lunes, 17 de junio de 2013

Federico (07)



Federico y yo intercambiamos los puestos.

El vejete acarició la polla de Federico tal como lo había hecho conmigo. Subía y bajaba suavemente. Tocaba los cojones. Daba apretones en el glande. Sin lugar a dudas el vejete tenía una larga experiencia acariciando machos. Su mirada pasaba a ratos en la pantalla, a ratos en la enorme y hermosa polla de Federico.

Yo acariciaba los pezones de Federico. Mi lengua se entretenía a ratos en su boca, otras en una de sus tetillas. ¡Tenía una inmensa polla! ¡Me moría de ganas de meterla en mi boca! Pero el vejete tenía el control absoluto. Por los próximos mil años esa polla le pertenecía hasta que la cansara. Detrás de nosotros, los vejetes estaban contemplando el espectáculo que ofrecíamos y eso parecía emocionar a Federico.

De pronto ví como Federico se retorcía. Me cogió con fuerza en un abrazo. El vejete había comenzado a hacerle una felación. Federico me besó y chupo mi lengua con tal intensidad que comenzó a dolerme. Aparté mi boca de él pero decidí trabajar los pezones. El vejete chupaba la polla de Federico con mucha tersura y pasividad, repitiendo las mismas atenciones que tuvo con mi polla. Podía ver el rostro de Federico a través del reflejo de la pantalla de la película. Su cara era de éxtasis puro. Federico acarició con suavidad la cabeza llena de canas y semicalva del vejete. Éste, permanecia ajeno a todo. En ese momento esa polla le pertenecía y tenía la misión de hacer que la polla "muriera" de felicidad. El vejete acariciaba las bolas de Federico con dulzura. De vez en cuando detenía su boca en la base del pene y comenzaba a subir, poco a poco, presionando con su boca. Eso hacía que hiciera presión sobre la uretra e iba sacando el líquido seminal de Federico ¡Viejo feliz! ¿cuantas pollas había mamado en su vida? ¿centenares, miles?

_¡Me corro, macho! ¡Me corro! - gritó Federico.

El vejete, de nuevo, tan sólo gimió como diciendo: "lo sé, tronco. Tú córrete en mi boca, macho".

Federico se estiró hacia atrás con fuerza en el asiento y gritó.En definitiva el vejete sabía como chupar pollas.
Fue impresionante ver como otro hacía que Federico se retorciera de placer. El vejete chupaba con ahínco pero al mismo tiempo con tranquilidad. Había logrado en menos de diez minutos que dos pollas sucumbieran de placer en la oscuridad de la Sala X. Este vejete merecía que se le construyera una ermita.

_¡Ya! ¡Ya! ¡Para, macho, para! -suplicaba Federico.

El vejete muy suavemente fue sacando la polla de Federico de su boca con mucha calma, sin derramar ni una gota de semen o de saliva. Cuando llegó a la base del glande se detuvo y pude  observar como presionaba la cabeza del pene para extraer la última gota de semen de Federico.

El vejete retiro su boca por completo de la polla de Federico y escupió entre el descanso donde estábamos y el asiento de atrás.

Federicó me dió un enorme beso y vi como le acariciaba la espalda al vejete. Éste, que se estaba limpiando la boca con un kleenex, le dió unas palmaditas a Federico en la rodilla y despues otras a mí en el muslo: la típica despedida después de una buena mamada. El vejete se marchó. Lo ví caminar contento hacia la salida. No había duda de que sabía que su misión en la vida era comer pollas y hacer que otros fueran felices.

Federico fue gradualmente bajando el ritmo de la respiración. Yo mientras, le acariciaba el pecho y le pasaba mi lengua por el cuello, las orejas, la boca y los pezones. 

Algunos de los vejetes que estaban alrededor nuestro se habían ido. Otros habían conseguido su "ración de pollas" y pude ver como algunos incluso estaban ya ofreciendo su culo al mejor postor.

Federico se quedó mirando la película donde una tía era follada por cuatro tíos a la vez.

_¿Aquí no pasan películas homo-eróticas? -me preguntó Federico.
_No -le contesté-. Es una paradoja que solo se proyecta en el cine películas "porno-heterosexual".

Federico se quedó un rato en silencio. El cine comenzaba a llenarse.


_¿Tienes hambre? -me preguntó. Me gustaba que después de follar Federico quería comer. Era señal de que la había pasado muy bien-. Yo tengo algo de hambre. ¿Te apetece algo?

_Vamos al hotel. ¡Quiero que me folles!

_Vale. Pero antes, comamos en El Club del Gourmet del Corte Inglés.

_Me parece bien.

Nos levantamos de los asientos y comenzamos a "vestirnos". Detrás de nosotros nadie estaba viendo la película. Ya estaba por comenzar una de las famosas orgías. Tres vejetes sentados le estaban haciendo una felación a tres vejetes que estaban de pie. Más allá, dos "buenos amigos" se estaban cayendo a pajas. Del otro lado, creí ver que un macho "preparaba" el culo a otro para penetrarlo. Esa tarde prometía.

_¿Siempre es así? -me preguntó Federico.

_No siempre. A veces vengo y no hay nada.

Sonó la campanilla. En menos de 30 segundos terminaría la película. Todos comenzarón a vestirse. Encendieron las luces. Salvo un vejete que quedó con los pantalones abajo, todos se habían acomodado. Era como si no hubiera pasado nada.

_Vámonos -dijo Federico.
_Después de tí -le contesté.

Y nos fuimos a patear Madrid. 







2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! ¡Me gustaría, pero por motivos de trabajo estoy fuera de España! ¿Irás al cine de todas formas?

      Eliminar