miércoles, 20 de enero de 2021

Cuentos de marineros

 



La vida en común con Montserrat es amena. No me quejo, follamos, compartimos, charlamos y volvemos a follar. Una de las cosas que compartimos ha sido su experiencia como directora de tesis y me ha contado sobre uno que os comparto por aquí.

Una de los tantos domingos de pandemia, después de ver todas las pelis de Piratas del Caribe, la Montse me contó que tenía un tesista que ha estado estudiando el arte y la movida gay de los marineros mercantes de los siglos XVIII y XIX. La tesis principal que sostiene el estudiante es que los marineros que hicieron grande a España entre los siglos XVIII y XIX no eran tan “hombrecitos” en el sentido heterosexual de la ironía. Dentro y fuera del barco llevaban una vida heteronormada, pero en ultramar y dentro del barco las prácticas sexuales eran permitidas siempre y cuando fueran consensuadas, salvo, desde luego, el culo de los polizontes. Cuando los marineros llegaban a algún puerto, pues lo normal era irse de putas y ¡zas! Se satisfacía el lado hetero.

Al parecer era una práctica común las pajas mutuas. ¡Tenía sentido! ¡Los marineros al estar tanto tiempo en ultramar tenían que distraerse y satisfacer “las ganas”! Además, las condiciones no eran nada higiénicas, el agua potable era racionada, por lo cual, mamadas y folladas de culo no eran habituales. En las embarcaciones mercantiles no había espacio para la intimidad y los marineros compartían pajillas entre ellos bajo los alcázares en un espacio en el que dormían y dependiendo de la embarcación, hasta 30 o 40 tíos. El espacio era tan reducido que no podían estár de pie más de 10, un verdadero hacinamiento que invitaba al vicio. No había luz y, de existir alguna entrada de luz, esta era casi nula. Según su estudiante, quien se ha documentado en los archivos del Museo Naval de Madrid, era una práctica ordinaria la masturbación en grupo. Estaba prohibida, por lo que se organizaban: unos se masturbaban, otros miraban dando la espalda a la entrada y otros vigilaban desde afuera para que no viniese ningún oficial.

Los oficiales también dormían hacinados pero en menor cantidad y se sabe que algunos de ellos mantenían tórridos romances con otros oficiales, pero en sus cartas están “disfrazadas” las muestras de afecto. El único que tenía una habitación propia con baño privado era el capitán del barco y pues, asumimos que sus aventuras eran más discretas.

Volviendo a los marineros. En ocasiones las embarcaciones se encontraban en ultramar y si no había prisa, hacían algo que he olvidado el nombre técnico, pero que no era otra cosa que fondear en mar abierto y juntar las naves, la idea de esto era intercambiar correspondencias, mercancías y, por qué no, pasar el rato y follar. Esto duraba de 24 horas a un par de semanas dependiendo de los vientos y de la temporada. En las noches los marineros se intercambiaban y al parecer eran orgías que las del Orgullo quedan para aficionados. Lo interesante es que no se entendía como una práctica homosexual en el sentido moderno del término, simplemente somos hombres, tenemos necesidades, no hay mujeres, ¡qué cojones! ¡Compartamos un poco entre hombres! Los oficiales sabían de estas prácticas pero no decían nada, ni a favor ni en contra. Hubo un caso de un galeón que partió de Sevilla rumbo a las Antillas en el que, por descuido, descubrieron en la bodega a un tío follando a otro. La pena fue muy simple, el tío activo estuvo en el calabozo por 24 horas, el tío pasivo estuvo preso por una semana; pero esto se sabe por cartas entre oficiales, el capitán ¡No dejó nada asentado en la bitácora de navegación!

No era costumbre la práctica del sexo anal por razones higiénicas y sobre mamadas casi no se habla en los documentos, hasta que aparecen los mancebosacuáticos. Había una práctica normal: el puto aprendiz o el aprendiz puto. Entre los mismos marineros reclutaban a mancebos que querían ser aventureros o tener fortuna, chicos jóvenes entre los 21 y 24 años. Los críos eran reclutados como marineros y hacían todas las actividades cotidianas, pero en la noche estaban dedicados a otorgar placer. Con ellos aparecen las reseñas sobre sexo anal y oral. A los críos se les explicaba cuáles eran sus funciones dentro de las cuales, el puteo era aclarado desde el principio. Los mancebosacuáticos eran prostitutos, aunque a la Montse no le gusta ese término y ya vosotros me explicaréis si tener sexo a cambio de regalos o dinero no es prostitución. Cada follada o mamada tenía un costo, los marineros pagaban al mancebo en dinero o regalos, pero lo ideal era el pago por alimentos, vino o protección, pues, como podréis suponer, no había un lugar seguro en el barco para poder guardar las pertenencias. Los mancebosputos tenían a su favor que otros marineros les otorgaban sus raciones de agua potable para que limpiaran sus culetes.

¿Qué pasaba con los polizontes? Muchas cosas: calabozo hasta llegar a tierra o entregarlo a otra embarcación; trabajos forzados, mandarlo a África. Si era joven y atractivo, pues se jodía: lo violaban. El polizón era presentado al capitán quien, por su jerarquía decidía la suerte de los polizontes. Si era atractivo el primero de disfrutarlo era el capitán quien se lo llevaba a su camarote y con la asistencia o no, de otros oficiales procedía al goce del cuerpo del polizón. Si no era atractivo, pues quedaba al goce de la tripulación. De esto hay pocas crónicas…, pero las hay.


