Apenas se abrió la puerta, todo el piso era una
gigantesca orgía gay a plena luz del día. (Digo lo de la luz del día, porque
siempre que me lanzo a The Cage o The Ring es de noche). No podré decir
jamás la cifra exacta de tíos de todos los tipos y nacionalidades, pero creo
que éramos más de cincuenta machos fornicando en un gran Todos-Contra-Todos.
XX
No se había terminado de entrar cuando el tío
australiano ya se había quitado los pantaloncillos y me mostraba una gruesa
polla. Era una polla de tamaño promedio tirando a pequeña, pero bien robusta y
gruesa, se marcaban las venas perfectamente, sin pensarlo mucho me quité allí
mismo la ropa y me puse de rodillas a comerle la polla a este tío.
XX
Mientras me comía la polla eché un vistazo a mi
alrededor y el cuadro era fascinante. Conté a cinco tíos que estaban dando de
comer polla a cinco más (eso hacen diez tíos). Más allá, en lo que supongo era
un pasillo que llevaba a las habitaciones, había un tío dándole de comer polla
a dos más (tres más diez son trece). En el centro de la sala había un tío como
yo en cuatro patas siendo follado por dos tíos: uno por la boca y otro lo
follaba por el culo y en cada extremo habían dos más haciéndose unas pajas
mientras esperaban su turno, es decir, este grupo era de siete tíos más los
trece anteriores hacen veinte. El australiano y yo sumábamos veintidós. Pero la
cosa no terminaba allí, pues de las habitaciones entraban y salían tíos.
XX
No tendría ni diez
minutos de estar mamando la rica polla del autraliano cuando un tío comenzó a
magrearme el culo. Miré hacia atrás sin sacarme la polla de la boca y vi a un
tío moreno, bajito también pero con una buena polla de envergadura normal
tirando a crecer. El tío estaba por meterme el dedo en el ojete cuando lo miré.
Se detuvo y me hizo un gesto mostrándome que en su otra mano tenía lubricante y
condones. Yo sólo sonreí sin sacarme la polla de la boca y con la mano que me
sobraba me abrí las nalgas. No habían pasado ni dos segundos cuando sentí el
chorro de lubricante en mi culo y las manos del moreno como me masajeaba el
ojete. Volví a mirar para atrás y el
moreno se había puesto un condón amarillo que le quedaba muy bien con su piel.
Por el olor pude percatarme de que era un condón con sabor a banana. Me folló
una y otra vez y sentí como se venía. Me cogía duro por la cintura mientras me
embestía. Yo apretaba mi culo con todas mis fuerzas. Pensé que me iba a desmayar
de felicidad. El moreno se corrió dentro de mí. Vi como sacaba su polla de mi
humilde ojete. El condón se había quedado en mi culo. ¿Significaba eso buena
suerte? El moreno muy gentilmente me sacó el condón del culo que tenía un
poquitín de mierda y me dijo un bonito “Thanks”. Me pareció adivinar que su
idioma nativo tampoco
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