jueves, 8 de octubre de 2020

Sauna Homosapiens – Buenos Aires, Argentina. Segunda visita - Put3and0 en América







Ya conocido todo el putiterreno de la Homosapiens decido volver e ir directo al cine. Afuera hace un frío de los mil demonios, en la sauna funciona la calefacción a toda caña. En el cine hay unos 27° C, perfecto para andar en bolas. Apenas entro me quito la toalla, la pongo en el cuello en plan cachas. Noto que hay movimiento detrás de la pantalla. Camino hacia allá, me gusta lo que veo: gente follando de pie, de rodillas en los apartados. Una pareja se magrea en un sofá, en otro están follando a toda caña. En otro están de mamadas. En otro se pajean. Mucha acción. Me gusta que todos están desinhibidos. Puedes quedarte viendo y nadie se molesta, otra cosa es entrar al ruedo y ahí prefiero, por ahora, estar al margen.

Entro al putirincón de la derecha y contemplo el paisaje: dieciocho sombras se tocán entre sí. Hay tres tíos ejerciendo rol pasivo, dos en cuatro patas y otro con las patitas al aire, varios en fila que esperan su turno para follar. Mamadas y magreos. Siento que una mano mide mis cojones, es un vejete, edad indefinida por las sombras pero vejete. Con su mirada dice “Dame polla”, se la ofrezco. De buen mamar, se me pone dura. El vejete disfruta.

Otra mano se atreve a buscar mi ojete. Miro a mi alrededor buscando al dueño y aprecio a un tío pequeño, también mayor pero que tiene a su favor que es guapo. Huele bien. Lo acerco. Ha tomado posesión de mi culo y nos vamos a por morreo. Tiene buen sabor de saliva, lengua algo corta pero jugosa. Hemos formado un trío. A nuestro alrededor todo el mundo está en lo que está: unos follan, otros maman, algunos se pajean, otros miran. Hay placer, morbo y respeto. En dos ocasiones se entromete un tío en nuestra trinidad. El tío que tenía su dedo corazón en mi culo y yo lo rechazamos. La razón es higiénica. Huele mal.

Después de un rato a nuestro alrededor hay cuatro tíos en plan mirar-pajearse. El tío que huele bien dice que me quiere follar. Yo meto con profundidad mi polla en la garganta del tío que está mama que mama, coloco un pie en el mueble y con el otro me mantengo en pie, ofrezco el ojete. El tío de buen olor me unta el culo con lubri, se pone goma y me la mete. ¡Vamos bien! Intenso placer. Sin embargo, me ha quedado la boca libre y uno de los que apreciaba el espectáculo se coloca sobre el mueble, justo de pie sobre el tío que me la está mamando y me da de mamar a mí. Cuatro: como los cuatro elementos, las cuatro estaciones o quién sabe qué otra combinación cabalística.

Tengo suerte. Estoy en el medio, me follan, yo doy de mamar, me dan de mamar. El tío pequeño, que tenía una polla también pequeña pero gruesa y que me daba placer decide dejarnos, dice que no quiere correrse aún. El tío que me la mama quiere mi leche y yo tampoco quiero correrme todavía. El tío que me estaba dando de mamar comienza a follar mi boca a lo bestia, me lastima. Suficiente. Me corto. Los dejo. Decido ir a por una ducha.

A mi alrededor sigue el morbo. 

Subo. Me ducho. Vuelvo a bajar, esta vez a por una cerveza al bar. Constantemente entran tíos, calculo un tío cada cinco o siete minutos. Distintas clases sociales, distintas edades. Habían chicos que parecían de quince, adultos entre los 35 y 45 y muchos entre 55 y más. Con la segunda cerveza del bar decido ir al cine a ver la peli: la misma de todas las veces que fui. Me siento en el segundo sofá que está desde la pantalla hacia la salida del cine. Hay mucho puteo y morbo en los laterales. Los gritos de placer de la peli se mezclan con los de la vida real. Me siento solo, en bolas, en plan descansar.

Al rato llega un vejete. Un tío calvo, unos sesenta años, delgado, cuerpo conservado. Mirada de vicio. Se pajea y yo decido pajearlo. ¡Madre mía, polla grande, de capullo inmenso, fuerte y redondo! Ahí mismo, no sé cómo, nos acostamos y comenzamos un sesenta y nueve. El tío me la mama mientras me mete el dedo en el culo. Cambiamos varias veces de posición, nunca dejamos de mamar. Descansamos un rato, cada uno acaricia la polla del otro. De mi lado se ha parado un negro de polla enorme que me la ofrece para mamar. Ante tal cortesía no puedo ser descortés y mamo: polla tamaño XL, no me cabe en la boca. Bolas rasuradas, el tío disfruta. Como aún sigo pajeando al otro tío me volteo para ver qué hace y lo encuentro también en plan mamada con otro tío, un osete. Seguimos así hasta que se arma un cuarteto. Entre todos nos vamos catando las pollas y acariciando los culos. Uno de los tíos insiste en buscar un cuarto arriba y follar entre todos. Estamos de acuerdo, salimos con putidiscreción en fila india, yo los putisigo de último.

Casi saliendo del cine, justo en el último apartado una mano me intercepta los huevos y me pide “pija”: “Dame pija. Quiero rica pija”. Por cuestiones de índole cultural supuse que quería mamar. Era un vejete muy mayor, calculo unos ochenta años. No le puedo decir que no a un abuelo. Allí mismo me quito la toalla y le doy de mamar. A su lado un chico de unos veinte años es follado por un tío de unos cincuenta, a su vez, el chico follado está mamando una suculenta polla de un tío de unos treinta años. Me gusta la variedad de edades y de cuerpos. Todos están dispuestos a dar y recibir placer. Le digo al tío que me corro y me dice que acabe en su boca, cosa que hago. 

Después de correrme voy a por una ducha. Todo lo que cuento no sucedió en menos de una hora. Decido salir a conocer la ciudad.

La Homosapiens abre de 12 hrs a 22 hrs. Hay buena movida entre 13:45 y 14:40 hrs. Entre 18 y 19 hrs también. Me explico mejor: esas son buenas horas para folladas grupales. El resto del tiempo, pues, como siempre hay que ir de cacería o dejarse cazar. También lo de las horas no es absoluto, fue mi experiencia de mis putiaventuras.

(Buenos Aires, agosto de 2018)





2 comentarios:

  1. Homosapiens es el Putiparaíso, jajaja...
    Sin duda, una visita imprescindible.
    Lástima que no me pilla de paso.

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  2. La Sapiens es muy divertida y la gente va a lo que va.

    Aunque también tuve algunas tardes aburridas y que no he contado aún.

    Gracias por escribir.

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