¿Y qué pasaba con las mujeres? Los marineros dejaban esposas en tierra que a veces no volverían a ver en varios años, este es otro capítulo de la tesis que, por lo demás, es el menos documentado, las tías se cuidaron de no dejar rastros. Estaban las que sin lugar a dudas eran infieles a sus maridos, por lo general, tenían algún amante escondido que mantenía relación con el hogar: zapateros, lecheros, incluso sacerdotes o monaguillos; sin embargo, estamos hablando de los siglos XVIII y XIX y era seguro el embarazo a falta de métodos anticonceptivos eficientes. Pero entre las clases sociales más pudientes estaba el hábito del dildo que era llamado como “presencia del marido” y que eran de yeso o marfil en el caso de damas de abolengo. Este ejercía el rol del marido en las necesidades de la mujer casada e incluso entre los marineros era recomendado que este artefacto fuera obsequiado por el marido la noche de bodas pues garantizaba la fidelidad de la mujer. En los archivos se encontró el caso de una señora de Cádiz que obsequió como regalo de bodas dichos objetos a su hija, pues las mujeres se casaban con puros marineros y no permitiría que se manchase el nombre de la familia por un desliz. Me imagino a la novia metiéndose el mismo dildo por el coño que usó su bisabuela.

También hay poca información de las damas que practicaban caricias entre ellas. La mujer del marinero quedaba sola, con hijos que cuidar y muchas veces con el deseo sexual que le devoraba las entrañas. Hay cartas entre dos sevillanas cuyos maridos eran oficiales de la flota Real. En la relación epistolar brillan las metáforas de pechos encendidos por haberse visitado; una de ellas dejó un diario que se encontró por casualidad durante la restauración de un mueble del siglo XVIII, en él se narran algunas prácticas cotidianas. Una de ellas, la de mayor edad y esposa de un almirante vivía sola con sus hijos y criados, llevaba el hogar y, una o dos veces por mes entre las 15 y 18 hrs, buscaba la excusa para que la casa quedara sola, reunía a los criados y les pedía que dieran una vuelta, fueran de compras, sacaran a pasear a los niños porque vendría doña Lola a rezar por su devoto esposo y no quería que nadie se quedara en casa a ver su aflicción. Desde luego, doña Lola era acompañada por una criada quien, pacientemente, esperaba sentada en la cocina mientras las dos mujeres se procuraban placer. En el diario no hay indicios que la criada participara de las caricias, pero… ¡quién sabe! Lo que dejó el diario reflejado fueron las incesantes masturbaciones entre las tías y cuya función tenía el de “apaciguar el calor de la entrepierna” y traer a la alcoba “el recuerdo del marido”. La dueña de la casa se veía como cuidadora de los valores morales de la familia. Trató sin éxito hacerse pasar por el marido para besar a la Lola, se vistió con la ropa de dormir del esposo para que la Lola se imaginara la situación, pero, al parecer, no pasaron de masturbaciones mutuas. Interesante, juegos de roles en pleno siglo XVIII.

Volvamos a los marineros, que son más interesantes. Muchos de ellos experimentaban una especie de síndrome de abstinencia homosexual, por lo cual, cuando pasaban tiempo en tierra sentían la necesidad de lanzarse al mar… al mar de caricias homosexuales y, esto posible no era, la embarcación no zarparía hasta varias semanas o meses después. Es por eso que en cada ciudad portuaria existían zonas de cruising que eran frecuentadas por los marineros con los códigos de su época y cuya principal práctica seguía siendo la paja mutua.

¡Hasta aquí me contó la Montse! ¡Después de eso y de tanto encierro estaba yo como para irme de marinero! Era tal mi excitación que me follé a la Montse dos veces y la tía se preocupó: ¿Cómo que te molan los marineros? No, le dije, es que lo de doña Lola me puso a mil, mentí. Yo lo que deseaba era estar encerrado en un camarote con unos cuantos negros.

 

 


6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Soy Andrew.

      ¡joder, macho! ¡la pasaban de putimaravilla!
      No dudo en la cantidad de trabajo que hacían y las precarias condiciones sanitarias. Pero el momento de las pajas sería sagrado.

      Gracias por escribir.

      Andrew

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  2. Un post muy interesante.
    Sorprende hasta cierto punto, pues en un ambiente cerrado y prolongado en el tiempo, las necesidades biológicas afloran y se satisfacen como se puede. Como en las cárceles también, aunque estas no tengan el punto aventurero y hasta romántico de los marineros.
    Ays... no hubiera estado mal ser el fiel esclavo sirviente de un rudo marinero bien dispuesto a ser cedido a otros rudos marineros necesitados, jeje ;-)

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    1. Soy Andrew

      Sí perrete. Eran condiciones duras y de alguna manera había que pasar el tiempo.

      Habían marineros que no se bajaban en años de un barco y pues tocaba "echar mano" de los amiguetes. Jejeje

      Gracias por escribir.

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  3. Que interesante la tesis esta, deberían grabar una película.... Lo que me parece curioso es que los mancebos acuáticos tuvieran entre 21 y 24 años. Teniendo en cuenta la esperanza de edad de esa época,me parecen demasiado mayores, demasiado curtidos...
    Y no te leíste más capítulos?
    Hotdardo ��

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    1. Soy Andrews.

      Efectivamente, ya a los 12 años hay chicos en la mar. Revisaré esos datos.

      SÍ leí más capítulos pero no son tan homointeresantes.

      Gracias por escribir

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