Después de una buena ducha
de agua fría fui al bar, me tomé una cerveza. La sauna comenzaba a llenarse de
osetes interesantes. Habían llegado varios tíos pero solo me fijé en una pareja
que me llamó mucho la atención. Eran un tío muy mayor, de unos sesenta años, tipo
oso, peludísimo, barbudo y calvo acompañado de un chaval de unos 19 años,
guapísimo, joven, lozano y de seguro, poseedor de una enorme polla. Me llamaron
la atención por varias razones. Verlos me hizo recordar cuando estuve en mis primeras visitas a saunas en Madrid.
Tendría yo alrededor de dieciocho o diecinueve años y mantenía una ‘relación
estable’ con un tío casado que tenía unos 52 o 54 años. Había conocido al tío a
través del anuncio de alguna revista para adultos, en esas publicaciones se
ponían datos básicos y un casillero postal de contacto, uno escribía una carta,
el tío contestaba y uno quedaba en verse en algún lugar. No había internet, así
que la cosa era muy artesanal. Todavía no había conocido los cines X de Madrid
y me daba algo de miedo tratar de ligar en la calle –a esto lo llamarían
cruising después-. En aquel entonces era
un tío muy mayor para mí. El tío hacía ejercicios y tenía un cuerpo bien
definido. Un pecho duro, lleno de vellos, unas piernas cortas pero bien
torneadas. Creo que fue una de las primeras veces que fui a una sauna. El tío
siempre me pagaba la entrada a estos locales. Sólo íbamos a las saunas, y era
allí en la intimidad del bar y de las cabinas en donde conversábamos. En la
calle si te he visto no me acuerdo. Recuerdo que incluso en una Navidad nos
tropezamos en El Corte Inglés, yo iba con mis padres y el tío estaba con sus
dos hijas y su esposa, una señora, por cierto, muy guapa. Ni nos saludamos,
esquivamos las miradas y pasamos uno al lado del otro sin decir nada. Luego, en
el siguiente encuentro que recuerdo muy bien fue un 2 de enero, me pidió disculpas,
a mí en verdad no me importaba, me parecía de lo más normal que no nos
habláramos fuera de ese espacio. A fin de cuentas nuestro territorio de
comunicación y contacto eran las saunas y más que hablar andábamos en busca de
placer. ¿Qué le iba a decir a su esposa? ¿Cómo me iba a presentar a su señora?
Cariño, este es el chico que me follo una vez al mes en alguna de las saunas de
Madrid, en esas ocasiones que te he dicho que he quedado en verme con los
amigos. Este chico es poseedor de una buena polla y me gusta tragar el semen
que exprimo de sus huevos. Nuestra
rutina era vernos en alguna parada de metro. En aquel entonces no había Whatsapp ni aplicaciones para comunicarse entre la gente, así que el tío
llamaba a la casa haciéndose pasar por uno de mis profes y me dejaba un mensaje
en clave si yo no estaba. Una vez encontrados en la estación de metro nos
íbamos a la sauna que había elegido y nos metíamos rápidamente. Ya dentro y
después de las respectivas duchas, al tío le gustaba mamar mi polla mientras me
metía el dedo en mi humilde, tierno y tímido ojete. El tío se daba su tiempo y
después de que me había logrado introducir sus tres dedos, me ponía en cuatro
patitas y me follaba. Comenzaba suave, luego más intenso, buscando penetrar de
manera profunda, después venían rápidas embestidas en las cuales el tío se
venía dentro de mí o sobre mi espalda. Después me volteaba, me lamía el culo
mientras me pajeaba y allí me corría yo. En muchas ocasiones el tío quería que
le acabara en la boca y era maravilloso correrse y sentir como extraía la leche
de mis huevos.
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Hacíamos la misma rutina una vez
al mes. A veces su esposa y sus hijas se marchaban algunos días a Málaga,
entonces el tío quería que fuéramos todos los días a la sauna. Yo no podía en
temporada escolar, pero en vacaciones a mis padres no les importaba mis largas
ausencias de casa durante el verano, consideraban que era algo
completamente normal y mis padres confiaban en mí, pues sabían que no me estaba
metiendo en líos, mi padre estaba orgulloso porque pensaba que me estaba
follando a todas las tías de Madrid.
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Todos estos recuerdos me los despertó
la pareja del tío mayor con el jovencito. Imaginé que sería algo igual. Un tío
mayor, casado, con una vida hecha que de pronto descubre otra forma de amar,
otras expresiones de su sexualidad con un chavalillo que a leguas se veía era
poseedor de una enorme, dura y hermosa polla.
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Después de dar una vuelta por la
sauna Octupus, decidí volver a sumergirme en la bruma del baño turco. Me gusta
ligar dentro de la sauna de vapor, la intimidad que propicia los encuentros
furtivos, el vapor y la oscuridad que distorsionan los cuerpos y los rostros
invitan a dejarnos llevar por el tacto, las caricias y las mamadas.
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(Continuará)
Que bonito recuerdo te quedó. Me ha gustado ese momento en plan "Magdalena de Proust" (creo q fue Proust, no?). Yo ahora soy un señor mayor (según el DNI, no según mi corazón) con la vida hecha, descubriendo otras formas de amar y de disfrutar del sexo.
ResponderEliminarEsperando un nuevo relato, una nueva aventura.
Un saludo,
Hotdardo 🎯
¡Hola Alternativo Palermo! Sí, es la magdalena de Proust efectivamente.
ResponderEliminarLo importante es descubrir esas otras formas de amar y disfrutar de manera sana, segura y divertida del sexo. Más adelante espero escribir sobre mi relación con los "vejetes", pues desde chico me molan los tíos mayores.
Un saludo.
Mi primera relación estable también la inicié con un tío que, en aquel momento, tenía 51, y yo un polluelo recién salido del cascarón :-), si bien él no se escondía de nada ni nadie.
ResponderEliminarEsperando leer que dió de sí aquella pareja de la sauna.
¡Pues me hubiese encantado armar un trío con el vejete y el crío! Pero no te haré falsas ilusiones, no me los volví a topar, yo creo que iban de salida. Y sí, esas aventurillas con mayores cuando uno es chaval yo las he apreciado en la medida que pasa el tiempo, tener un mayorcete que sepa cómo tratarte y sobre todo: por donde debe darte es una experiencia enriquecedora cuando se es jóven.
Eliminar¡Gracias por escribir!
Besos