lunes, 8 de abril de 2013

Isabel (6)




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Era ahora, a sus 65 años de edad, que estaba disfrutando de una vida sexual sin precedentes. Me comentó que cuando estaba vivo su marido quiso, en varias oportunidades hacerle sexo oral, pero éste, salvo muy pocos momentos, no le gustaba que Isabel se lo mamase, al parecer lo consideraba denigrante y bajo para una mujer.


Con el tiempo, Isabel me confesaría que su esposo al momento de eyacular, era poco o casi nada cuya cantidad de semen que brotaba de su pija. De hecho, me diría que tardó cerca de seis años en poder salir embarazada por esa situación. Cuando se metió a puta, una de las cosas a las que se aficionó fue a ver a sus clientes eyacular, sin embargo, la mayoría prefería correrse mientras se la follaban. Quizás yo nunca superé la Fase de Masturbación en términos del psicoanálisis, pero me gustaba llegar al orgasmo a través de la masturbación, cosa que Isabel agradeció y disfrutó desde entonces.


Su marido había trabajado toda su vida en el sector construcción. Había sido criado bajo una férrea enseñanza católica y facha, al igual que Isabel. Ellos nunca hablaban de sexo, tan sólo cada sábado en la noche Isabel debía estar dispuesta "a eso". Isabel me comentó que el esposo la olía, la besaba, le lamía las tetas y después en un arranque frenético le introducía la polla. Todo esto lo hacían en ropa de dormir y siempre en el dormitorio con la luz apagada. No había coqueteo. Una sóla vez Isabel le pidió que le lamiera "allí abajo" y el tío se indignó. Que su boca era la misma que besaba a su hija todos los días.

Por ello, una de las cosas que se aficionó Isabel en sus comienzos como puta era a comerse una polla, ha sentir los pliegues en el que venían forrados los glandes de todos los tamaños, formas, colores y sabores. Se los llevaba a la boca, los lamía, jugueteaba con su lengua en las uretras  Acariciaba bolas, olía y lamía culos. Isabel decidió ser puta por placer, porque a una le llega la edad y mientras unas cantan en coros y otras cuidan nietos, Isabel chupa vergas, se llevaba grandes pollas a su coño, hacía feliz y la hacían feliz. Las mujeres están en el mundo para ser felices, me diría alguna vez Isabel mientras me hablaba de algo llamado Ho´Oponopono o algo parecido. No sé por qué, pero lo relacioné con alguna antigua práctica de ancestral de orgías entre vejetes en el cine Duque de Alba. De pronto imaginé a unos treinta vejetes gritando "Ho´Oponopono, Ho´Oponopono!", mientras todos en circulo se hacían una paja colectiva masturbando al de al lado mientras yo yacía en el centro con mi culo al aire, esperando los leflazos de algunos, la saliva de otros.


En ese momento recordé por qué quise experimentar comiendome una polla: llegué a ver tanta pornografía de chicas comiendo polla y que ponían cara de gusto que por simple curiosidad quise probarlo. La primera polla que me metí en la boca era de un amigo abiertamente gay que se "sacrificó" para que yo probara las delicias de una buena verga.

Desde entonces, me convertí en adicto.









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