Hay días en que a uno le toca
hacer de activo. Cuando me voy de sauna son muy pocas las veces que me voy en una
actitud de 100% Activo o de 100% Pasivo. Por lo general, me gusta ir en plan de 50/50 o preparado
psicológicamente para lo que tenga que pasar, aunque en muchas ocasiones el
rumbo de los acontecimientos no es el más esperado y querido. Por eso suelo
recomendar que si vais a la sauna, vayáis dispuestos a pasar un largo rato y
dejaros hacer o haced de acuerdo al rumbo insoslayable de las circunstancias.
Yo he aprendido a aceptar los rigores y designios de la Providencia: a veces me
follan, otras yo follo. A veces me toca de mamón y otras es mi deber y
sacrosanta obligación dar de mamar.
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En ocasiones he ido en plan 100%
Activo y acabo siendo follado hasta por los oídos, sin que ninguna alma bondadosa
se apiade de mi polla y mis huevos que buscan alivio sacando los jugos vitales.
En otras ocasiones, voy en plan pasivo: voy a mamar, a pajear y a ofrecer el
ojete y resulta que me toca poner a trabajar mi cipote. En otros momentos, he estado
cuatro horas seguidas en la sauna y no pasa nada de nada, son momentos de
meditación, reflexión o tristeza anal, según cómo lo veáis. Ni siquiera un gentil
magreo de pollas o un pezoneo de intercambio. Me ha pasado también todo lo
contrario: no llevo ni diez minutos de haber entrado cuando me encuentro liado
en una enorme orgía que me deja tan exhausto que tomo una ducha y me voy a
comer algo por la calle de Hortaleza o al restaurante griego que está por
Chueca. Cuando miro el reloj fuera de la sauna ¡vaya! ¡No duré ni media hora y
me la pasé de maravilla!
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En esos días había comenzado el
otoño en Madrid y el clima se antojaba mucho más favorable para salir a disfrutar
de las saunas de la ciudad. Me dieron ganas de liarme con un oso, así que esta
vez mi elección fue la Sauna Octupús en calle Churruca 10. Era sábado por la
tarde y la sauna tiene buena fama de movida precisamente los fines de semana. A
veces se forman unos grupos en los cuales termino folla-que-folla y parece de
nunca acabar. Asimismo, uno se encuentra unos tíos majetes que después de una
buena mamada uno puede conversar de todo un poco. Incluso recuerdo que hubo una
ocasión en que me lie con un oso mayorcete. Le calculo entre los 55 y 60 años,
todo peludo, barba larga y espesa y un poquitín calvo. Recuerdo que fue precisamente en la Octupus
un sábado por la tarde en que me lo topé en la sauna de vapor. Nos magreamos un
poco, me pidió que nos fuéramos a uno de los cuartos en donde, tirados en la
colchoneta, nos hicimos un sesenta y nueve que nos había relajado a los dos. Al
tío le gustaba jugar con mi ojete mientras mi polla entraba y salía de su boca.
A mí me gustaba acariciarle los huevos que para la edad que aparentaba, los
tenía duros y firmes. Después de las mamadas y las eyaculaciones respectivas,
nos tomamos unas cervezas en el bar y lo único de lo que me habló fue de sus
hijos, su nieto y de lo que amaba a su esposa. Sin embargo, le gustaba este
ambiente prohibido de machos peludos y caricias. Todo lo que fuese prohibido y
placentero lo incentivaba a follar. Me contó que nunca había engañado a su
mujer con otra mujer, pero este ambiente de machos era su debilidad. Esa tarde
fungí como de psicólogo, pero no me quejo, la mamada con el tío fue buena.
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Como os venía contando, esa tarde
fui a la sauna Octupus, como es mi costumbre llegué temprano, era el número 1.
Me gusta llegar temprano a las saunas con la intensión de aprovechar la mayor
cantidad de tiempo; además, soy un hombre de costumbres diurnas y desde hace
muchos años me trasnocho poco, aunque no voy a negar que especialmente en
verano procuro aprovechar las noches de Madrid en sus distintos bares, en los
cuales me he topado con unas pollas milagrosas y enormes que deberían ser parte
de una antología homoerótica, y no solo una antología de relatos sino también
de registro fotográfico.
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Una vez leía que cada polla era
como las huellas digitales: no habían dos iguales. Eso me hizo agua la boca –y
flojo el culo- al saber que nunca tendría entre mis manos todas las pollas del
mundo. Cada polla era distinta en tamaño, grosor, olor, peso, consistencia,
forma, sistema circulatorio y reproductor, ninguna era igual a otra, eso abría
la posibilidad de que las pollas fueran casi infinitas y por lo tanto, el
placer de catar y sentir distintos cipotes era del número de estrellas que
habían en el universo.
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Estaba en medio de estas
cavilaciones cuando llegué a la Octupus, pagué la entrada y me dirigí al vestuario.
Me di mi ritual de ducha calientita. Me gusta estar limpio de cuerpo entero
para así ofrecer un cuerpo sano y lozano para placer y gusto de los colegas.
Después, contrario a mi costumbre cuando visito la Octupús, me dirigí a la
sauna de vapor en la cual me encerré a disfrutar del calor y sobre todo,
esperar la llegada de los otros machos. Cuando me refiero a que fue contrario a
mi costumbre, hago referencia a que me gusta recorrer el local. A veces uno
encuentra un trío armado en alguna cabina con la puerta abierta ofreciendo un
espectáculo y a veces permiten la participación voluntaria de los espectadores,
lo que brinda la oportunidad concretar alguna orgía. La sauna lucía inhóspita,
era yo el primero.
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No sé cuánto tiempo estuve
sentado. Al rato entró el primer macho que había visto en la sauna desde mi
indagación en medio de las instalaciones. Yo estaba sentado al fondo de la
sauna de vapor, justo en la parte más oscura, desnudo, eso sí, estaba bien
empalmado y había tomado la precaución de hacerme con tres condones y tres
sobres con lubricante. ¡Y tenía ganas de usarlos! Esa tarde iba en plan de
activo, si me tocaba sacrificar el ojete y la dignidad pues tendría que
afrontarlo y más si era una buena polla lo que se me ofrecía.
(Continuará)
Excelente, espero la continuación! Siempre he querido ir a uno de esos saunas españoles, aquí los que hay en mi ciudad son una tristeza.
ResponderEliminar¡Gracias por escribir Elvio!
ResponderEliminar¿En qué ciudad estás? No te creas, los saunas españoles no son una maravilla pero tampoco se la pasa mal.
De Argentina, pero lo digo a comparación de los de Latino América que son un asco en general.
EliminarPues no he tenido la oportunidad de ir a América, pero en cuanto vaya os comentaré.
EliminarPero cuanta, cuantísima razón tienes en los primeros párrafos, jajaja.
ResponderEliminarObviamente me pasa lo mismo, aunque no llego casi nunca a sucumbir a mi parte activa. Cuando lo hago, es porque me pongo en plan solidario con mis compis pasivos. Si no hay activos que nos consuelen, ya nos consolamos nosotros mismos, jajaja ;-)
Un placer leerte, como siempre.
¡Si Perro!
EliminarA veces toca.