Como es mi
puticostumbre, una vez dentro de la sauna de vapor me senté en la grada
superior, coloqué la toalla a modo de cojín, quedé en bolas. Cerré los ojos
evitando pensar en el viaje que se aproximaba para la Argentina. Estaba mi
mente en blanco cuando sentí el roce de un suave dedo en la punta de mi pie
izquierdo. ¡Esto me sorprendió! Me han toqueteado muslos, piernas y a veces
directo a la polla, ¿pero un pie? Me pareció extraño y divertido. Abrí un poco
los ojos y en medio de la penumbra pude distinguir que a mis pies estaba
sentado un oso entre unos 25 y 35 años —vapor y penumbra ocultan edades—, tenía
barba cerrada y, como luego comprobé, era un tío muy tímido, dispuesto a mamar
y pajear pero cada vez que alguien abría la puta puerta dejaba
de otorgar placer y se sentaba como si nada hubiese pasado. En ese sentido, ¡qué dicha es conseguir al macho que con luz u oscuridad, abran o no la puerta,
está ahí: chupando polla como si el mundo se fuese acabar! El tío hizo tres
intentos de mamadas que eran interrumpidos por su inmensa timidez. Yo le incitaba, tenía la polla morcillona y entre el vapor lo miraba a los
ojos como diciendo: “Ven, cariño. Cómete esta polla. Es tuya, de nadie más”. Me
cansó rápido la situación. Yo con el tiempo me he vuelto muy exhibicionista que
ni os cuento, ya en los últimos tiempos follaba en cualquier parte de
Firewood o en la sauna Octopus. Uno con el tiempo pierde la timidez, por
lo menos yo.
Salí a por una
ducha de agua fría y, como comenté antes, habían otros tres tíos sentados en el
jacuzzi, distintos a los anteriores. De nuevo putivuelta de reconocimiento, el local vacío. Aparecía de vez en cuando un tío asiático que pasó de mi.
Al rato aparece un oso de unos cincuenta años y conectó de inmediato con el asiático.
Vi que se fueron a por morreo y pezones y desaparecieron en alguna parte en
busca de un espacio más íntimo. Vuelvo a la sauna de vapor. Un tío que estaba a
mi derecha me mira fijamente la polla. Con la timidez que me caracteriza abro
las piernas y sacudo los cojones. El tío mete mi polla en su boca. Mamada
suave, con firmeza, pajea lento con placer. El tío era delgado, de
marcados rasgos indígenas, nariz aguileña, cuerpo que había pasado por un
gimnasio hacia algo de tiempo. Cuando la polla estaba erecta el tío comienza a
meter un dedo en mi ojete. Como la mamada era noble me acomodé para que
disfrutara de mi culo. Su lengua comenzó a lamer mi culo. ¡Qué buena falta me
hacía una lamida de culo! Tuve oportunidad de llevarme la polla del tío a la
boca: era dura, curvilínea hacia la derecha. Calculé que esta polla tardaría en
entrar a mi culo, ¡venga, que uno se conoce de lo que es capaz el culo de cada
uno! También supuse que una vez que estuviese dentro esta polla me causaría enorme
placer. Estuvimos un rato en plan de caricias anales y mamadas. Le pedí que me
follara, accedió. Le puse goma, unté lubri en ojete y pene ¡pero qué desgracia
la mía! ¡Mi orto no colaboraba! Era tal el estrés que tenía entre los
preparativos del viaje y el trabajo que mi culo no colaboraba. Decidimos ir a
un apartado, a lo mejor en la soledad mi ojete se relajaría.
El tío salió
delante y yo detrás. Lo seguí pero antes, siguiendo mis costumbres me
duché de nuevo con agua fría. De nuevo: tres tíos en el jacuzzi distintos a los anteriores y también distintos a los del principio. Al salir de
la ducha me dí cuenta que había perdido el rastro del macho de rasgos
indígenas. Lo busqué por todos los putirincones de la sauna, cosa que me
permitió descubrir un par de habitaciones que desconocía. El macho indígena había
desaparecido.
El hecho que mi
precioso inca no apareciese permitió que hiciese un recorrido para llegar a
algunas conclusiones: las instalaciones prometían como lugar de puteo, muchas paredes, ventanas y puertas deterioradas, al menos que esa fuese
la estética que querían mostrar. La sauna seca tenía tablas de madera rotas. La
sauna de vapor estaba bien: limpia y a todo gas. La fauna era variada en
edades: abuelos, tíos adultos, osos, osetes, bujarros, maricas y maricones
convivían a lo largo de la sauna con homosexuales reprimidos, bicuriosos,
heteros en prueba y bisexuales voraces. Las edades oscilaban entre los 18 (edad
permitida para entrar) y los 100 años. De hecho, en medio de la búsqueda de mi
precioso inca me topé en el cuarto oscuro a un abuelo de casi 200 años que
estaba en silla de ruedas y en toalla. Me pidió polla, le di un poco pero me
desconcentró la silla de ruedas: ¿cómo subió? Di varias vueltas y no habían
rampas para inválidos y menos ascensor.
Volví al cine y me
topé con un vejete australiano, delgado, polla de 22 cms. No perdimos tiempo y
nos metimos en un apartado. Mamadas, pajas, yo lo follé, el tío trato de
follarme pero mi ojete no colaboraba. Nos corrimos cada quien encima de sí. Fue
agradable pero no memorable.
Ahora tocaba ducha, regresar al hotel y esperar qué encontraría en la Argentina.
Cuando te vengas para Argentina te contactas conmigo, saludos
ResponderEliminarPues entre el mamatus interruptus del principio, el inca desaparecido, el bicentenario rodado y su culo poco colaborador no se puede decir que fuera una tarde espléndida. Entretenida, eso sí ;-)
ResponderEliminar