soy el segundo cliente. Me bendice como si fuera mi abuela y me regala una frase que es una joya: Dios ayuda a quien ayuda a una puta en recesión. 

 

(Madrid, 30 de octubre de 2020)