miércoles, 6 de enero de 2021

Sobre servicios (hetero)sexuales - Puteando en América

 


Como os venía contando, viajar por América solo era apetecible si podía dedicar tiempo al puteo como Dios manda: con tiempo y morbo.

Como sé que en mi caso los encuentros esporádicos heterosexuales son un fracaso, al menos que de relaciones largas se traten, destiné dinero de gastos de representación para servicios (hetero)sexuales. Estos servicios estaban destinados a putas (tías) y uno que otro travesti. Los encuentros sexuales con machos decidí que fuesen en zonas de cruising, con apps, saunas o en clubes de sexo. Traté con Tinder pero en mi caso, todo fue fracaso tras fracaso. Las tías con las que me topaba, todas mayores de 40 años querían matrimonio y una de 52, quien fue la única con la que me encontré quería 20 dólares a cambio de una follada, no acepté porque además, no los valía.

Las experiencias con machos en saunas, apps o clubes de sexo fue como siempre: unas veces satisfactoria, otras no tanto. En cambio, con los servicios (hetero)sexuales tengo una queja que va desde Nueva York hasta Tierra del Fuego. Salvo los travestis, que se comportaron a la altura con buen servicio, trato excelente, amabilidad y mamadas sin gomas, el caso de las tías que ejercen la más antigua (y noble) de los oficios de la faz de la tierra fue fatal. Lo lamento, este es un post de queja.

A ver, os explico. Si ofrecéis un servicio (sexual) hay que procurar la mejor calidad, buen trato y no mentir; de esta manera, garantizáis que el cliente quiera volver a por más o, en su defecto, os recomiende. Os explico con varios ejemplos, TODOS los viví personalmente cuando quise un chocho prepagado. Estas son crónicas del 2018 de Puteando en América.

En Nueva York contraté los servicios de una puta, la quería de cabello rojo, americana, con ciertas características. La encontré por internet, llamé al móvil, todo bien. Cuando tocan a la puerta del hotel resulta que la tía no había podido venir (sin avisarme antes) y mandó a una mexicana que, sin ánimos de ser racista, no eran tacos mexicanos lo que deseaba probar en aquel momento. Armé la de Dios en pleno pasillo de hotel porque la mexicana, una vez rechazada por mí, exigía por lo menos el 50% de lo convenido con la chica del cabello rojo. Afortunadamente, uno de los botones del hotel fue inteligente y le dijo a la mexicana que se fuera o llamaría a inmigración. La tía desapareció, al botones le dí su propina en efectivo, aunque provocaba darle algo más. Yo me quedé defraudado, enfadado y sin follarme a ninguna puta en los Estados Unidos de América porque además, la Montse llegaba al día siguiente y escaparme de la parienta estaría difícil. Decepción total.

En Ciudad de México voy a un puticlub, excelente atención en la recepción. Podía elegir entre 15 tías, cada una más exuberante que la otra. Quiero una mexicana (irónico) pero la más apetecible era una colombiana, me pareció justo que, ya que no pasaría por Colombia probar de estas carnes. Una vez duchado y listo, la tía comienza con un pésimo masaje, me lastima los músculos de la espalda. Vamos directo a follar. Le digo que me apetece darle a por culo, dice que no, por culo no, güey. Le digo que pagué el servicio más costoso que incluía sexo anal, ella dice que en ese santiputolocal ella es la única que no presta “ese servicio”. Me visto, hablo con el chulo, un tío delgado, marica, tan marica que estoy seguro que le pedía su culo y lo ofrendaba ahí mismo. Dice que él no sabía de la exclusividad de “la niña” pero que por 50 dólares más conseguía el servicio con otra chica. Me siento estafado. Vuelvo con la colombiana, le pido sexo oral, me dice que solo con goma. Eso me aburre, le digo que me haga una paja y que quiero correrme sobre sus senos, en esto accede. Paja hecha, me voy.

