martes, 4 de septiembre de 2018

Entre ojetes y ojetes. Una noche de viernes en The Ring (1 de 2)






Me la estaba pasando bien con Montserrat. Poco a poco habíamos dejado de ser una pareja de vernos de vez en cuando para follar, a establecer una relación 'más estable'. Por un lado eso me gustaba porque me place tener una pareja heterosexual estable, además, el sexo con Montserrat se había circunscrito a las tradicionales prácticas anales. Para quienes hemos tenido pareja-mujer sabemos lo difícil que es que las tías otorguen su ojete en ofrenda a los placeres anales. Montserrat desde muy joven había experimentado con su ano con la finalidad de prepararse en todas las posibilidades amatorias y de penetración por la puerta trasera. Montserrat le tenía pánico a quedar embarazada y fue por eso que decidió desde muy joven ofrecer su ojete antes que su coño.
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Yo en verdad me la estaba pasando la mar de bien. Nunca antes había entrado con tanta frecuencia a un agujero; y a pesar de que me la estaba pasando mola que mola mis deseos de follar a algún macho iban poco a poco creciendo. Me gusta penetrar y reventar puertas traseras, pero me gusta más si además puedo colaborar en alguna pajilla a quien me permite entrar por su ojete.
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Como tenía ya tiempo sin irme de cruising o a alguna sauna, me dieron unas ganas enormes de pajear a algún macho. Mis findes con Montserrat comenzaban los viernes y nos encerrábamos a follar hasta el domingo..., bueno, exagero un poco, no todo era follar, paséabamos, cenábamos y hacíamos todas esas cosas que hacen las parejas hetero cuando se profesan amor; pero ese finde comenzaría para nosotros el sábado así que decidí ir el día anterior -viernes en la noche- a The Ring.
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Como era de esperarse había bastante gente y la noche prometía. Llegué alrededor de la medianoche, pues entre otras cosas, supuse que Montserrat no me llamaría ni me mandaría mensajes por Whatsapp. En el ambiente de The Ring lo que dominaba era gente muy joven, muchos tenían unos cuerpazos que se ve los habían trabajado en el gym. Afortunadamente, yo no me quedaba atrás, gracias a mi rutina de ejercicios mantenida a raíz de mi padecimiento cardíaco gozaba de buena forma, cuerpo definido aunque sin exagerar y digamos que a mis 45 años ya estaba comenzado a comportarme como el clásico daddy, "estoy aquí para darte lechita, baby".
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Hice mi acostumbrada ronda de reconocimiento. Putivuelta como le gusta decir a Perro. Todo el mundo se había concentrado en la zona de laberinto y en el cuarto oscuro. Me preocupé, la verdad sea dicha. Suele pasar que cuando hay mucha gente, o se arma una verdadera orgía de chupar aquí y mamar allá, o por el contrario, la gente se magrea pero no pasa de allí. Sin embargo, esto no son leyes absolutas y uno debe dejar que la noche siga su curso.
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Después del respectivo paseo me metí en el laberinto de los azulejos. Allí me encontré con un chico pequeñito. Nos miramos. No había pasado un segundo cuando tenía al tío de rodillas comiendo mi polla. ¡Oh dioses! ¡El culete de Montserrat era maravilloso pero las mamadas que solo un macho te pude dar no tiene precio! Estábamos mal ubicados y no dejábamos pasar a los otros tíos que andaban en busca de su respectiva polla-mamada. Así que lo levanto y le digo al oído si no desea que vayamos al sling, el tío me dice algo incomprensible al oído pero que entendí como una afirmación. En el sling se tira boca arriba, levanta las patitas, se unta lubricante en el culo mientras yo saco una goma. El tío se comienza a pajear, situación característica de todo macho: hacerse una pajilla para aflojar los esfínteres. Con la goma puesta mi polla entra sin problemas encontrado un ojete cálido y tierno que me conmovió hasta el alma.
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Meto, saco, meto, saco. Junto a nosotros pasa un tío que me toca la espalda. Le invito a que me meta el dedo en el culo o que por lo menos le de mamar al pequeñín que tengo en el sling, pero el tío, que sea de paso estaba guapísimo, nos ignora completamente sumergiéndose en la oscuridad y el calor de otros cuerpos. Yo siento que no me voy a correr todavía cuando el pequeñín me dice que se va a correr. Le agarro la polla y no he terminado de pajearlo cuando se ha corrido dejando una espesa huella de semen  en su pecho que comienza a desparramarse por el piso. Saco mi polla. Le digo a el tío que no se vaya para que nos tomemos algo, en realidad lo que me apetecía era volverlo a follar. El tío se levanta y me dice que nos encontremos en la barra. Voy al baño, me lavo. En la salida un tío me magrea la polla con ternura pero muy amablemente lo rechazo. Ya en la barra pasan los minutos, ya voy a por la segunda cerveza y me temo que a el pequeñín lo tienen insertado en alguna parte o que se ha ido. De hecho, después comprobaría que sería esta última idea porque no lo volví a ver.

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