miércoles, 5 de junio de 2024

Sexo en Bogotá - Una con un travesti



Es impresionante como dentro de un mismo país hay diferencias substanciales. Mientras que el centro de Medellín era caótico, inseguro y prostibulario, el centro de Bogotá es virreinal. Una arquitectura del siglo XIX muy bien conservada, se puede caminar con tranquilidad por las calles, aunque hay que mantener el nivel de desconfianza y se la pasa uno muy bien. 

A nivel de sexo, que es lo que interesa en este blog, no conseguí tantas alternativas de clubes swingers, aunque había mucha información de clubes que funcionan a través de redes sociales, pero no contacté a ninguna. En cuanto a putitas, si os interesa comerse un coño, el centro de Bogotá ofrece de todo, desde putas que van a tu hotel, hasta pisos que ha sido adecuados como casa de citas. De estas visité dos y muy buenas tías, instalaciones seguras y satisfacción garantizada.  

Pero mi estadía en Bogotá era la más corta de todas y no tuve tiempo para ir de putisauna, así que decidí contratar los servicios de un travesti. Pues esto es también otro mundo. Al poner en Google la búsqueda básica de “Travesti Bogotá” ha salido de todo: desde cadenas de travestis unidas para mejorar las condiciones de trabajo hasta noticias de travestis asesinadas. ¡Vaya! ¡Debe ser muy duro ser trans por estos lados! Sin embargo, buscando y buscando conseguí uno de esos chats en donde las “chicas” ofrecen sus servicios. 

No os voy a negar que se me fue una mañana enviando mensajes aquí y allá, porque algunas putas contestaban, pero nunca concretaba ninguna cita. Hasta que salió una morena que dijo que sí, que estaba dispuesta, que iba a hoteles y que en 15 minutos estaría comiendo mi polla. Ante una actitud semejante, no tuve más alternativa. Servicios contratados. 

La tía llegó puntual, como lo había ofrecido. Era de tamaño más pequeña que la impresión que dejaba en las fotos; pero la polla, ¡qué polla! Como la tía estaba recién bañada y perfumada, sucumbí ante ese pollometro. 

¡Ostras! De rodillas probaba ese caramelo colombiano por primera vez y ¡qué experiencia más flipante, colegas! Os cuento, la textura era suave, como si estuviera flotando en una nube de azúcar; pero también firme como un roble. Es decir, piel suave-caramelo; tallo-roble-piedra y venoso. El sabor, ¡qué os puedo decir! Era un torbellino de dulzura que me transportaba directo a los años ochenta, cuando la Movida Madrileña estaba en su apogeo y todo era pura energía y folleteo. Era como si estuviera saboreando la libertad, la rebeldía y la diversión de aquella época, pero con el exotismo colombiano.  

La tía no era de mucho moverse o de tomar iniciativas, así que le pedí que me follara. Me puse en cuatro patitas, la tía me lubricó muy bien el culo. Como su polla perdió actitud, le di ánimos acicalando de nuevo ese pedazo de carne, cuando llego a su tono máximo, me di la vuelta y de inmediato entró esa polla de padre y señor mío. ¡Vaya maravilla Era como si se desatara una fiesta en mi culo, con todas esas sensaciones! Sentía sus bolas chocando y bailando en el clásico mete saca. La tía follaba con arte; no era una obra maestra del folleteo, pero la estaba pasando muy bien. 
 
Le pedí que se corriera dentro de mí mientras yo me corría con una paja. La tía hizo los espasmos del orgasmo, quizás estaba mintiendo, pero me daba igual, porque me corrí como tenía tiempo que no me pasaba. Nos quedamos retozado un rato en la cama, intercambiando besos y caricias hasta que se hizo la hora. Le pagué y se fue. 
 
Buena jornada. Lástima que se fue la mañana en buscar a la travesti ideal. ¡Pero valió la pena! 


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