Cuando el chico bajito me pidió
que lo follara no pude resistirme sin cierto temor, sin cierto pálpito de que algo iba a suceder debido al recuerdo de
los dos pasados intentos de follar que, en esa tarde, habían terminado en un fracaso rotundo. Conmigo tenía el último preservativo y la bolsita de
lubricante que quedaba, yo esperaba usarla con alguien, pero aún mantenía viva
la llama de que me follara alguien, ya sabéis, pasar una tarde completa:
mamadas, pajas, folladas y afines, estaba quizás en una fase de negación: me negaba a aceptar que no me follaran. ¿Cómo iba eso no ser posible?
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Pese a ello soy un caballero y le dije al chico bajito que cómo
no, que por favor, se pusiera como él quisiera. El chico bajito se estiró allí
mismo y levantó sus patitas al cielo, tan inocente, sencillo, humilde, devoto y glotón
a la vez. Le toqué los huevos y el cipote, tenía una polla pequeña y unos
huevos chiquititos, duros y
concisos, eran dos piedrecillas de rosado mármol. Pensé en darle una mamada suave para que se relajara, después podría
darle algunas buenas embestidas antes de correrme.
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Me puse lubricante en el pene y
busqué colocar lubricante en el ojete. ¿Y a que no sabéis qué pasó? Pues el
orto estaba más cerrado que las calles de Madrid en verano a las 13 hrs. ¡Joder!,
pensé, ¡pero que ha pasao hoy, estos ojetes estén clausurados o qué! Buena
disposición por parte de los machos que exponen su ano al mundo exterior, pero
las hemorroides y esfínteres han confabulado para no permitir la entrada suave
y amable de mi cipote.
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En medio de cavilaciones tales mi dedo comenzó a hurgar en el pequeño orificio. El chico bajito no paraba de pajearse, cosa que me comenzó a
abrumar, pues los anteriores tíos habían hecho lo mismo y se habían corrido sin darme tiempo de correrme. Yo estaba por ponerme el condón
cuando el tío pegó el clásico grito de ¡Me corro macho! ¡Cuidado te mancho!
¡Ah, que gusto tío! ¡Qué gusto me das! Y yo miraba asombrado pues mi dedo no
había logrado traspasar el umbral que su esfínter defendía fría y morbidamente.
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Después de correrse, el chico
bajito se incorporó. Yo esperaba que me comiera la polla, que por lo menos me
hiciera un pajazo. El chico bajito se levantó, dijo que ya venía, que se iba a
duchar. Esa historia la había escuchado varias veces ese día y me temía que iba
a pasar lo mismo, se marcharía sin dejar rastro.
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Y así fue, después de casi quince
minutos, esperando, sentado en medio de la penumbra del baño turco, con mi
polla al aire, libre y flácida, deprimida y acongojada el chico bajito no había vuelto. Imaginé que en
este momento ya se habría bañado y estaría por los lados de Ópera o Puerta del
Sol buscando dónde comer algún pincho de tortilla.
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Decido entonces matarme con una
paja. Comencé a masturbarme y el tío que había permanecido alejado de mí se
acercó. Se sentó a mi lado y sin decir nada cogió directamente mi polla y
comenzó a pajearla de manera desinteresada en un principio, yo diría que hasta fue el inicio de un pajazo protocolar: dos machos solos, uno se pajea, el otro se acerca para ayudar, pero así, tranquilo, sin abrazos, sin palabras, con la bruma, la oscuridad y el vapor de testigos.
Era una paja diplomática.
Era una paja diplomática.
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(Continuará)
Excelente relato, espero pronto la continuación.
ResponderEliminar¡Gracia! ¡Ya se viene!
EliminarSi, hay muchos tipos de corto recorrido que, apenas has iniciado un contacto con él, ya se corren.
ResponderEliminarSiempre pregunto, que ¿hace mucho que estabas por aqui? muchas veces me responden, no... Acababa de llegar.
Sí, es así, y en ocasiones me ha pasado a mí también. :S Supongo es el estado de ansiedad y excitación lo que influye.
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