Como os había dicho, había decido matarme con una
paja. Comencé a masturbarme y el tío que había permanecido alejado de mí se
acercó. Se sentó a mi lado, sin decir nada cogió directamente mi polla y
comenzó a pajearla, en un momento pensé que era un abuso, pero como se trataba de una paja diplomática me relajé. Me puse de pie, le ofrecí mi cipote para que mamara, gesto de distinción, caballerosidad y cortesía. El
tío no perdió tiempo. Se metió toda mi polla la cual estaba de tamaño considerable, toda la polla la engulló en su garganta, dándome una mamada profunda y cariñosa a la vez, me pareció muy grosero y falta de respeto que se metiera la polla con tanta avidez, pero una vez que mi polla sintió el caldo cálido de su boca y garganta se me olvidó tal agravio. De vez en
cuando, el tío dejaba solo el glande en su boca aprovechando el resto del tronco
del pene para acariciarlo y masturbarlo. Me tocaba los huevos, hurgaba en mi
culo que se estaba dilatando y cada tanto acariciaba mis pezones. Era una buena mamada. El tío se levantó para decirme algo al oído y temí que pidiera
que lo follara, pues ya ese día me había ido muy mal con la exploración oral.
Si había algo que por lo momentos no quería era follarme a alguien.
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El tío me dijo que le acabara en
la cara, que le gustaba mi polla y que le gustaría que le llenara el rostro con
mi abrasadora leche. No había terminado de decirlo con su aliento de haber
mamado mil pollas, millones de pollas, con su aliento de boca mal lavada y de muelas cariadas cuando le tomé por la cabeza y le obligué a que se
arrodillara. Comencé a masturbarme de manera casi enfurecida y respirando hondo
para tratar de oxigenar mi cerebro. La sauna de vapor estaba a toda caña y a lo
lejos, algunos tíos que habían recién entrado, nos miraban. Solté un primer chorro de lefa que bañó el
rostro del tío desde el mentón hasta la barbilla. El segundo chorro de lefa le
dio en la nariz y hasta creo que le entró un poquitín por las fosas nasales. Lefa nasal, pensé. El tercer chorro de
leche caliente cayó en su moflete izquierdo. Después vinieron algunas gotitas
de placer que fueron saliendo a borbotones de mi uretra. El mozo estaba con los
ojos cerrados gozoso de lo calientita de mi leche, que además, se mantenía
caliente en la medida en que la temperatura de la sauna estaba a unos 72°C, era
para morir de calor y de placer.
No es mi costumbre estar
corriéndome sobre el rostro de la gente. Suelo preguntarles a los tíos dónde
quieren que les eche mi leche. Al principio, en mis innumerables escapadas en
el Cine Duque de Alba, los vejetes me pedían con mucha insistencia en que me
corriera en su boca mientras ellos mamaban. Al principio me negaba, pues la
verdad sea dicha, lo consideraba antihigiénico. Luego recapacité y me dí cuenta
de dos cosas. La primera era que si me corría en la boca de los vejetes no
mancharía ni los sillones, ni el piso del Cine Tirso de Molina, en este aspecto,
le ahorraría tiempo a las señoras dominicanas que hacían limpieza en el cine
durante la mañana. La segunda cosa que me percaté de correrme entre la boca de
los abueletes, es que muchos de ellos esperaban con ansias engullir la lechita
salada y diamantina de algún generoso macho. Supuse que muchos de ellos pasarían
días y semanas esperando el momento de ir al cine y extraerle el líquido vital
de los huevos a algún mozo para disfrutarlo en su boca. Hay otros vejetes mucho
más viciosos. Hubo una época que fui casi durante dos semanas consecutivas al
cine Duque de Alba. Era agosto y solía escapar del calor de Madrid en la sala de
cine desde las 12:00 hrs. hasta las 20:00 hrs. No hacía más que ver las pelis
una y otra vez y por lo general, a lo largo de mi estancia me corría dos o tres
veces. Fue una época de mucho vicio para mí porque después del cine me iba a
algunos bares de ambiente en Chueca en donde a veces me encontraba unas orgías
fabulosas. En esta rutina diaria de semen, saliva y pelis, me topé varias veces
con vejetes viciosos que iban todos los días en los que yo fui. Habían algunos
que llegaban a la hora de la siesta y se iban entre las 16:00 y 17:00 hrs.
Otros llegaban precisamente entre las 18:00 y 19:00 hrs. Por lo general, la
última hora era muy aburrida. Habían vejetes dormitando y uno que otro
masturbándose solo, en la oscuridad de la sala.
