Como os recordaréis, había tenido que permanecer en una posición, digamos, un tanto incómoda. Rodillas dobladas, culo al aire, tratar de que mi cabeza no golpeara contra la madera que servía de pared-hueco del glory. La mamada me estaba resultando satisfactoria, por un lado, pero algo incómoda por otro. De hecho, no era el único. Las pollas que estaban a mi lado habían pasado por varias bocas. No era mi caso. Yo decidí quedarme mamando hasta el final, hasta que... ¿y ahora? ¿cuál era el protocolo?, pensé. ¿Dejo que acabe en mi boca? ¿lo pajeo para que se corra? Una vez más, imperio el instinto: que pase lo que tenga que pasar.
Y fue así como salió un chorro espeso de lefa que me bañó el rostro. Yo estuve mamando con interrupciones; es decir, mamo, chupo y me alejo de la polla. En medio de la penumbra y con la poca luz roja que bañaba a todos los putos pasivos, apreciaba como la polla quedaba tensa, sudorosa, vibrante. Jugué de esa manera esperando que el milagro de la lefa saliera justo en esos momentos de interrupción. Luego del primer chorro, y que me había bañado el rostro, dediqué el tiempo a pajear la maravillosa polla, llenando mi rostro con la lefa del tío. Escucha al otro lado los gritos de place. Huevos duros y polla erecta fueron cediendo al grado de placer.
La polla se retiró y yo me levanté. Me iba a limpiar el rostro con la toalla cuando un tío en la oscuridad me pregunta si puede lamerme la cara. Que él me limpia la lefa. Como yo estaba en modo morbo a mil, pues lo dejé. El tío tenía buen aliento y me lamió como si en mi rostro estuviera el elixir de la vida. En varias ocasiones trató de besarme, pero yo mantuve los labios cerrados. El tío lame-rostro tenía una barba de tres días que me excitó. Era un tío de unos 55-60 años. Le toque la polla sobre la toalla y la tenía morcillona y cuando la presionaba se ponía dura. Luego de que me lamió el rostro le retribuí lamiendo sus pezones. A nuestro alrededor seguían entrando polla y turnándose los mamadores pasivos.
¡Oh, mundo de placer!
Salí de allí satisfecho, lleno de líquidos salivales y seminales. Subí a darme una ducha para descansar y continuar puteando.
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