Había llegado al cine como de costumbre, a las 2:00 pm. Era una
tarde intensa de calor madrileño como sólo el verano de Madrid sabe como es: un
infierno. Entro al cine y como de costumbre a esa hora el Patio estaba casi
vacio, algunos vejetes caminando, buscando alguna polla que acariciar. Decidí
subir al Gallinero. Estaba prácticamente vacio. En la primera fila estaba un
vejete durmiendo la siesta acostado por completa. Al fondo, a un costado, par
de vejetes se habían hecho muy amigos y estaban en plan de comerse las lenguas
e imagino de tocarse las pollas.
Por mi parte decido quedarme en el centro y disfrutar del calor
y de una buena película. En ese momento, en la pantalla estaban pasando la
clásica película porno de los años noventa: la chica llena de silicone que está
lavando un coche y llegan dos tíos y se la follan por todas partes. Las típicas
secuencias y tomas de estas películas que no son objeto de culto o de arte,
como algunas películas de los 60´s y 70´s que son unas joyas y que deberían entrar
en la categoría del post-porno.
Sin ninguna excitación de por medio decido bajarme los
pantalones cortos que llevo puestos y hacerme una paja. Paja lenta y aburrida
si se quiere. En eso, se sienta a cuatros puestos de mi un chico de unos
treinta años, alto, delgado, de cabello rubio. Lo miro, más que por ligar, me
gusta saber qué intenciones trae el tío que se sienta a mi lado. Muchas veces
son chiquillos que no me interesan; en otras ocasiones, son vejetes que quiero
que me coman la polla.
El chico en cuestión, se abre la bragueta y comienza a
masturbarse mientras me mira fijamente. Decido entonces levantar el posabrazos,
lo cual, en el lenguaje corporal del cine es una invitación formal a sentarte.
El chico se levanta y en medio de la penmumbra veo su enorme e inmensa verga.
¡No podía creer lo que veía! ¡Era una verga enorme! ¡Una polla gigantesca!
¡Digna de un film porno de John Holmes o de sacar un modelo de consolador de
allí!
El chico se sienta a mi lado e inmediatamente, sin mediar
palabras, comenzamos a masturbarnos. Su polla era enorme. Podía sentir cada una
de sus venas como estaban perfectamente definidas en la oscuridad. Toqué su
glande. Estaba hinchado y húmedo. La boca se me hacía agua, así que decidí
hacerle un homenaje de sexo oral pero el se me adelantó y se acercó a mi polla.
Su forma de mamar era suave, tierna y a la vez firme y consistente. Sentía como
succionaba y sentía como el líquido seminal era extraído desde la raíz misma de
mis bolas, las cuales acariciaba con mucha delicadeza y apretaba cada cierto
tiempo como midiendo la consistencia de toda la estructura de mis genitales.
Dejó de hacerme sexo oral, entonces pude retomar de nuevo su
pene. Su grande e inmenso pene. Decidido a hacerle sexo oral le digo:
_¿Quieres que te coma la polla?
_¡Claro! –me responde.
_No le hago sexo oral a extraños. ¿Cómo te llamas? –le digo.
_Chani.
_Bien Chani, yo soy Andrés. Voy a comerte la polla, ¿vale?
_Vale –me respondió.
Hundo mi cabeza en la oscuridad de la sala y comienzo a
masturbar a Chani mientras le hago una suave y duce felación. Su polla no me
cabe en la boca. De hecho, traté varias veces en tragármela toda pero era
demasiada gruesa y demasiada larga para que pasara por mi garganta. Sus venas
eran hermosas y podía escuchar los gemídos de Chani que se mezclaban con el de
la película. Pero Chani no era perezoso, inmediatamente comenzó a jugar con mi
culo y mientras yo buscaba la manera de aplacar ese enorme y colosal monstruo,
Chani me acariciaba el orto suavemente, buscando, poco a poco, meterme su dedo
medio, el cual, como su pene, era grande y calloso. No soy amigo de tener sexo
anal en el cine. De hecho, sólo práctico el sexo anal en todas sus variantes
con mi amante estable de turno, sea mujer u hombre. También tengo muchos
escrupulos y me gusta prácticar el sexo anl con una higiene digna de cualquier
monja del Vaticano.
Chani insistía en meterme el dedo. Yo estaba tan entretenido con
la enorme polla que mi esfínter estaba absolutamente relajado y el Chani logró
su cometido, me introdujo su dedo índice que me hizo pegar un gemido muy suave
de placer. El Chani me dijo: “¡Me corro!”. Inmediatamente separé mi boca y
continué masturbándolo, al incorporarme, Chani tuvo que sacarme el dedo porque
era imposible mantenerlo tal cuál como estábamos.
Chani eyaculó. Era un chorro enorme, espeso, caliente y
abundante. Se tiró hacia atrás de placer con tanta fuerza que pensé que
destruiría el asiento. Mi mano izquierda, que era con la que lo masturbaba,
quedó llena de su leche. De ser Chani mi pareja de turno y de conocer su salud
me hubiera tragado toda su leche.
Chani no descansó. De inmediato me pidió que me pusiera de pie,
que me iba a chupar la polla y los huevos, que me iba a meter el dedo hasta que
me corriese. Me levante con energía y rapidez. Chani, sentado en su butaca,
comenzó a mamarme la polla mientras con una mano me acariciaba los huevos y con
la otra iba urgando con sabiduría, mi culito.
No aguanté mucho. Le dije que me corría y que quería correrme
fuera. Pero no, Chani no quería perderse el placer de “mis mieles”. Continuó
mamando con el mismo ritmo sólo que con la mano que me acariciaba las bolas, me
empujó hacia él al mismo tiempo que metía su dedo en mi culo.
¡Me corrí! ¡Fue una corrida maravillosa! ¡Chani sabía como
mamar! ¡Mientras me corría me chupaba! ¡Sentía como el semen me lo sacaba
directamente de las bolas! ¡Sentía como de mi uretra Chani iba sacando cada
mililitro cúbico de semen e iban cayendo en su estomago! ¡Sentía mi pene en su
estomago!
Tuve que rogarle que me dejara ir. Estaba exhausto y sin fuerza.
Me dejó. Nos sentamos en silencio. Viendo la película, mientras
cada uno acariciaba el pene del otro.
Chani se levantó primero. Me dijo que tenía que irse. Me dio tres
palmaditas en la rodilla, que en el lenguaje corporal del cine significa: “lo
disfruté mucho, termina de pasarla bien”.
Yo le dije “adiós” mientras seguía viendo en la pantalla a una
tía comiéndose una polla. “Tenías que ver la que yo me comí”, le dije.
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