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Todos estos recuerdos me incadieron mientras eyaculaba mi chorro de lefa en el rostro de aquel ignoto mozo que había decidido cargar con mi intensa fuerza húmeda de
sensualidad, sexo y jugos seminales. Cuando ya estaba terminando, comencé a
golpear con mi pene el rostro, los mofletes y la barbilla. ¡Qué gusto
me estaba dando haberme corrido! ¡Después de una larga tarde de herméticos
ojetes y frustrados intentos anales, derramar mi semen sobre el rostro de este macho inocente me había resultado placentero!
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Inmediatamente, después de haber
exprimido mi última gota de semen, el macho trató de chupar mi glande, cosa que
agradecí pero debí retirar la cabeza de mi cipote de su boca pues había quedado
a unos niveles de sensibilidad extrema. Le dije al macho que me esperara, que tomaría una ducha de agua helada y vendría
a satisfacerlo.
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Mientras iba hacia la zona de
duchas noté que el movimiento en la Octupus se había acelerado. Ahora sí
comenzaba a dominar en el paisaje la presencia de los osetes. Los había de
diversas edades, unos jovencísimos y otros más mayores, unos con mirada
inocente y otros llenos de vicios. Pasé cerca de la zona de los slings y ya
tenían a uno prensadísimo que entre tres osetes le estaban colmando de placer.
En el camino también pensé que a lo mejor el macho de la sauna había escuchado
varias veces en ese día lo mismo: ‘ya vuelvo, tomo una ducha y regreso’; con la
diferencia de que yo si iba a regresar.
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Después de una ducha fría, en
donde por cierto, un osete jovencíto había tratado de darme una mamada in situ, mamada que rehusé amablemente
motivado a mi nivel de hipersensibilidad en el glande, pasé por el bar a tomar
una cerveza. El ambiente, estaba interesante. Muchos tíos conversando entre
ellos, un grupete muy animado más allá. Hacia el jacuzzi noté un toqueteo por
debajo del agua que me llamó la atención. La noche prometía sin lugar a dudas,
pero yo tenía más de cuatro horas en la sauna, y si bien es placentero, la
cantidad de tiempo sumergido en la sauna de vapor me había dejado agotado,
deseaba tan solo comer algo, quizás un jamón de patanegra y algunas aceitunas
con cerveza e irme a dormir.
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Decidí rondar de nuevo la
sauna de vapor y cumplir con mi cometido de satisfacer amablemente al macho que
me había extirpado el semen de los huevos. Al entrar me encontré que se había esfumado. La sauna de vapor se había llenado de otros machos-osetes, había
pezoneo por un lado, toqueteo por otro. En el rincón más oscuro un osete estaba
de pie dando de mamar a alguna noble criatura que yacía de rodillas a sus pies.
Alguien trató de meter su dedo en mi culete pero lo rechacé con la generosidad
y respeto que se merece.
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Al no encontrar al colega a quien
deseaba retribuir la generosidad de la mamada, pensé en encerrarme en alguna cabina, tumbarme en la colchoneta y a puerta cerrada
dormir una buena siesta. También pensé en irme al jacuzzi, pero estaba lleno y
además había pezoneo y manoteo por arriba y por debajo del agua, incorporarme a
ese grupo equivaldría a romper el hechizo o quizás inmiscuirme de manera
activa.
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Entonces decidí salir a la calle. Coger rumbo hacia la Gran Vía y ver que
podría comer por los lados de Hortaleza para después, en Cibeles, coger el búho
que me llevaría a casa. Esa tarde de otoño había hecho casi seis horas en la
sauna y si bien, fue muy estresante no haber cumplido la meta de comportarme
como un activo vicioso por culpa de los resabiados ojetes, había sido una tarde
llena de maromas, recuerdos y entretenimientos.
(Fin de esta crónica)
Finalmente saliste satisfecho que, realmente es lo que importa.
ResponderEliminarLo de ir a la sauna, o a cualquier otro lado, con unas perspectivas concretas es el camino seguro a la decepción.
Lo mejor es llegar al sitio, y ver lo que pasa y dejarse llevar.
Cada día escribes mejor :-)
Sí, es así. De hecho, este verano 2018 las pocas veces que me escapé para perderme entre vapores, caricias y mamadas fue todo lo contrario, muy frustrante todo. ¡Gracias por el comentario de mi escritura! Debe ser el hábito de tratar de describir lo que se vive en este medio.
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