Al llegar a cualquier sauna siempre repito el mismo
ritual. Una vez dentro y después de la respectiva ducha y de haberme lubricado
el ojete, pues uno debe ser amable y facilitarle las cosas a quien desee hurgar
en las profundidades de mi ano; tiendo a realizar lo que yo denomino “vuelta de
reconocimiento”. Si es primera vez que visito ese sauna, suelo ir mas despacio
detallando las instalaciones y los posibles sitios de cruising. Si ya conozco
el terreno, pues me dedico a analizar a primera vista la clase de tíos que me
pueda encontrar: hetero-gay-pasivo, vejete-mamador, macho-español,
homo-gay-tímido, entre otros. Trato de “sentir” el ambiente. Hay días que uno
entra al sauna y está todo a millón: follando aquí, follando allá, mamando por
algún lado. También me ha pasado el extremo: NADA. A pesar de estar varios tíos
dando vueltas, ninguno está dispuesto hacer nada o dejarse hacer. A veces uno llega
tarde y la acción ya pasó estando todos los tíos descansando de alguna enorme
orgía realizada minutos más atrás. También me ha pasado que uno va en plan de
pasivo y resulta que TODOS los presentes ese día lo que quieren es que se los
follen. ¡Madre mía! A veces es muy difícil ponerse de acuerdos todos.
XX
En aquella ocasión recuerdo que había un tío
australiano o canadiense, no recuerdo ya y por favor me disculpan las
distancias geográficas. Era un nativo de habla inglesa con el que había tenido
algunas semanas atrás un buen magreo en otra sauna. Recuerdo que en aquella
ocasión nos hicimos unas buenas mamadas pero de repente el tío se fue a una
cabina con otro y me dejaron por fuera. Pensé que quizás se acordaría de mi,
pero no fue así. Traté de acercarme, le lancé la típica mirada n° 38: aquí te
pillo, aquí te mato” y la n°69 “vamos a darnos unas mamadas”, pero nada. El tío
decidió ignorarme o quizás buscaba otro espécimen de macho.
(Continuará)
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