lunes, 25 de septiembre de 2017

Madeleine (4 de 6)




Yo mismo no podía creer lo que acababa de decir: estaba invitando a cenar a mi piso de Barcelona a una tía extranjera que no conocía y que quizás fuera una asesina en serie huyendo por las calles del Barrio Gótico o confundiéndose con la gente en Las Ramblas escapando de la Interpol. Había roto mi regla de oro: no llevar a desconocidos a casa.
XX
Madeleine estalló en una sonora carcajada. Really? That’s serious? It’s fine for me! Thanks! I would like to eat with you! Y así fue como me encontré caminado hacia mi piso con una canadiense de casi dos metros de alto hacia mi piso. Hacía poco había comprado los ingredientes para preparar unos pimientos con sal y pimienta, una tortilla de patatas, algo de pan, aceite de oliva, queso manchego, chorizo y me faltaba una botella de vino o quizás un Cava. A lo cual pregunté a Madeleine que prefería,  me contestó que un buen tinto estaba bien para ella.
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Como ya comenté Madeleine era más alta que yo. Cabello rubio hasta el cuello. Ondulado y rizado a la vez, su cabello parecía no haberse limpiado en algunos días. Rostro de cadavérico trazos pero cachetes colorados como buena canadiense. Tenía pecas en el rostro y después me pude dar cuenta que en el resto del cuerpo también. Era delgada con algo de carne en sus pieles y con unas enormes gafas que le daban un aire de niña tonta. En el camino a casa conversamos todo el tiempo en inglés. Me comentó que había cogido con unos amigos un tour para Europa, donde pasarías tres días en Madrid, dos en Barcelona, tres en Paris, dos en Bruselas y así hasta completar quince días de locura Europea, pero que apenas ver Madrid la ciudad le encantó y cuando llegó a Barcelona quedó prendada de la ciudad; por ello, decidió quedarse el resto de los días conociendo Barcelona y sus alrededores mientras sus amigos se iban confundiendo  de ciudad en ciudad con tan accidentado tour.
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Llegamos a mi casa. Puse una música muy ligera utilizando el canal de Youtube: John Coltrane for Lovers. Le serví una copa de vino y la invité a que me acompañara mientras preparaba la cena. Recordé que no había estado con nadie más desde que había terminado con Laura. Perdón, debo corregirme. No había follado con ninguna tía desde que me separé de Laura. Con tíos, pues, había perdido la cuenta de nuevo.  Hasta ese momento no había sentido ningún interés sexual por Madeleine, hasta que de pronto comencé a sentir que mi pene se llenaba de sangre, que mis bolas empezaban a sudar. Eran las típicas características cuando me comenzaban las ganas de que algún abuelete se comiera mi rabo.
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Y sin haberlo “planificado”, esa noche follé.
(Continuará)

1 comentario:

  1. Valiente no sé, pero espontáneo y natural si. Eso está muy bien.
    Ojala hubiera más gente así, y entre ellos yo, jejeje ;-)

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