lunes, 18 de marzo de 2013

Isabel (4)






4



Cuando ya estaba por correrme Isabel era quien pedía dónde depositar mi caldo hirviente, "tíramelo en la cara". me decía a veces con desesperación, "anda, derrama tu simiente en mis tetas", otras veces; de vez en cuando me sorprendía como la alfombra de plástico negro "échalo aquí, coño, que quiero ver la cantidad de leche que tienen tus huevos". La vez más extravagante fue cuando me pidió que me corriera en un vaso donde me había dado refresco de maracuyá, con su mano izquierda Isabel sostuvo el vaso mientras que con la otra mano me masturbaba, cuidó que al momento de correrme no se cayera al vació ninguna gota de semen. Después del orgasmo, me siguó masturbando suavemente hasta no quedar absolutamente nada de semen en mi uretra. ¡Había logrado llenar un cuarto de vaso con mi semen espeso, caliente y espumoso! Mi pija se estaba poniendo flácida y en la punta del glande asomaba una gotita rebelde de semen, Isabel la chupó con la suavidad de que es un néctar preciado. Yo moría de placer.


Isabel colocó el vaso en una mesita y comenzamos a conversar. Ella habló de su nieta de la que está muy orgullosa, yo hablé de mi rutinario trabajo. El vaso de semen seguía allí, de vez en cuando Isabel lo miraba y me sonreía. "¿Qué vas hacer con eso?", le pregunté, haciendo referencia al semen. "Me da una pena tirarlo, pero no hay más remedio", me dijo. "¿No quieres que los coleccionemos?", dije medio en serio medio en chanza. Isabel me miró con cara de asco. Se levantó y se dirigió a la cocina, pude ver sus piernas llenas de várices y su culo caído pero que tanto placer me había deparado. Lavó el vaso. De pronto me sentí triste por la perdida de millones de mis niños que nunca nacerían.




Las niñas saben divertirse

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