Durante el día las calles de Barcelona permanecían
aún tibias y por las noches la temperatura había comenzado a bajar. No recuerdo exactamente la fecha. Fue en el
año de 2015, justo finalizando el verano y comenzando el otoño.
XX
Mi estancia en Barcelona se había prolongado por
razones de curro y había aprovechado todo el tiempo libre para hacer turismo.
Sí, turismo tradicional: playas, museos, monasterios, calles, etc; y turismo
sexual: Erotixx, Sauna Corinto, Bruc, visitar Trash; llegué incluso ir unas
cuantas veces al Cine Arenas antes de su cierre.
XX
Era viernes y había salido algo más tarde de lo
habitual del curro. Había pensado en irme de Saunas si salía temprano, pero
estaba exhausto y si hay algo que se deba hacer es ir descansadito a una sauna
con la intención de tener fuerzas para follar y ser follado. Decidí entonces
hacer unas compras para la cena e irme a casita a descansar. Ya dedicaría la
tarde de mañana sábado a ir a la Sauna.
XX
Ese viernes era justo uno de esos días en que el
ambiente estaba empezando a enfriarse, decidí hacer unas compras en el
mercadillo de Encants vells o también conocido como La Fira de Bellcaire en la
plaza de les Glòries de Barcelona. Allí, en medio de algunas flores,
chocolates, postales, llaveros y distintas alhajas que suelen comprar los
turistas me encontré a Madeleine.
XX
La tía estaba tratando de comunicarse con el
dependiente de un puesto que era un chino. El chino hablaba perfectamente
español, pero Madeleine trataba de explicar lo que quería en un idioma raro que
parecía español, pero no lo era. Inmediatamente, por su acento, su pinta y su
manera de gesticular llegué a la conclusión de que era Yankee. Estaban haciendo
tal alboroto que decidí acercarme para mediar, pues el chino se veía estaba por
perder la cordura y la pobre Madeleine tenía toda la buena intención de
comunicarse en la lengua de Cervantes,
pero la pobre no lo lograba.
XX
Aproveché mis facultades con el idioma inglés y la
abordé. La tía tan solo quería comprar una réplica de la Sagrada Familia, de
esas que se ponen en el refrigerador de decoración, de las que tienen imán. La
quería de un tamaño distinto a las que tenía el chino y además las quería en forma mosaico que
evoca mucho a Gaudí. Todo el jaleo era porque la tía las había visto en otras
partes de Barcelona. Era esa su última noche allí, antes de partir a Madrid y
coger el avión de regreso a Canadá.
XX
Le expliqué a Madeleine que yo creía saber lo que
buscaba, pero que era evidente que el chino (quien por cierto, se había alejado
de nosotros dejando que yo me entendiera con ella), no tenía esa pieza de arte kitsh allí. Le dije que podría conseguir
otras cosas estupendas, pero que la verdad, ya se acercaba la hora de la cena y
que lo más conveniente sería que yo la invitará una copa de vino y cenar algo
en mi casa. Que a mí eso de cocinar para dos se me da muy bien.
XX
Me sorprendí a mí mismo haciendo esa proposición. Lo
interesante es que lo hice desde la “inocencia”, es decir, no tenía previsto
follar a Madeleine. Quizás tantos meses de trabajo en Barcelona me habían hecho
ser un chico solitario que iba de vez en cuando en busca de unas buenas pollas.
XX
Pero esa noche, un cálido coño canadiense necesitaba
atención.
XX
(Continuará)
Pero la chica compró algo o no?
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