lunes, 25 de febrero de 2013

Isabel (1)







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Había estado yendo con mucha frecuencia al Cine Duque de Alba, llegué a un momento en mi estado de ánimo en el que me estaba cansado de las mamadas de los viejitos. Me estaba aburriendo de las súplicas para ir a follar en el baño. Hacía semanas que continuaban pasando las mismas películas: "Culo hasta el fondo", "Obligadas a mamar" y "Vacaciones de pasión" eran los nombres que don Rafael -quien hacía los carteles-, le ponia esos nombres. A las semanas, astiado de tantas mamadas en la oscuridad y de follar en el lavabo del Alba, decidí llamar a Isabel.

Conocí a Isabel gracias a internet. Estaba buscando en MundoAnuncio.com>Mujeres Maduras y me topé con su anuncio:

"Abuela de 65 años te hace los kariños que quieras. Soy besukona y quiero que me folles. Comunicate conmigo, querrás volver. Madrid Centro. Fotos reales. Telf. 6XX.5X.6X.0X".

Lo que me gustó, además de la edad, fueron sus fotos. Las fotos que presentaban a Isabel efectivamente eran de una mujer madura que estaba ofreciendo sus servicios sexuales. Pero a diferencia de muchas mujeres de MundoAnuncio.com cuyo anuncio se veía que era controlado o forzadas a prostituirse, el anuncio de Isabel era completamente amateur. Las fotos mostraban un chocho húmedo, arrugado, vejete. Un chocho que había tenido una vida intensa, sin embargo, sus labios vaginales se veían aún apetitosos y frescos. Isabel había colgado tres fotos: su figa en un estupendo primer plano; ella en posición perrito, dando la espalda y otra de frente, acostada en un sofá con las piernas muy abiertas y estirando su concha, ofreciendola al mejor postor. Su rostro, desde luego, aparecía borrado. Sus piernas desnudas dejaban ver grandes várices multicolores. Su cabello era rubio aunque se veía recientemente pintado. El anuncio era de una novata, por lo que anoté el número pues me temía que los otros anuncios, los que se actualizaban cada diez segundos ahogarían el anuncio de Isabel.

A las semanas, cuando la busqué de nuevo por MundoAnuncio.com, tal como lo había imaginado, su anuncio y sus fotos habían sido sepultados por una avalancha de otras "abuelas" de 35 años que ofrecían sus servicios cada cinco minutos en la web. Busqué en mi bitácora diaria madrileña donde había apuntado el número, lo encontré y marqué el teléfono de Isabel.

Me esperaría en su estudio. Un piso en la calle de Campoamor muy cerca de la SGAE. Toqué el telefonillo y su voz, su voz chillona me invitó a subir.Tenía necesidad de comerme un coño, de sentir el olor femenino de una pepa en mi cara. Quería tocar unas tetas de verdad. Mis manos estaban pasando por el hastío de acariciar pechos peludos y canosos en la oscuridad de la sala de cine.

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