miércoles, 11 de septiembre de 2024

Sexo en Buenos Aires, Argentina (Parte 7) - En la Sapiens


 


Una vez dentro nada parece haber cambiado. Si queréis recordar cómo la describí la primera vez, podéis leer esta entrada [ENLACE]. A cada uno nos dieron llaves distintas, yo pido en el piso superior y no volvería a encontrarme a los vejetes hasta dentro de poco. 

Muchos deseos pasan por mi cabeza y el ano. Necesitaba decidir por dónde y cómo comenzar. Había pensado y llevarme el plug y jugar solo, en algún lugar visible donde alguien me viera, pero opté por ponerme el suspensorio y el arnés, dar una vuelta de reconocimiento y ver qué pasaba. Dada la hora, casi las 13 h solo habíamos entrado unas seis personas. Como las instalaciones son grandes, pues la energía se dispersaba. Cosa que sucedió.  

Hago la primera putivuelta en el piso de arriba, en donde están los casilleros, las duchas, las saunas secas y húmedas y el pasillo con forma de U con puticuartos. El deterioro es significativo: cubículos sin puerta, camillas sin colcha. Eso sí, había papel para limpiarse en todos los apartados. En esta primera vuelta no había nadie. Solo los chicos que trabajan en la sauna que eran los mismos del 2018.  

Luego bajo y me dirijo al cine. Los sillones blancos en el centro estaban como siempre. Voy al fondo, detrás de la pantalla. En el lateral derecho el mismo apartado sin puertas, como siempre con sus colchones. Y del otro lado. ¡Oh, Dioses! ¡Oh, cuánta dicha! Un muro de madera con ocho Holy Glories! ¿Será que por fin tendré el privilegio de ser activo y pasivo en estos agujeros santos? No pude aguantar las ganas y me saqué la polla. Todos los agujeros tenían el mismo tamaño, pero diferentes alturas; por lo cual, a veces tenía que ponerme de puntita de pies y en otras flexionar las rodillas. No importaba en cuál glory metiera la polla, siempre tenía que apretar el culete en una u otra. Se accedía detrás de los agujeros por espacios laterales; por lo cual, era muy fácil pasar de ser activo a ser pasivo. El espacio destinado a los mamadores era oscuro, mientras que del otro lado unas luces rojas tenues te incitaban a ver. Lo que me percaté fue que, del lado oscuro, que supuse era para los mamadores, las rodillas no me permitirían mamar con calma. No había bancos o sillas, aspecto que supuse se evitaba para que no hubiera gente que se instalara en plan mama-que-mama y no diera tregua a los demás. 
 
Luego de la putivuelta decidí subir y me encontré a los tres vejetes del principio en uno de los apartados, con la puerta abierta se estaban entregando al placer entre los tres. Me les quedo viendo y el vejete-marica me invita entrar. 




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