lunes, 1 de abril de 2013

El festivo apenas empieza



Elena me había dicho que no nos podríamos ver ese día. Que tenía muchas cosas por realizar del trabajo, así que lo mejor es que nos viéramos al día siguiente. Ese día, era festivo en Madrid y tenía el día libre, así que decidí ir al Duque de Alba y disfrutar de una buena película X (ver las imágenes) y con suerte me encontraría con algún viejete que quisiera hacerme una pajilla o que estaba necesito de comerse una polla, polla que yo ofrecería con gusto.

Llegué sobre las once de la mañana. Pagué mi entrada, el portero gentilmente me abrió la puerta y entré en el recinto. Subí inmediatamente al gallinero por la escalera a mano derecha. De la entrada del baño salían dos vejetes felices y contentos. Al subir el gallinero estaba prácticamente vacío. Al fondo habían dos vejetes que se estaban comiendo a besos. Me acerqué y me senté una fila delante de ellos.

¡Era un espectáculo hermoso!

Eran dos señores como de unos cincuenta o sesenta años, el rango de la edad es muy amplio porque en medio de la oscuridad no podía apreciar bien. ¡Estaban completamente desnudos! No sólo se estaban comiendo a besos, si no que se masturbaban mutuamente. Uno de ellos bajaba de vez en cuando por el pecho del otro, pasando su húmeda lengua hasta alcanzar la polla del otro. Chupaba, mamaba. Lo hacía con intensidad y rápidez, estaba ávido de esa experiencia. Acariciaba los huevos. El vejete que recibía placer se estiraba hasta más no poder. Se retorcía hacía atrás. Lo estaba pasando muy, pero muy bien. Me miró. Sus ojos vieron mis ojos en medio de la oscuridad de la sala.

Me desabroché la bragueta y comencé a fapearme. Era increíble: mi glande había comenzado a lubricar desde que iba en el metro en dirección a Tirso de Molina para refugiarme en el confort y la serenidad del cine Duque de Alba. Mi pene se erectó rápidamente. No comencé a masturbarme en sentido estricto, todo lo que hacía era ver a los viejos-amantes darse placer sin importar que los mirara. Mi pene estaba hinchadísimo y no quería acabar. Me pellizcaba el glande probando nuevos placeres. Me jalaba el cuero de las bolas esperando retardar la acabado. Por un momento deseé entrar en esa pareja de vejetes y hacer un menáge a trois donde me dieran por el culo mientras un vejete restregaba su barba en mi glande inmenso, húmedo y rojo.

Los vejetes seguían en un continuo ritmo de caricias, de besos profundos y de mamadas intensas. Al poco tiempo, llega otro vejete que se sentó a dos butacas de donde yo estaba, miraba la película, me miraba a mí (o a mi pene) y miraba a los vejetes. Repetía una rutina de direccionalidad de la mirada que no había duda, no tardaría en acercarse a mí.

Me levante con los pantalones en la rodilla y caminé con mi pene, orgulloso de su tamaño y de la cantidad de baba que soltaba. "Pasaré delante de este vejete", me dije, "si quiere comerse mi polla no dejará pasar esta oportunidad". No había terminado de pasar cuando el vejete acaricio mi glande muy suavemente. Me quedé inmóvil, entre feliz y desesperado. El vejete se llevó a su boca mi polla. Comenzó a masturbarme suave pero con precisión. Chupaba con verdadera devoción. "No aguantaré mucho", me dije mientras veía que uno de los vejetes de la fila de atrás se ponía en cuatro patas mientras el otro le lamía su culo. "Éste se lo va a coger, le va a meter hasta los huevos", pensé mientras el vejete que me hacía la felación casi ni respiraba con mi polla en su boca.

-¡Me voy a correr, coño! -le dije al señor que había dedicado sus atenciones para conmigo.
-Mmm, mmm, mmhju.

Con esos extraños ruidos entendí que me podía correr en su boca. Así que me relajé. Apreté el culo. Respiré profundo y me corrí. El vejete se lo estaba disfrutando. Sentía como mi semen era depositado a chorros en su boca. Sentí como el vejete saboreaba cada mililitro cúbico de mi semen en su áspera lengua. Los lefazos venían con mucha intensidad. Los señores que estaban haciendo el amor en la fila de atrás se estaban pajeando mientras me contemplaban. El vejete que me hacía sexo oral subió una de sus manos hasta mi pecho y me presionó con fuerza una tetilla.

Sentía que iba a morir.

Después de suplicar que dejara mi polla descansar me tumbé a un lado. Me hubiera gustado que me metiera un consolador en el culo a mil revoluciones por segundo. Pero el vejete sabía que había hecho un buen trabajo y estaba orgulloso de ello. Se había tragado mi leche y eso lo alimentaba y alentaba a seguir comiendo todas las pollas posibles.

Se levantó. Me dió mis respectivas palmaditas de satisfacción en el hombro y se marchó.

Me quedé allí tumbado viendo en la pantalla como una actriz porno casi niña, era cogida por un señor mayor. Los vejetes que estaban detrás de mí también habían acabado y yacían abrazados uno al lado del otro, desnudos.

Cuando los miré, uno de ellos me miró y en su mirada decía "vente con nosotros tío, el festivo apenas empieza".


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