En Ecuador voy a otro puticlub, todo iba bien. Pago 60 dólares por una puta peruana, guapa, de unos 19 años. La tía se deja hacer de todo con goma, es amable. A los 20 minutos me corro sobre su pecho. Nos duchamos juntos. Le digo que dentro de 10 minutos le quiero dar de nuevo a por culo. Me dice que no, que la tarifa es 60 dólares la hora o hasta que me corra. Si me corro en los primeros cinco minutos pues a tomar por saco. Me disgusté, aunque la pasé bien con la peruana, me fui sin armar bronca. Pero decepción total, esa proporción de correrse y del tiempo no estaba claro en la página web, ni lo aclaraban en la entrada del puticlub. Se agradece que las instalaciones estaban limpias y pulcras.

En Chile no tuve tiempo, solo quedó la anécdota del recepcionista como pocos.

En Argentina traté de probar de todo. Me apetecía follar un chocho viejo, conseguí una tía de 59 años que, cuando la contacto me dice que no puede, que está en “sus días de ser más mujer”, que solo sexo oral y con goma, que no atenderá hasta la semana siguiente. Pasa la semana y la vuelvo a contactar, el mismo putomensaje. De hecho, antes de salir de la Argentina la volví a buscar y de nuevo el mismo putomensaje. Si no quieres atenderme dilo y ya, no pasa nada; como efectivamente pasó con otras putas que decían que no tenían tiempo y punto. Otra que contacté era muy exigente con los horarios, tanto que la descarté; además, tardaba entre dos o tres días en responder, a por saco. Por fin ubico otra puta en Palermo, cerca del estudio de Federico. Vamos bien, follada larga y lenta, a los 45 minutos (era servicio de una hora) exige que me corra. Tía, le digo, pero ¿qué hostias?, faltan quince minutos. La tía lo dice para que me duche y tome agua, eso sí, todo cortesía de la casa y tal. Se me quitan las ganas, le pido que me haga una paja, me corro sobre sus senos, me ducho, tomo mi puta agua y me voy. Otra tía, ahora una de 63 años, la estoy follando a por culo, también servicio de una hora, de pronto pide que me corra antes, que ella tiene que buscar a sus nietos al cole. ¡Joder! ¡Qué me importan tus putos nietos cuando lo que interesa es que eres mía durante un tiempo a cambio de pasta! Otra, una tía de 42 años, esta vez en Recoleta, lo mejor de este servicio era el apartamento de la tía con una vista majestuosa sobre el cementerio del mismo nombre. Es la tía más guapa con la que estuve en la Argentina, se vende como “artesana del amor”, pago unos jodidos 200 dólares por la hora y la "artesana del amor", con lencería de lujo y tatuajes se dedica a las caricias durante cincuenta minutos, nada de mamadas, sin pajas suaves, sin incentivo erótico de ningún tipo; el tiempo pasa y le pido follar, me dice que ya no hay tiempo, que si quiero follada pague por 30 minutos más los respectivos 100 dólares. La "artesana del amor" se vendía como alguien que le gustaba el cambio de roles. Le digo que me folle con uno de los dildos que tiene en exhibición, me dice que no, que ella hace referencia al cambio de rol entre mujeres, no de mujer a hombre e insiste en los 100 dólares extras. Pues macho, me cabreo. Pero soy respetuoso y le digo que por lo menos quiero correrme sobre ella, accede pero tengo que eyacular sobre su vientre, no sobre sus senos. En fin, que después de todo, cada servicio era para calentarme, me pajearan y adiós mariquita linda. Salgo insatisfecho, pero insisto, la tía era guapa y la vista desde su terraza hermosa.

Conclusión, el sexo prepagado no fue lo mejor, te saca de un apuro pero tienes que estar desesperado. No vale la pena gastar pasta por malos servicios y a veces, por maltrato, sobre todo cuando quien ofrece el servicio tiene sus apetencias por encima del cliente. Si bien los lugares de cerdeo no siempre son garantía de orgasmo, aventuras y felicidad sexual, por lo menos no te destruye el bolsillo.


1 comentario:

  1. Me parece curioso que todas las experiencias hayan sido decepcionantes. Aunque hasta cierto punto no deja de sorprenderme la falta de profesionalidad que últimamente se ve en todos los campos. Es una plaga.
    O es que la gente miente ya por norma, y luego pretende no responsabilizarse de sus falsedades y mentiras.
    En fin...

    ResponderEliminar